Por Matías Vernengo *
Se ha hablado bastante de la posibilidad de una salida uruguaya para
los problemas externos argentinos, en particular, en el caso de una
victoria de Alberto Fernández en las próximas elecciones. La idea sería
negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros acreedores
un reperfilamiento de la deuda externa en dólares. La salida uruguaya
supone estirar los plazos de los pagos, manteniendo las tasas de interés
y sin quita de capital. Además, la propuesta dependería para ser bien
sucedida de un aumento de las exportaciones, en particular de gas
natural y petróleo de Vaca Muerta.
Mayores exportaciones y más tiempo para pagar pondrían el país en una
senda sostenible, y creando las condiciones para la retomada del
crecimiento. Parece haber una predilección por el tipo de cambio alto,
para estimular las exportaciones, que es complementada con una política
fiscal sana, para demonstrar la preocupación del gobierno con el pago de
la deuda.
Aunque hay problemas de cuenta corriente desde por lo menos el 2011,
la crisis cambiaria que se desencadenó en el 2018, que llevó al país de
vuelta al FMI, se dio por problemas financieros. En otras palabras, el
levantamiento de los controles cambiarios, y las tasas de interés reales
negativas o bajas, y las bajas reservas en dólares están en la raíz de
la fuga de capital.
Hay un cierto optimismo con relación a la capacidad de aumentar las
exportaciones en un periodo relativamente corto, en medio a una economía
global en donde los países desarrollados crecen, pero a tasas
moderadas, y en el que los países más dinámicos en Asia también han
desacelerado su crecimiento. Se habla en realidad de estancamiento
secular. Las exportaciones dependen de los ingresos del resto del mundo,
que no van a crecer mucho, y son poco sensibles a los efectos de un
tipo de cambio más alto. Por eso parece poco probable suponer que las
exportaciones puedan crecer lo suficiente para resolver los problemas
externos.
Frente a este escenario, el caso brasileño durante los gobiernos del
Partido de los Trabajadores (PT), en particular el segundo Lula y la
primera Dilma, debería ser tenido en cuenta como una estrategia más
práctica. En lugar de una política fiscal apretada, para pagar la deuda,
y una política monetaria más relajada, para mantener tasas de interés
bajas, estimular el crédito, y un tipo de cambio alto, habría que hacer
justamente lo opuesto: una tasa de interés alta, para atraer fondos, y
una política fiscal más expansiva, para estimular la recuperación.
Hay que garantizar rendimientos reales elevados, en deuda pública en
pesos. Hay que expandir el mercado para bonos públicos en pesos, y el
Banco Central debería cumplir con esa tarea. Brasil tuvo por mucho
tiempo la tasa de interés más alta del mundo en términos reales. Esto le
permitió acumular casi 380 mil millones de dólares, que ha blindado a
la economía del país vecino de una posible crisis cambiaria. El
escepticismo con relación a la posibilidad de acumular reservas en
dólares, con base a que la Argentina es supuestamente excepcional, y
donde la gente ahorra en dólares, no tiene fundamento teórico. Tasas
elevadas, controles de cambio, y garantías de acumulación en pesos por
parte del gobierno son el único camino para acumular reservas en dólares
en el corto plazo.
Las objeciones sobre los efectos de una tasa de interés alta sobre el
crédito doméstico y el nivel de actividad tienen todavía menos
fundamentos. En Brasil los bancos públicos expandieron el crédito, y una
política fiscal más expansiva, junto con una política de expansión de
los salarios y los gastos sociales permitieron un mayor nivel de
actividad. Además, a pesar del interés alto, hubo una mejora de la
distribución del ingreso. La tasa alta al apreciar el tipo de cambio
ayudaría a estabilizar los precios, y permitiría ganancias reales para
los trabajadores. Solo con una solución financiera habrá espacio para
las políticas industrial y comercial que permitirían resolver el
problema externo de largo plazo, aumentando las exportaciones y
reduciendo la necesidad de importaciones.
* Profesor de Economía de la Bucknell University.
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