El viejo Almacén. BsAs

Surplus Approach

“Es necesario volver a la economía política de los Fisiócratas, Smith, Ricardo y Marx. Y uno debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y, ii) seguir y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica como se vino desarrollando desde “Petty, Cantillón, los Fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx”. Este natural y consistente flujo de ideas ha sido repentinamente interrumpido y enterrado debajo de todo, invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de una ola marina de economía marginal. Debe ser rescatada."
Luigi Pasinetti


ISSN 1853-0419

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1 dic 2015

La política exterior del futuro gobierno argentino: Cambiemos… ¿para quién?




Por Margarita Olivera*

Horas después ser elegido presidente de la Argentina (habiendo superado por escasos 3 puntos en el ballotage al candidato oficialista, Daniel Scioli), Mauricio Macri hizo sus primeros anuncios sobre la orientación de política exterior y regional que tendrá su futuro gobierno. Con ideas que van en línea con el nombre de la coalición que lo llevaría a la victoria, “Cambiemos”, su estrategia externa significa un claro viraje respecto a la política regional y de integración que se ha seguido en los últimos años. Pero un cambio, no necesariamente es algo “bueno” y la política económica no puede ser caracterizada como “buena” o “mala”. La política económica es funcional a intereses y, según la naturaleza de esos intereses, beneficia a algunos y perjudica a otros (grupos, clases sociales, conjunto de individuos que comparten algunas características comunes, o como prefieran llamarles). La cuestión es, entonces, cual va a ser el objetivo de la política económica del futuro gobierno y a quien va a beneficiar y a quien perjudicar.

En ese sentido, los anuncios de inminentes tratados de libre comercio con la Unión Europea (tratado y negociaciones que llevan postergados ya dos décadas) y con la Alianza del Pacífico, dan indicios de hacia adonde nos dirigiríamos en términos de integración. En particular, el tratado de libre comercio con la Unión Europea (UE) ha suscitado a lo largo de los años diferentes posiciones, opiniones y estudios al respecto. Es innegable que la UE es uno de los principales socios comerciales del Mercosur, al cual destinamos alrededor del 20 por ciento de nuestras exportaciones; sin embargo, profundizar dicha relación comercial podría generar efectos que parecerían ser, al menos, controversiales y que van más allá del hecho coyuntural de que la región europea se encuentre en recesión hace más de 5 años.

Sin entrar en la discusión sobre los tamaños de cada bloque, dado que la Unión Europea supera ampliamente al Mercosur en términos de producción (su PBI PPA fue 5 veces mayor en 2011 que el de Argentina y Brasil juntos), de exportaciones (que en 2011 fueron 15 veces las exportaciones del bloque latinoamericano), de niveles de desarrollo y de tecnología, la cuestión central es la especialización productiva y comercial que cada uno tiene dentro de la relación bilateral y el peso de cada socio comercial. Para comenzar, mientras que el Mercosur destinó en 2011 el 19 por ciento de sus exportaciones a la UE (según los datos de comercio exterior de Naciones Unidas, COMTRADE), Europa sólo nos destinó el 1.3 por ciento de sus exportaciones totales. Dicha relación asimétrica entre ambos socios generaría importantes ventajas para la región europea, sobre todo a la hora de las negociaciones, dado que la amenaza de perdernos como destino de sus ventas es claramente inferior a la que nosotros sufriríamos.

Por otra parte, las exportaciones del Mercosur hacia Europa se encuentran menos diversificadas que las de la UE hacia el Mercosur. Los 10 principales productos (desagregado a 3 dígitos) de exportación de Argentina y Brasil hacia la UE concentran el 54 por ciento de las exportaciones totales hacia ese destino, mientras que los 10 principales productos de exportación europeos representan el 35 por ciento de sus exportaciones hacia el Mercosur. Pero, la cuestión central es qué tipo de especialización comercial cada uno muestra en la relación bilateral, o sea, a qué ramas productivas pertenecen esos 10 productos en cada bloque. Como señala el trabajo de Olivera y Villani (2014)[1], el Mercosur exporta hacia la UE esencialmente productos primarios y manufacturas basadas en recursos naturales (productos alimentarios y mineral-energéticos) mientras que Europa nos exporta manufacturas con tecnología media y alta (esencialmente del complejo automotor, del sector farmacéutico y de maquinarias). Esto resulta problemático por diferentes motivos. En primer lugar, los productos que el Mercosur exporta hacia UE ya cuentan con aranceles bajos o nulos, el promedio ponderado arancelario de los diez productos mayormente exportados por Mercosur a la UE es de 3.3 por ciento (la mayoría de los productos tiene arancel cero, salvo el café, 9.8 por ciento, y los jugos de fruta, 18.4 por ciento), mientras que el promedio arancelario, ponderado por el peso de las exportaciones sectoriales en el total, para los productos que exporta Europa hacia el Mercosur es 9.8 por ciento (con algunos productos, como los del complejo automotor, con un arancel externo común de 35% para productos terminados). De este modo, la reducción o eliminación de aranceles beneficiaría esencialmente al socio europeo.

En segundo lugar, dadas las características del comercio bilateral y la estructura arancelaria, el acuerdo comercial tendría fuertes efectos sobre la especialización productiva, que terminarían afectando los niveles de empleo y la creación de puestos de trabajo. Las ramas productivas industriales emplean alrededor del 14 por ciento de los ocupados totales y, junto con el sector servicios, son las que mayor número de puestos de trabajo han creado en el periodo 2003-2011, con un incremento promedio de 2.4 por ciento anual en el caso de Argentina y 3.5 en el caso de Brasil. En particular, la rama industrial que agrupa “productos metálicos, maquinarias y equipos” se ha destacado como la principal fuente de creación de puestos de trabajo en Brasil y cuarta en Argentina (sólo debajo de “construcción”, “restaurantes y hoteles” y “sector financiero”), con un promedio de variación anual de 5.6 y 4.5 por ciento, respectivamente. La firma del acuerdo comercial con la UE despojaría a los entramados industriales de Argentina y Brasil de la protección arancelaria con la que hoy cuentan, reduciendo sus posibilidades de enfrentar a la competencia internacional europea (que se caracteriza por tener mayores niveles de productividad y tecnología). Esto impactaría sobre sus niveles de ventas y producción, lo que acabaría afectando negativamente los niveles de empleo industrial y la creación de puestos de trabajo. Por otro lado, los sectores latinoamericanos que podrían beneficiarse del acuerdo comercial, productos primarios y commodities, son los que menor cantidad de puestos de trabajo han creado en el periodo 2003-2011, a pesar del fuerte crecimiento que experimentaron a partir del aumento de la demanda asiática. De hecho, las actividades primarias no han creado, sino destruido puestos de trabajo a una tasa anual promedio de 0.7 por ciento para Argentina y 0.9 para Brasil, y han reducido su participación en el total de empleos. De esta forma, no es esperable que los trabajadores industriales que pierdan sus puestos de trabajo sean absorbidos por el sector primario y productor de commodities, generando consecuencias negativas sobre el número total de ocupados en el Mercosur.

En tercer lugar, la profundización de la especialización comercial y productiva de la región en productos primarios y manufacturas de recursos naturales puede generar efectos adversos sobre las posibilidades de crecimiento en el mediano y largo plazos. En general, la producción de commodities, además de generar pocos puestos de trabajo, se caracteriza por su escaso valor agregado, por tener pocas interconexiones con el resto de la economía y por sus escasas posibilidades de generación de efectos de derrame de tecnología que den lugar a procesos dinámicos en el mediano y largo plazo, dado que estas actividades no son las que muestran los más elevados ritmos de progreso tecnológico a nivel global. A su vez, como han ampliamente estudiado los teóricos estructuralistas, las elasticidades de exportación de los productos primarios son mucho más bajas que las de los productos manufacturados. De esta forma, los niveles de crecimiento económico de nuestros países en el largo plazo (más allá de las coyunturas económicas) tenderían a ser inferiores que el de las economías desarrolladas y diversificadas.

Finalmente, muchos autores han destacado las posibilidades de ampliar los flujos de inversión extranjera directa (IED), cuyo origen es esencialmente la UE, como uno de los beneficios mayores del acuerdo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el destino de la IED no es definido por los países receptores sino por los dueños del capital (dado que no existen controles a los flujos de capitales). En general, los principales destinos son los sectores de servicios, los sectores productores primarios y de manufacturas de recursos naturales. Por este motivo, el aumento de los flujos de IED conllevaría a una ulterior profundización de la especialización productiva y no a su atenuación, con todas las consecuencias ya mencionadas.
En conclusión, la firma de un tratado de libre comercio con la Unión Europea, difícilmente traería beneficios para el Mercosur y la Argentina, más aún si el objetivo es aquel de proteger y estimular el empleo en un esquema de desarrollo económico inclusivo y con una estrategia de crecimiento que sea sostenible en el tiempo.

[1] Olivera, M. y D. Villani (2014). “Tratado de Libre Comercio Mercosur-Unión Europea y sus posibles consecuencias sobre la especialización comercial y la estructura económica”. Presentado en el Congreso de Economía Política Internacional realizado en la Universidad Nacional de Moreno, Argentina. Noviembre de 2014. 
Disponible en:  http://www.unm.edu.ar/congresoeconomiainternacional/ponencias/OLIVERA-VILLANI.pdf

* Doctora en Economía y Profesora de Desarrollo Económico del Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), Brasil.


original: NODAL

6 dic 2013

Sustitución de importaciones ¿Cuáles sí y cuáles no?


por Silvio Guaita y Nahuel Guaita 
Con la llegada del nuevo gabinete, uno se pregunta si se está cambiando algo para que nada cambie o si se está cambiando algo para que ciertas políticas cambien. Una de las políticas que debería modificarse es la concerniente a la sustitución de importaciones. Más precisamente, debe corregirse la forma en la que se la lleva adelante.
En primer lugar, el objetivo de la misma es generar un ahorro macroeconómico en divisas para relajar la restricción externa. La forma de medir este ahorro puede realizarse a través de una matriz insumo producto, particularmente una matriz de coeficientes de importación y una matriz de coeficientes técnicos nacionales. En otras palabras, se requiere de matrices que expresen la proporción de insumos importados y nacionales que utilizan los distintos sectores de la economía para realizar su producción.
A partir de esas dos matrices y con un vector estimado de precios de productos importados se está en condiciones de calcular lo que definimos,  en un trabajo presentado en el congreso de AEDA de este año, como ahorro neto en divisas (AND). Dicho ahorro es definido como la diferencia entre el ahorro bruto en divisas (ABD) y el costo en divisas de producción (CDP).
El ahorro bruto en divisas es el ahorro instantáneo en divisas generado por el cese de la importación de un bien. En otras palabras, el ABD se define como la cantidad importada de un bien (j) por su respectivo precio (p*). Dicho ahorro, por definición, siempre es positivo. Si se deja de importar un bien, dejando todo lo demás constante, es imposible no obtener un menor gasto en divisas. Por otro lado, el costo en divisas de producción se define como el costo en divisas directo e indirecto de producir internamente un bien que antes se adquiría en el extranjero. En otras palabras, incluye no sólo el gasto en divisas realizado por el sector que va a producir dicho bien (por ejemplo, el sector automotor) sino también todos los gastos en divisas realizados por los restantes sectores de la economía que debieron incrementar su producción para satisfacer la demanda de insumos de dicho sector.
Se deduce entonces que la fabricación de un bien puede generar un ahorro neto en divisas, positivo o negativo, dependiendo del tamaño de estos dos componentes. Un ahorro neto en divisas negativo significa que el costo en divisas de fabricar un bien internamente es superior al de adquirirlo en el extranjero. Por lo tanto, dicho bien no debería ser fabricado nacionalmente. Mientras que un positivo ahorro neto en divisas implica que el costo de producción de un bien antes importado es inferior a la adquisición del mismo en el exterior. La producción de este último debe ser impulsada.
Un ejemplo
Veamos un caso ficticio. Supongamos que el sector que fabrica automóviles demanda insumos importados, por ejemplo estéreos, por US$ 100 millones. El Estado decide sustituir importaciones en dicho sector y restringe la importación de estéreos. En este caso, el ABD sería igual a US$ 100 millones y, consecuentemente, dichos insumos comienzan a ser producidos internamente. Ahora bien, la fabricación de los equipos en territorio nacional puede requerir nuevos insumos importados, que son un costo directo para el sector productor de estéreos pero un costo indirecto para el de automóviles. Al mismo tiempo, los insumos nacionales utilizados para la fabricación de estéreos pueden contener algún componente extranjero. Notar que esta desagregación de la producción puede continuar casi infinitamente.
Por lo tanto, es esta concatenación de gastos en divisas hacia atrás, la que no puede ser ignorada. La misma debe calcularse a partir de un algoritmo matricial que permite tener en cuenta los gastos en divisas realizados por toda la economía para que el sector fabricante de automóviles sustituya por producción nacional la importación de estéreos. Supongamos que luego de realizado dicho cálculo, a partir de las matrices mencionadas anteriormente, se obtiene que el costo en divisas directo e indirecto para fabricar los estéreos (CDP) es igual a US$ 75 millones. En este caso se obtendría un AND de US$ 25 millones. Por lo tanto, el costo en divisas de fabricar los estéreos en suelo nacional es inferior al costo de demandarlos en el extranjero.
Dado esto, su producción puede y debe ser estimulada ya que relaja la restricción externa a nivel agregado. En resumen, es necesario contar con un instrumento que describa la estructura y las interrelaciones existentes en la economía, como las matrices insumo producto, para poder determinar coherentemente cuáles son los bienes candidatos a ser fabricados internamente. De otro modo, el ahorro en divisas queda en manos del azar. Ergo, los resultados pueden ser totalmente opuestos a los inicialmente buscados.
La implicancia de política económica de la realización de estos cálculos es relevante: no cualquier bien puede, ni debe, ser producido internamente si el objetivo es relajar la restricción externa.
*Lic.  en economía (U.B.A)
**Lic.  en economía (U.B.A)
Original: El Economista