Por Claudio Scaletta
En este
espacio ya es un tópico destacar que las relaciones causa-efecto de la
economía existen y, como se trata de una ciencia, son predecibles. Lo
menos científico, pero igualmente predecible, son las reacciones de los
economistas del régimen; ese grupo heterogéneo de consultores
riquísimos, parlanchines mediáticos y profesores de universidades de
elite. Tras las primeras medidas del nuevo gobierno cualquier observador
que contara, no con la bola de cristal o grandes talentos, sino con
apenas un poco de buena teoría, estaba en condiciones de predecir que se
desataría un proceso recesivo e inflacionario. Paso seguido y como
sucede siempre, las recesiones impactan sobre el déficit fiscal por
caída de la recaudación, dinámica que abre la posibilidad del círculo
vicioso contractivo. Es una secuencia simple en la que se puede diferir
en cuanto a las magnitudes, pero no en las transformaciones
cualitativas.
El segundo punto predecible era que los voceros del mainstream
ortodoxo, frente a los resultados de deterioro evidente sobre el nivel
de vida de las mayorías, cargarían las culpas sobre “la interferencia de
la política”. El proceder es conocido: en el mundo puro de los ajustes
ortodoxos la reacción social es apenas una impureza. Quienes deben
afrontar esta impureza son “los políticos”, tarea que normalmente afecta
otra pureza, la del modelo de ajuste vía no ir a fondo con la reducción
del gasto y la contracción monetaria. El problema también es simple: el
límite del ajuste está dado por su sustentabilidad política, por el
escollo de volver a ganar elecciones.
El pasado miércoles, en una conferencia realizada en la Universidad
Di Tella con el sugestivo título de “La consistencia del plan económico
de Cambiemos” las citadas predicciones de interferencia fueron llevadas a
un máximo. Dado que se trata de la letra que se escuchará asiduamente
en los próximos meses, vale la pena un breve repaso. Quien tenga tiempo
puede ver la conferencia completa aquí:
una buena manera de acceder a la visión que el régimen tiene de sí mismo.
Los expositores fueron Miguel Ángel Broda, Javier González Fraga y
José María Fanelli. Todos coincidieron en el diagnóstico de la pesada
herencia, esa crisis en la que los argentinos vivían sin saberlo, bajo
el rótulo constante y amenazante de “populismo”. Haberse librado del
populismo ya sería un logro mayúsculo, pero la gran preocupación reside
en la posibilidad de su regreso, en una corta primavera neoliberal, lo
que lleva a la necesidad de abordar las inconsistencias macroeconómicas
del nuevo gobierno, tarea de la que en la conferencia sólo se ocupó
Broda, mientras que González Fraga optó por una encendida arenga
política y Fanelli por el comentario general.
Yendo de lo menos a lo más interesante, González Fraga enfatizó en
que, contra todas las apariencias, el hijo de Franco Macri “recontra”
tiene un plan. “No lo subestimen”, reclamo, su objetivo ahora es ganar
sí o sí en 2017, la clave de su continuidad. Para el ex presidente del
Banco Central de Carlos Menem, la sumatoria de éxitos del primer
semestre, como la devaluación del 40 por ciento que no fue del 150 o el
pago sin mayor discusión a los buitres que inició la vuelta al mundo,
junto a los “sinceramientos” tarifarios que tanto le cuesta asumir aun a
los votantes de Cambiemos, fueron, a pesar de lo exitoso, la voluntad
programada de acumular todas las malas noticias al comienzo de la
administración. En esta línea consideró un error no haber transparentado
la “pesada herencia” desde el minuto cero, pero dejó claro que él no
era el político y quizá Macri sabía mejor que hacer. Lamentó también que
todo ocurra en un contexto internacional desfavorable, especialmente
por la contracción brasileña, lo que sumado a la “pérdida de
competitividad cambiaria” lo hizo descartar una salida exportadora, un
reconocimiento notable. A partir de ahora, explicó, todo el énfasis
estará en contener a 15 millones de pobres, que situó 11 millones en el
conurbano bonaerense y 4 millones en el Norte. La contención, dijo, no
será posible vía mayores ingresos, para ello no hay tiempo, sinceró,
sino con mejoras en las obras de infraestructura, las que de paso
reactivarán la economía. Cuesta entender que modelo de crecimiento tiene
en mente González Fraga, pero según él existen 50 mil millones de
dólares de inversión esperando por entrar al país. Como dato de color
llamó marxista y perverso al ex ministro Axel Kicillof.
Quien realmente habló de macroeconomía fue Broda. Si se limpia su
presentación de todos los juicios de valor para concentrarse en los
números se comprende la desazón que causó en parte del auditorio. Mostró
que 2016 cerrará con una tremenda caída del PIB, cuya tasa anualizada
ya alcanzó en el segundo trimestre 6 puntos, pero que quizá se
morigeraría hasta un 2, y que si bien la inflación estaría en baja tras
el shock tarifario, se encuentra en torno al 40 por ciento anual. En
ambos casos, señaló, fue porque el gobierno subestimó los efectos de sus
propias medidas. Pero la verdadera angustia vino por otro lado. No por
las reiteradas descoordinaciones de los equipos de gobierno al no
existir “un Cavallo o un Lavagna” que unifiquen acciones, sino porque la
necesidad política de ganar elecciones llevó a expandir el gasto y a no
tener una política monetaria lo suficientemente contractiva. Todo en un
contexto en que la recesión provocada hizo caer ingresos, es decir:
disparar el déficit. Lo más notable fueron las cuentas sobre los gastos
que vienen, la devolución a las provincias del 15 por ciento de
coparticipación sumará unos 60.000 millones, mientras que los efectos de
la nueva ley ómnibus que, con modificaciones, ya obtuvo dictamen
favorable en el Congreso, costará 13.200 millones (0,2 del PIB) este año
y 83.400 (1,2 del PIB) el que viene, lo que llevará los gastos de la
seguridad social al 12 por ciento del PIB, “igual que Francia”, dando
lugar a “un problema de sostenibilidad fiscal de magnitud” que no podrá
ser compensado por el blanqueo ni por la venta de las acciones del Fondo
de Garantías de Sustentabilidad de la Anses. El déficit fiscal
proyectado por Broda fue de 7 puntos del Producto (“igual que Brasil si
se suman 3 puntos más del cuasifiscal”). Finalmente, destacando sólo lo
más importante, el nuevo modelo, incluso cuando se retome el
crecimiento, allá lejos por 2017-2019, tendrá problemas para generar
empleo.
Por todo esto Broda reconoció que aconseja a sus clientes
internacionales invertir en Argentina, pero advirtiéndoles que “no se
enamoren”. ¿Será porque el cuco populista esta a la vuelta de la
esquina? No quedó claro, pero sí sus esperanzas en que el peronismo que
venga tenga “otras caras”
Original: Pagina 12
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