El viejo Almacén. BsAs

Surplus Approach

“Es necesario volver a la economía política de los Fisiócratas, Smith, Ricardo y Marx. Y uno debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y, ii) seguir y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica como se vino desarrollando desde “Petty, Cantillón, los Fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx”. Este natural y consistente flujo de ideas ha sido repentinamente interrumpido y enterrado debajo de todo, invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de una ola marina de economía marginal. Debe ser rescatada."
Luigi Pasinetti


ISSN 1853-0419

Entrada destacada

Teorías del valor y la distribución una comparacion entre clásicos y neoclásicos

Fabio PETRI   Esta obra, traducida por UNM Editora, ha sido originalmente editada en Italia con el título: “Teorie del valore e del...

Mostrando entradas con la etiqueta italia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta italia. Mostrar todas las entradas

30 mar 2014

Italia y la Continuidad de la Ortodoxia Económica


Enrico Letta


Por Roberto Lampa *

En una nota publicada el domingo pasado en el suplemento económico Cash, Bruno Susani informa que Italia habría finalmente abandonado las políticas de austeridad y, simultáneamente, habría vuelto a una política económica más cercana a Keynes. Lamentablemente, poco o nada es cierto.

En primer lugar, hay que hacer algunas correcciones: en 2013 el PIB de Italia cayó un 1,9 por ciento y hubo un gabinete político (y no tecnocrático) liderado por Enrico Letta, del Partido Demócrata (el cual, vale aclarar, no es el nuevo nombre del Partido Comunista Italiano, sino un partido de centro que ha sumado sectores ex comunistas a lo que quedaba de la conservadora Democrazia Cristiana), apoyado por el partido de Berlusconi.

Desde este punto de vista, el nuevo primer ministro Renzi (cuya militancia política previa ha sido en la Democrazia Cristiana) se mantiene en absoluta continuidad con el gobierno de Letta, siendo su gabinete liderado por el Partido Demócrata aunque apoyado por varias fuerzas del centroderecha, incluido el montismo.

Además, el nuevo ministro de Economía es el economista mainstream del OECD Pier Carlo Padoan, que hace pocos meses fue muy duramente atacado por Paul Krugman por haber defendido la austeridad europea afirmando que: “Il risanamento fiscale è efficace, il dolore è efficace” (El ajuste fiscal es eficaz, el dolor es eficaz). Por ende, también la estrategia económica del gobierno de Renzi se puede definir en continuidad con el paradigma dominante en Europa, aunque, como decimos en Italia, intente acompañar “el bastón” del ajuste con unas “zanahorias” que lo endulcen un poco.

Por un lado, es verdad que se propuso una reforma del impuesto a la ganancia que determinaría un aumento de unos 80 euros mensuales para los trabajadores de ingresos medios-bajos. Sin embargo, la misma reforma prevé que se eliminen varias detracciones fiscales por núcleo familiar, lo cual determinaría un aumento del impuesto sobre los ingresos anuales (Irpef) superior a los 80 euros mensuales.
Por otro lado, el gobierno vuelve a intervenir muy duramente en el mercado de trabajo con dos medidas ortodoxas que apuntan a aumentar su flexibilidad para disminuir la tasa de desempleo, la cual, si se consideran los desalentados, supera el 20 por ciento.

La primera es el jobs act, que introduce la completa desregulación de los contratos a tiempo determinado (despido no justificado; feriados; licencia maternal; número máximo de renovaciones) bajo la única condición de que no supe-ren los tres años de duración. La segunda es la eliminación de una crucial medida de protección laboral, llamada cassa integrazione straordinaria, que permite a las empresas en crisis no pagar los salarios a sus empleados por algunos meses, porque aquéllos son pagados por un fondo de garantía financiado con la recaudación fiscal del Estado.

Vale aclarar que en ambos casos el principal sindicato italiano (CGIL) se ha opuesto con firmeza, amenazando con una huelga general.

Además, para que se siga respetando la restricción del 3 por ciento en la relación déficit/PBI y la regla áurea presupuestaria introducida en la Constitución durante el gobierno de Monti, se planean unos 5000 millones de euros de recortes para 2014, previendo 85.000 despidos en el sector público y el bloqueo de las jubilaciones de las mujeres para los próximos doce meses.

Dicho de otra forma, bajo la gestión Renzi, Italia parece reafirmar su obtusa ortodoxia económica, basada en el respeto ciego y acrítico de los vínculos europeos, a diferencia de Francia, Alemania y también España, que en varias ocasiones no han respetado las restricciones de Maastricht, beneficiándose en términos de crecimiento económico. De hecho, las mismas previsiones del FMI sobre el PIB italiano muestran esta tendencia, ya que en 2014 se prevé un modesto crecimiento de 0,6 por ciento y en 2015 hasta Grecia tendrá una performance económica mejor (2,9 por ciento versus 1,1 por ciento). Semejante actitud produjo a partir de 1992 una situación paradójica, en la cual el superávit primario de Italia ha sido siempre positivo (2,2 por ciento PIB en 2013), con la única excepción de 2009, pero las políticas de austeridad implementadas para lograrlo han determinado un crecimiento del PIB casi nulo o negativo, por el cual la relación deuda pública/PIB del país ha aumentado constantemente, llegando al 132,6 por ciento.

Desde esta perspectiva, la entrada en función del Pacto Fiscal Europeo (Fiscal Compact) –un convenio internacional firmado por Mario Monti que obliga a la rápida reducción de la deuda pública y que impone a Italia unos 50 mil millones de euros de recortes sólo en el 2014– podría convertirse en un punto de no retorno, tanto para la economía italiana como para el gobierno de Renzi.

En semejante contexto, las elecciones europeas del próximo 25 de mayo podrían representar un pasaje crucial, sobre todo si se confirman las encuestas que prevén un gran respaldo para aquellas fuerzas políticas que rechazan el ajuste y los tratados económicos europeos. En el caso italiano, no parece irrelevante que a las tradicionales protestas del Movimiento 5 Estrellas y de la lista de izquierda L’Altra Europa con Tsipras se haya sumado la Unión Industrial (Confindustria): teniendo en mente la descripción de Gramsci del “espíritu subversivo de las clases dirigentes italianas”, se puede interpretar este hecho como el indicio de que los próximos meses serán algo complicados en el Bel Paese.

* Investigador Conicet.
Docente UBA

Original: Pagina 12

1 feb 2014

Non piangere per noi, Italia!

 Por Roberto Lampa y Alejandro Fiorito


L’intervento “palla o piede” sulla situazione argentina di Alberto dello scorso 25 gennaio, oltre che onorare e rinverdire i fasti della tradizione dello stopper italiano – quello che, da Scirea a Bergomi fino a Tassotti e Giacomo Ferri, andava dritto alle gambe dei fantasisti latinoamericani di turno, senza tanti complimenti o melliflui ghirigori – ha il grande merito di rompere il velo d’ipocrisia che da mesi avvolge il dibattito sul nostro paese, del quale si parla molto e a sproposito, perché in realtà ogni riferimento è puramente strumentale a giustificare o demonizzare le decisioni di politica economica che investono l’Eurozona e l’Italia.  

In questo modo, i pasdaran del rigore europeista dicono in soldoni “se abbandonerete l’unione monetaria, farete la fine dell’Argentina del 2001!” mentre sul fronte opposto si controbatte “se non usciremo dall’Euro, non potremo mai riprenderci come invece ha fatto l’Argentina, svalutando la sua moneta nel 2003”.

Pur non essendo equidistanti da queste posizioni (ed anzi, ritenendo la prima un non senso, dato che vari paesi periferici hanno già fatto la fine dell’Argentina del 2001) confessiamo, in tutta sincerità, di non aver mai voluto essere parte di questa dialettica tutta primo-mondista. Quello che a noi interessava nel famoso articolo apparso su “Il Manifesto” (ops…si può dire su goofynomics? [NdC: sarebbe meglio di no...]) era in soldoni smentire la ridda di voci catastrofiste che circolavano sull’Argentina (un titolone del Fatto parlava addirittura di default imminente!) e, in secondo luogo, criticare la teoria Neo-Strutturalista degli argentini Frenkel e Rapetti (ripresa da Alberto), che in quei giorni (Rapetti sembra essersi smarcato, nel frattempo) chiedevano a gran voce un cambio drastico della politica economica argentina attraverso una forte svalutazione del peso, l’aumento dei tassi d’interesse, la riduzione della spesa pubblica ed il raffreddamento della domanda domestica per abbassare l’inflazione, aumentare la competitività e continuare così a crescere attraverso le esportazioni.

Riteniamo che i recenti sviluppi della congiuntura economica argentina più che smentire confermino il nostro punto di vista, che, vogliamo ricordarlo, si basava su un’altra diagnosi, denunciava altri rischi e suggeriva un’altra direzione per superarli. È tuttavia indispensabile una premessa per il lettore del primo mondo: capire la particolarità delle economie latinoamericane significa scordarsi per un po’ i dibattiti convenzionali tra grandi economisti ed aver letto almeno un pochino i classici della scuola strutturalista: Raul Prebisch, Celso Furtado e la teoria non-monetaria dell’inflazione di Julio Olivera. Ciò che accomuna questi pensatori è, in estrema sintesi, che ciò che vale nelle economia sviluppate non può essere traslato sic et simpliciter al Latinoamerica dove certi luoghi comuni (o perfino certe evidenze empiriche) vengono puntualmente smentiti.

Che cos’è accaduto dunque, in Argentina?

A partire dal 2003, lo sganciamento dal dollaro e l’andamento favorevole dei prezzi delle materie prime alimentari hanno reso possibile un cambio drastico della politica economica, in precedenza dettata dal FMI: espansione fiscale invece dell’austerità; espansione monetaria invece degli alti tassi d’interesse; fine dell’indipendenza della banca centrale; integrazione regionale e un maggior grado di protezionismo verso il resto del mondo invece del libero mercato imposto con la forza militare a partire dalla fine dei Settanta. Ciò si è tradotto in altissimi tassi di crescita e drastica riduzione della disoccupazione, oggi al 6,8%.
In maniera non dissimile dal passato, questa strategia di crescita impone però il massimo di attenzione per quanto riguarda le riserve internazionali in dollari, sennò si rischia di cadere dalle stelle alle stalle, in base al paradosso del ciclo stop and go:  la forte crescita del Pil innesca un’impennata delle importazioni (maggiore della crescita delle esportazioni) che genera un crescente disequilibrio di conto corrente della bilancia dei pagamenti. Per arrestare questo fenomeno si ricorre a una drastica svalutazione, che, dato il contesto di crescita, fa schizzare l’inflazione fuori controllo, peggiora la distribuzione, raffredda l’economia e annulla gli effetti della crescita economica precedente, condannando il paese a un perenne sottosviluppo

Tra il 2003 ed il 2011, le importazioni sono cresciute in media del 16,6% annuale mentre le esportazioni soltanto del 6,3% annuale. Ciò ha determinato un deficit nelle partite correnti, tuttavia la forte crescita ha permesso di contenerlo a livelli inferiori al resto della regione
Tuttavia, tra l’agosto e il dicembre 2011 un fortissimo attacco speculativo colpisce duramente le riserve. In vista delle imminenti elezioni presidenziali, i media oppositori iniziano una campagna martellante in base alla quale la presidentessa starebbe pensando ad una mega svalutazione post-elettorale del peso. Nel pieno rispetto della legge, avviene così un’enorme “corrida cambiaria”, che determina una fuga all’estero di quasi 11mila milioni di dollari.

Come conseguenza, il governo introduce rigidi controlli ai capitali e al mercato della valuta straniera, di fatto ristretto alle sole imprese e non più ai cittadini.

Come contro-conseguenza, nasce quindi un mercato nero del dollaro, con quotazioni molto superiori di quella ufficiale.

Entrambi questi elementi permettono la nascita di una enorme macchina della speculazione finanziaria e fondiaria (gestita da imprese multinazionali, banche estere come HSBC e grandi proprietari terrieri) che nel 2013 ha portato a un crollo delle riserve in dollari, passate da 42.000 milioni a 30.000 milioni. Che cosa è successo?    

Le banche estere con filiale negli Stati Uniti, garantivano l’afflusso di dollari al mercato nero attraverso un meccanismo simile al pronti contro termine: il cliente comprava in pesos un titolo della Borsa di Buenos Aires ma quotato anche a Wall Street; quindi apriva un conto corrente all’estero e lo rivendeva a New York ricavando dollari, da rivendere in Argentina al mercato nero o da depositare all’estero.

Dal lato delle importazioni, le tante multinazionali che operano nel paese (automobilistiche, farmaceutiche etc.) sono costantemente ricorse alla sovrafatturazione delle componenti inviate dalla casa madre per approvvigionarsi di dollari extra da rivendere al mercato nero o trafugare all’estero. In più, la quasi totalità delle imprese hanno anticipato le quantità da importare per avere subito in mano dollari, che avrebbero più avanti rivenduto al mercato nero, confidando nel continuo apprezzamento del dollaro illegale.

Dal lato delle esportazioni, infine, le grandi esportatrici della soja e del settore primario hanno letteralmente smesso di esportare nel 2013, confidando nella forte meccanizzazione che permette di conservare il raccolto per anni, sotto vuoto in enormi silos. Visto infatti l’andamento del mercato nero del dollaro il loro interesse era aspettare il punto più alto della svalutazione per vendere il raccolto e approvvigionarsi di dollari, da rivendere al mercato nero o nascondere all’estero.

Ma perché le imprese hanno potuto anticipare l’import e il settore primario ritardare l’export senza fallire o soffrire perdite? Perché per eccesso di “zelo keynesiano” il governo ha mantenuto tassi d’interesse reali negativi che hanno permesso ad entrambe di finanziarsi prendendo prestiti vantaggiosi, in attesa della speculazione.

Del resto, cosa ancor più grave, anche in termini nominali è esistito un differenziale tra tasso d’interesse domestico e resto del mondo.

Attenti, non vogliamo qui affermare che sia giusto il rigore della politica monetaria o che gli economisti keynesiani abbiano torto a priori, ma solo che l’esistenza di un differenziale nominale negativo col resto della regione (e talvolta lo stesso primo mondo) ha determinato che questi stessi capitali, frutto della speculazione, prendessero, in ultima istanza, la via della fuga all’estero (FAE).

Questo differenziale di rendimento (linea rossa nel grafico) si può agevolmente costruire sottraendo dal tasso di interesse base nazionale (i) la sommatoria di tasso d’interesse base internazionale (i*),  spread sui titoli (ρ) e tasso di svalutazione attesa nel mercato spot (Sе):

Insomma, la forte differenza di rendimento nominale tra pesos e dollari ha determinato l’inefficacia dei controlli di capitale.

Di fronte a questo scenario complicato, il governo ha giocato lo spariglio: ha svalutato il peso sul dollaro  fino a quota 8 ed ha liberalizzato l’accesso all’acquisto di dollari (ovviamente esiste un tetto massimo in base al reddito dichiarato). Allo stesso tempo, ha aumentato il tasso di interesse di riferimento per il settore agricolo (il cosiddetto tasso Badlar, attualmente al 21%).

La strategia del governo mira a tenere il cambio inchiodato ad 8 per far fallire il mercato nero ed obbligare gli esportatori a esportare. Allo stesso tempo, esiste anche la convinzione che le importazioni saranno ora più care e che, di fronte a un cambio stabile, non verranno più anticipate. Ovviamente, mantenere questo cambio implicherà il sacrificio di ulteriori riserve, stimato tra i 5mila e i 10mila milioni di dollari, una cifra senza dubbio importante. Al riguardo, si vocifera però che la banca centrale brasiliana si stia preparando a venire in soccorso, dati l’abbondanza di riserve (oltre 320.000 milioni di dollari) e il fatto che il crollo argentino avrebbe l’effetto di una tsunami sulla regione.

Se questi sono i fatti, a noi interessa rimarcare una serie di implicazioni.

In primo luogo, che questi interventi non implicano necessariamente l’abbandono del modello di crescita che l’Argentina ha sin qui adottato se, per esempio, verranno implementate misure compensatorie per i redditi più bassi colpiti dalla svalutazione e se venisse segmentato il tasso d’interesse, in modo da contenerne gli effetti recessivi su consumo e impiego, mantenendolo basso per le famiglie e gli investimenti produttivi. Del resto, il permanere a zero dei tassi d’interesse nei paesi sviluppati permetterebbe anche ad un aumento moderato del tasso argentino di essere efficace, specie se accompagnato da una riduzione dello spread.

La presentazione, questa settimana, dei piani di intervento PROGRESAR (sussidio per i giovani neet che si riscrivano alla scuola o all’università, per un totale equivalente a 1.375 milioni di dollari) e FONDEAR (credito agevolato per le imprese che operino in settori ad alto valore aggregato, per un totale di 1.250 milioni dollari) sembrerebbero rafforzare questa ipotesi.

In secondo luogo, che la situazione attuale non smentisce nessuna delle nostre critiche alla diagnosi di Frenkel e Rapetti.

Intanto, perché la svalutazione appena compiuta non aveva affatto come obiettivo né l’aumento dell’export né stimolare la crescita economica (per la cronaca, il PIL quest’anno chiuderà al +5,1% e la disoccupazione è al minimo storico del 6,8%). Il suo obiettivo era infatti interrompere la fuga di capitali e spezzare le reni alla speculazione fondiaria e finanziaria per salvare questo modello di crescita. A che serve dunque sacrificare oltre misura il salario reale se come mostrano differenti contributi (Fiorito, Guaita & Guaita; Berretoni & Castresana; VERNENGO) le esportazioni e le importazioni argentine sono inelastiche rispetto al tasso di cambio?
Del resto, a nostro avviso la stessa inflazione non dipende da eccesso di domanda ed emissione (come argomentano a più riprese Frenkel e Rapetti) ma, piuttosto, dall’effetto trascinamento del forte prezzo dei prodotti primari esportati sui prezzi interni (anche a noi piace mangiare la carne argentina e mangiamo pane e farinacei!), dal conflitto distributivo (a partire dal 2009, anno in cui il salario reale recupera il potere d’acquisto perso nel 2003) e dal ritmo della stessa svalutazione (che a dispetto dei luoghi comuni è stata del 61% rispetto allo scorso gennaio 2013) Del resto, anche l’utilizzo della capacità produttiva installata oggigiorno è ben al di sotto delle possibilità dell’economia argentina, che pertanto non si trova in una condizione artificiosamente surriscaldata. Nemmeno può dirsi che il tasso di cambio reale fosse in ritardo rispetto al resto della regione determinando un problema di competitività, ad esempio data l’enorme apprezzamento nominale del real.

Tasso di cambio reale bilaterale con USA (100=2000)
Fonte: Frenkel & Rapetti, (2011), p.16

Infine, neanche il deficit fiscale rappresentava un problema tipicamente argentino, che anzi poteva contare su un saldo primario  di parte corrente  in linea con la media del resto della regione in % dil PIL:

http://www.cepal.org/de/publicaciones/xml/2/45172/Serie_MD_116.pdf

http://www.eclac.org/publicaciones/xml/4/50484/EstudioEconomico2013completo.pdf

Insomma, il 2014 sarà pure un anno complicato per l’Argentina ma non ci sentiamo di fissare già la data del funerale di questo paese. Non piangete per noi dunque, amici italiani.
P.S. Roberto Lampa è un italiano cui ai 33 anni “pe’ potè campa’ j’ha tuccate emmigrà” (parafrasando un capolavoro del trash anni 80). Alejandro Fiorito è invece figlio di padre italiano ed esperto nella coniazione di neologismi italo-argentini. Li pagano, rispettivamente, l’Università di Buenos Aires e quella Nazionale di Lujan. Entrambi, guardano con dolore alla situazione italiana e auspicano che la vicenda Argentina possa stimolare risolutezza e decisioni drastiche per uscire dalla crisi che sta stritolando il paese. 
Originale: Goofynomics
 

24 ago 2013

Un keynesismo forte fa respirare l'Argentina



 

Muy difundido como espantapájaros por los partidarios de la amarga austeridad o como licencia de indignado en la UE y paradigma a imitar por grillismo más radical, Argentina ocupa ahora un espacio indiscutible en el debate político italiano: "Vamos a terminar como Argentina" o " Usted tiene que hacer, como Argentina "se han convertido en lo que dos aforismos, recurrentes e incluso despectivos, en el debate sobre la crisis económica actual. Hasta el momento evaluaciones similares se han mantenido en un nivel muy superficial de análisis, muy afín a las lentes de distorsión "del  primer mundo" con el que se intenta observar la complejidad, y al a veces contradictorio  continente sudamericano, y que repite estrictamente nuestra prensa local. Sin embargo, una vez enmarcado en su especificidad, el caso argentino puede llegar a contener información crucial para el debate sobre el estado (estado de coma), de la realidad italiana y europea. Lo recomendamos a partir de los números fríos. 

 Entre 2003 y 2011, el PIB de Argentina creció en promedio un 7,6% anual, se ha ralentizado en 2012 hasta situarse en el 1,9% (gracias al repentino crecimiento de cero "locomotora regional" Brasil, sino también un fuerte freno fiscal) y, finalmente, este año puede terminar en un 6%. Vale la pena señalar que, como ha señalado Mark Weisbrot y otros, el crecimiento de Argentina hasta el 2011 fue el más rápido y fornido en el mundo occidental de hoy. Un crecimiento económico similar, impetuoso, evidentemente, ha supuesto una fuerte generación de puestos de trabajo y una reducción drástica del desempleo, que pasó del 25% al 7,3% durante el período (con los últimos indicadores trimestrales que apuntan a una mayor contracción). Pero algo mucho más interesante, fue acompañado por una mejora constante de la distribución del ingreso: el índice de Gini (el valor más alto indica una alta desigualdad) de hecho ha reducido gradualmente hasta su valor corriente 0.372. Un logro increíble en comparación con el resto de la región de América Latina: en Brasil, el coeficiente de Gini es aún igual a 0,52. 

  Resultados similares fueron esencialmente el resultado de una política económica intervencionista y fuertemente orientada a la expansión de la demanda interna, cuyas claves fueron la política fiscal (acompañado de una política monetaria acomodaticia, ejecutado por un banco central no más independiente) y las muchas transferencias siempre en beneficio de las clases media y baja. Además, la cercanía tradicional de los sindicatos de los gobiernos peronistas argentinos comerciales centrales ha producido una política salarial que les permite a los trabajadores seguir el ritmo de la inflación, aunque este último se estima entre el 20 y el 25%, en la actualidad el crecimiento de los salarios de los 2013 se espera que sea aproximadamente el 25,3% (con un máximo del 31,2% en el sector privado), que no afecta el poder adquisitivo de los sectores populares. Es esta lógica ha inspirado la obstinada negativa de los gobiernos de Kirchner a devaluar el peso argentino. No hay que olvidar que en los países en desarrollo a los efectos de una devaluación son altamente regresivos en términos de distribución del ingreso, ya que, por un lado, mayor es la cantidad de bienes de consumo y de inversión importado y, en segundo lugar, es más fuerte el riesgo de un efecto de arrastre de los precios internacionales en los precios internos. Para disipar cualquier duda, siempre hay que recordar que la propia imprevisión de la devaluación del bolívar a dos meses de las elecciones ha sido la fuente de la hemorragia de votos en los sectores populares que casi le costó la victoria en Venezuela a Nicolás Maduro, aunque este detalle parece haber escapado a muchos observadores del primer mundo.  

En este sentido, no es una explicación convincente de los economistas (por ejemplo, Frenkel y Bagnai) que identifican el tipo de cambio competitivo clave de crecimiento de Argentina, aceptando la tesis ortodoxa de Rodrik sobre la existencia de una correlación positiva entre la tasa de los precios y el crecimiento económico. En los años más oscuros de la actual crisis global, por ejemplo. 2010-11, el peso argentino, de hecho, volvió a niveles similares a los de la apreciación de los años de la convertibilidad del dólar, sin embargo, el PIB de Argentina llegó a las cumbres más altas de crecimiento (9,2% en 2010 y 8,9% en 2011) y el producto industrial creció aún más (9,8% en 2010 y 11,0% en 2011). En todo caso, lo contrario parece plausible: los datos parecen indicar que la clave de la expansión económica argentina reside en un fuerte keynesianismo que ha inspirado a las acciones de sus gobiernos, acompañados de un cierto grado de proteccionismo y el creciente esfuerzo para crear un espacio de maniobra suficiente para que la política económica, que comenzó con el proceso crucial de desendeudamiento y desacoplamiento de los préstamos del FMI, que imponen políticas de austeridad draconianas. En este contexto, la devaluación tendría sin duda efectos regresivos y opuestos a los deseados por las autoridades económicas. Ni tampoco se puede descartar su escasos efectos sobre el volumen de comercio exterior, como está ampliamente documentado en la literatura económica argentina (por ejemplo Berrettoni y Castresana, 2008). Por supuesto, no es hacer caso omiso de los problemas de este país y los retos que se enfrentará en el futuro. En particular, cabe señalar que al menos parte de la desastrosa herencia neoliberal de los años 90 aún está presente, en forma de una excesiva dependencia de las importaciones y de la economía nacional por el capital transnacional, especialmente en las áreas clave de bienes y equipo durable de 'la energía: entre 2003 y 2011, las importaciones aumentaron en un promedio de 16,6% anual, mientras que las exportaciones sólo el 6,3% anual. 
Esto dio lugar a un déficit en la cuenta corriente, pero acompañado de una balanza de bienes ampliamente positiva. En lugar de poner de relieve un problema de competitividad, es en realidad potencialmente capaz de reproducir una paradoja, anteriormente conocida como ciclo de stop and go: el fuerte crecimiento del PIB provoca aumento de las importaciones (mayor crecimiento que las exportaciones), que genera un creciente desequilibrio en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Para detener este fenómeno se producen las devaluaciones, que, dado el contexto de crecimiento genera una inflación fuera de control, empeorando la distribución, mientras la economía se enfría y se neutralizan los efectos del crecimiento económico anterior, condenando asi al país a un subdesarrollo perpetuo.  Para no olvidar la ausencia de estadísticas fiables sobre la inflación y una cierta timidez del gobierno nacional a tomar nota de los orígenes de la naturaleza distributiva de este fenómeno (que se manifestó con fuerza desde 2009, año en el que el salario real ha vuelto a los niveles anteriores a la crisis y no en cambio debido al exceso de gasto público, como argumentan Frenkel y Bagnai) e intervenir con una política de ingresos adecuada y controles de capital.


Sin embargo, lo que creemos que merece ser destacado es que en contraste, mientras en la UE domina el pensamiento económico ortodoxo y las recetas neoliberales propugnadas por instituciones internacionales, el Keynes menos domesticado y el estructuralismo económico heterodoxo ha encontrado hospitalidad en el palacio de gobierno de la economía argentina. Basta recordar, a modo de ejemplo, el requisito reciente a los bancos y compañías de seguros para destinar el 5% de los depósitos a la inversión productiva en sectores estratégicos establecidos por la Subsecretaría de Planificación (!): Lo que en Italia haría gritar al régimen de bolchevique, parece que todavía será capaz de garantizar el crecimiento económico de Argentina, a pesar de la situación internacional en general y algunas cuestiones no resueltas. ¿Tomarán nota el gobierno y sus adeptos italianos?


*Roberto Lampa (Universidad de Buenos Aires) e Alejandro Fiorito (Universidad Nacional de Lujan)

 link