El viejo Almacén. BsAs

Surplus Approach

“Es necesario volver a la economía política de los Fisiócratas, Smith, Ricardo y Marx. Y uno debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y, ii) seguir y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica como se vino desarrollando desde “Petty, Cantillón, los Fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx”. Este natural y consistente flujo de ideas ha sido repentinamente interrumpido y enterrado debajo de todo, invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de una ola marina de economía marginal. Debe ser rescatada."
Luigi Pasinetti


ISSN 1853-0419

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9 nov 2014

La influencia económica del Tío Sam


 

 

Algunas confusiones


Por Juan Matías De Lucchi *


La reciente y esperada decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) de dar por finalizado su tercer programa de compras de bonos del tesoro y títulos respaldados por hipotecas, conocido como Quantitative Easing 3, ha generado algunas confusiones. A partir de la crisis de 2008, los principales bancos centrales se lanzaron masivamente a comprar activos en poder del sector financiero a fin de recomponer los balances privados en situación de insolvencia. Desde entonces, las sucesivas compras de activos (QEs) y sus repercusiones sobre la tasa de interés (zero lower bound) han dado lugar a una política monetaria “no convencional”.


Como resultado de los QEs los bancos han acumulado un creciente exceso de reservas bancarias. La razón ha sido la siguiente: en un contexto de desapalancamiento del sector privado, dado que la oferta monetaria es endógena, la única opción para los bancos ha sido la de atesorar dinero. ¿Por qué no aplicar en títulos públicos? Porque los títulos públicos remuneran lo mismo que lo que remunera la Fed por el exceso de reservas (casi cero). Dicho de otro modo, los QEs han sido la contracara de la “preferencia por liquidez” de los bancos, pero no porque éstos le teman a la “incertidumbre” del futuro sino simplemente porque no han tenido otra alternativa segura más rentable. Por esta razón el “multiplicador del crédito” no ha sido ni estable ni mayor a uno, como el monetarismo sostiene.


Al cabo de seis años, la política monetaria “no convencional” demostró ser efectiva al momento de rescatar bancos y sanear el sistema financiero (el Lehman Brothers no “quebró”, se lo dejó caer). Como era de esperar, sólo el banco central, en tanto prestador de última instancia, tiene la capacidad operativa de cubrir el riesgo sistémico que cíclicamente generan los mercados financieros desregulados y excesivamente apalancados. Sin embargo, también como era de esperar, la política monetaria fue inefectiva como estímulo de la demanda agregada.


Un “multiplicador del crédito” ex post menor a uno (digamos 0,75) no es más que la expresión financiera de la insensibilidad de la inversión privada a la tasa de interés. Asimismo, como los hogares se han estado desapalancando desde la crisis, ni siquiera ya se puede esperar un efecto expansivo por el lado del crédito al consumo. Por lo tanto, sólo la política fiscal podría aportar la demanda autónoma necesaria para recobrar un sendero de crecimiento sostenido. No obstante, en general, la política monetaria “no convencional” ha sido erróneamente acompañada de austeridad fiscal.

Lo que se dice tradicionalmente es que las tasas de interés próximas a cero aumentan las expectativas inflacionarias del sector privado. Así, a través de supuestas decisiones intertemporales, los privados preferirían gastar hoy y no mañana. Sin embargo, desde 2012 la inflación ha estado cayendo en Estados Unidos, el Reino Unido y la Eurozona.


El QE3 americano finalizó, pero ello no significa necesariamente que no puedan volver a implementarse otros QEs en el futuro. Después de todo, también en algún momento terminó el QE1 y el QE2. Por otro lado, la finalización del QE3 no significa necesariamente un aumento da la tasa de interés, ya que la Fed no necesita intervenir masivamente para fijar la tasa. Es verdad que se rumorea un posible aumento el año que viene, pero aun así resulta difícil imaginar un giro hacia una política monetaria contractiva cuando todavía la economía norteamericana y el resto de las economías desarrolladas están lejos de una plena recuperación. Si bien el desempleo bajó al 6 por ciento tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido, en la Eurozona todavía se ubica en 11,5 por ciento.


Más allá de la posible incomodidad con que conviven los principales banqueros centrales con este expansionismo monetario, creo que el mundo periférico todavía gozará de un escenario internacional de “plata dulce”. Quizá la prueba la dio el Banco de Japón, que dos días después de la finalización del QE3 estadounidense anunció una importante expansión de su propio QE. No pudiendo ser más elocuente el caso, vale recordar que los QEs son en realidad “tecnología japonesa”. El Banco de Japón viene realizando este tipo de compras de activos desde el 19 de marzo de 2001.


* Investigador Cefidar.




Bye-bye yanquis?


Por Alejandro Fiorito *


Desde la última crisis internacional de 2008, buena parte de economistas de toda laya convergió –nuevamente– hacia pronósticos de insustentabilidad del endeudamiento norteamericano. Desde los ’70, y en diversos momentos, marxistas como Shaikh, Arrighi; poskeynesianos como Blecker o Palley y hasta estructuralistas como Furtado se han manifestado en ese sentido. Ni qué hablar con las visiones marginalistas, que suponen a las economías capitalistas tendientes siempre al pleno empleo y por lo tanto todo el problema de insustentabilidad estaría manifestado por un ecuménico “exceso de demanda”. Sin embargo, el crecimiento del producto en los ’90 fue el menor desde la posguerra, con menos de un 3 por ciento promedio, y con enormes excesos de capacidad productiva a la salida de las burbujas en 2001 y 2008, y cuyo promedio de utilización fue del 77 por ciento.


Tampoco se observó la noción convencional por la que se considera para Estados Unidos que una tasa de desempleo menor al 6 por ciento debería implicar una elevación de la inflación. Inversamente, de 1995 a 2003 y de 2004 a 2008 el nivel de desempleo bajó de ese “umbral” y la tendencia inflacionaria bajó sistemáticamente. Eso –por supuesto– no evitó que un banco sueco otorgara en 2006 el Premio Nobel de Economía a E. Phelps, coautor junto a Friedman de esta relación híper-refutada. En definitiva, los datos no parecen indicar ninguna restricción de oferta para el crecimiento norteamericano.


Al ser el país emisor de la moneda hegemónica no tiene restricciones “externas” como el resto de los países. Los mayores grados de libertad de Estados Unidos se basan en no tener ninguna paridad fija con el oro ni otra moneda: se trata de la primera moneda fiduciaria global y que además puede sin problemas ser flexible. En efecto, cualquier país hegemónico históricamente debía preocuparse por no tener sistemáticas cuentas corrientes negativas y caídas del valor de su moneda, puesto que generaría corridas hacia el oro y perdería su status dominante, como Inglaterra desde 1918 al 1930. Eso no corre actualmente para Estados Unidos: en 34 años, sólo tuvo 6 años con cuenta corriente positiva. (Ver ACA)


El patrón dólar-oro dominante (1945-1971) en la Guerra Fría finalizó novedosamente en 1971 con la salida de esa convertibilidad metálica, rompiendo exitosamente el acuerdo de Bretton Woods e iniciando un nuevo “patrón dólar flexible”. Algunas peculiaridades que no son observadas por los especialistas:


- Casi todos los pasivos e importaciones de Estados Unidos están nominados en dólares y con cada desvalorización caen su deuda externa y el valor de sus importaciones, siendo perjudicados los países acreedores y no Estados Unidos. En el mismo sentido, el 60 por ciento de los activos de Estados Unidos se encuentra nominado en otras monedas.


- Su importación de petróleo no es afectada inmediatamente por la desvalorización del dólar, dado que su precio es fijado en dólares.


- Controla la tasa de interés de su propia deuda externa, configurando una verdadera banca central mundial.


- No existe relación sistemática entre la desvalorización del dólar y la tendencia del tipo de interés de largo plazo.


¡Una corrida contra el dólar se da... hacia el dólar! 

Luego de la última crisis “subprime”, el dólar salió fortalecido:


- De 2010 a 2013 el dólar mejoró su participación en el monto de volúmenes negociados del 84,9 al 87 por ciento. BIS Triennial Central Bank Survey, (2013)


- El porcentaje de facturación de comercio exterior en dólares es del 95 por ciento en Estados Unidos, del 33 por ciento en la Unión Europea y del 52,4 por ciento en Japón. Goldberg and Tille (2008)


- El dólar como moneda de reserva interestatal se mantiene constante en aproximadamente un 60 por ciento.

(COFER)-FMI (2014)


- Un pequeño número de instituciones financieras, básicamente, controla la inmensa mayoría de las empresas transnacionales En el puesto 50 se encuentra una petrolera china, después de 24 norteamericanas, 8 inglesas, entre otras. (Ver Naked Keynesianism de Vernengo)


Con más duración que el anterior patrón de Bretton Woods, el actual no parece tener fecha de vencimiento cerca. De la mano de “Nixinger”, como bautizó a la gestión Gregorio Selser, el complejo militar-industrial y científico-técnico norteamericano logró ganar la Guerra Fría, disminuir la posición negociadora de sus trabajadores (los salarios mínimos quedaron desde 1997 al 2007 sin cambios) y consolidar su liderazgo innovativo y militar frente a otros estados.


Desde la Guerra de Vietnam sobrevive la creencia de la decadencia norteamericana y el diagnóstico recurrente de debacle se nutre de muchos mitos y deseos que no configuran un buen diagnóstico para entender el estado actual de la competencia interestatal.


* Economista. Profesor de la Universidad de Luján.

Original: Pagina12

26 abr 2009

No hay yuan que por dólar no venga


Por Alejandro Fiorito *







Con la crisis económica actual se ha instalado el debate sobre la posibilidad de que el dólar pierda su posición de moneda mundial, en la “sencilla” idea de su reemplazo por otra moneda como el euro o el yuan en virtud de supuestas “debilidades económicas” de Estados Unidos. El dólar es desde hace más de tres décadas dinero mundial, no convertible sin respaldo en mercancía metálica alguna. Su vigencia como tal no reside principalmente en un intuitivo “éter económico” que mejor facilite las transacciones mundiales, sino en un conjunto de condiciones referidas al poder del Estado norteamericano ampliamente considerado. Referencias a desarrollo tecnológico, cultural, comercial y militar son datos imposibles de soslayar sin caer en un economicismo redundante en una limitada teoría cuantitativa del dinero. Pero aun considerando sólo aspectos meramente comerciales, Estados Unidos sigue siendo el principal importador del mundo, con un volumen de comercio de aproximadamente el 20 por ciento del total mundial.
Estados Unidos emite sus dólares y, como un “gran estómago” mundial, financia la producción del resto del mundo. China, no siendo una excepción, aprovechó esto como ningún otro país, creciendo a tasas del 10 por ciento y ampliando su mercado interno con políticas expansivas de su gasto público. Su crecimiento acelerado le permitió la acumulación de reservas en dólares vía exportaciones e inversiones externas directas de las multinacionales norteamericanas y administrando un tipo de cambio afín a ese objetivo. Dicha estrategia de crecimiento de China cambiaría mucho si hipotéticamente se viera en la responsabilidad de reconocer al yuan con un status similar al dólar. No parece ser lo que sucede. Aunque todo lo anterior no obsta para que existan “tires y aflojes” entre China y Estados Unidos, donde a la salida de esta crisis probablemente China verá incrementado su poder de negociación con la primera potencia.
Los swaps de monedas corresponden a la misma estrategia de defensa de su inserción comercial, donde China fortalece su posición exportadora, financiando con su moneda las importaciones de origen chino del otro país. El arreglo entre los bancos centrales de la Argentina y China, por 10.000 millones de dólares y otros acuerdos en la región como con Brasil, permitirá aliviar la restricción externa de nuestro país, dando así señal de que no se devaluará de manera abrupta en punto a defender la balanza comercial –que en dos meses cayó un 10 por ciento respecto de 2008– como piden los industriales. Cabe recordar que históricamente las devaluaciones vinieron de la mano de gobiernos conservadores y militares y no en gobiernos populares. Sin embargo, el anticipo de las elecciones abre interrogantes y diversas posibilidades no excluyentes sobre el curso futuro de la economía.
1) Si se sigue el actual camino de facto del Banco Central “goteando” el tipo de cambio, que no convence ni a “tirios ni a troyanos” puesto que no logra reconstituir un tipo de cambio competitivo, sino que acentúa la tendencia especulativa contra el peso y sin modificar el tipo de cambio real, si el dólar llega a 4 pesos a fin de año junto con una inflación del 15 por ciento, no habría cambio real. Por esta vía el Banco Central parece desandar parcialmente la vía de “ahorrar” dólares con swaps, no cuidando las divisas en medio de una depresión.
2) Si se acuerda con el Fondo Monetario Internacional, no está claro que los 2500 millones de dólares por los DEG que nos corresponden vengan sin condicionamientos neoclásicos recesivos e inviables, con ajustes que amplían saldos en dólares para pagar la deuda y que terminan “matando al paciente” que los recibe.
3) Si, en cambio, se devaluara, es muy probable que también se dé un resultado contractivo, puesto que las devaluaciones en la Argentina deprimen el consumo y con éste, las inversiones. Para evitarlo se debería compensar la pérdida de los sectores que tienen ingresos en pesos, lo que implica subas y no bajas de los derechos de exportación a la renta del agro, a contramano de lo que se hizo en los últimos meses.
El modelo iniciado en el 2003 fue “deslizándose” hacia otro distinto en el que, con tipo de cambio “retrasado” (¡y nadie sabe cuánto!) junto a la “obsesión del superávit fiscal”, la producción interna y el empleo sólo pueden mermar: en dos meses de 2009, cayeron un 38 por ciento las importaciones. La restricción externa fue y es un límite histórico específico a nuestro crecimiento, pero no quita que la restricción por falta de demanda “keynesiana” se vuelva igual o más importante en esta coyuntura.
Si se mira afuera, el comercio mundial cayó en nueve meses más que en la crisis del ‘29. Es necesaria entonces una política que oriente el gasto expansivamente hacia la sustitución de importaciones, subvención de exportaciones y control de capitales para minimizar los efectos de la depresión económica mundial. Por acá los escollos siguen siendo políticos y muchos “bailan en la cubierta”.
* Grupo Luján – UNLU - UBA.

Original: Pagina 12

1 mar 2009

El Poder del dolar






Por Alejandro Fiorito *
La ortodoxia, además de mantener causalidades desde la oferta para explicar el crecimiento real de la economía, manifiesta respecto del dinero una creencia que no es pertinente con la realidad: la de que cada pieza de papel o moneda fundamenta su valor en una mercancía (oro, etc.) sin diferencias con la teoría metalista elaborada por Hume en el siglo XVIII.
El dinero representa en realidad el poder del Estado y no tiene un vínculo necesario con una mercancía para obtener su valor de cambio. Históricamente los Estados eligieron el medio con que cobrar sus impuestos. Los bancos se plegaron a este poder desde los inicios del capitalismo conformando la existencia del dinero como una deuda: los créditos generan los depósitos. La población ciudadana en cada nación tuvo ventajas y no opciones para aceptarlo y naturalizarlo luego.
Esta causalidad es en general anulada del análisis tradicional, que basada en dinero-mercancía, justifica los ajustes ortodoxos en los países normales y adquiere ribetes de total incomprensión ante el caso singular de Estados Unidos con su dinero singular, mundial: el dólar inconvertible aceptado por el resto del mundo. En efecto, desde 1971, Estados Unidos declara que no convertirá cada dólar en algún valor con respaldo en oro.
Con la reciente crisis, se ha dicho de todo, y en general sin dejar de ver a Estados Unidos como un país más. El plan de apoyo fiscal de Obama vuelve a resucitar el tema sin ver las asimetrías que permiten a Estados Unidos sostener un patrón dólar flexible por más tiempo que el patrón dólar-oro de Bretton Woods. Rápidamente se repiten ecuménicamente esquemas de pensamiento ortodoxo: a causa de la merma de valor del dólar los gobiernos y los privados en el mundo comenzarán a vender sus activos en dólares, generando suba de tasa de interés e inflación en Estados Unidos y una fuga hacia otra moneda mundial.
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* Investigador y docente del Grupo Luján, UNLU y UBA.