El viejo Almacén. BsAs

Surplus Approach

“Es necesario volver a la economía política de los Fisiócratas, Smith, Ricardo y Marx. Y uno debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y, ii) seguir y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica como se vino desarrollando desde “Petty, Cantillón, los Fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx”. Este natural y consistente flujo de ideas ha sido repentinamente interrumpido y enterrado debajo de todo, invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de una ola marina de economía marginal. Debe ser rescatada."
Luigi Pasinetti


ISSN 1853-0419

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4 sept 2011

Sacando la Demanda Efectiva de la Galera



Por Fabián Amico


Astarita volvió a la carga con una nueva (extensa) crítica , aunque sigue sin poder responder cuestiones básicas y entiende mal lo que quiere criticar. Dice que “en la opinión de Amico, afirmar que la economía está liderada por la inversión, o la acumulación, equivale a sostener que el crecimiento potencial de la economía está dominado por la ley de Say”, cuando no tiene evidencia textual de tal cosa. Sostuve lo que muchos economistas heterodoxos (sraffianos, kaleckianos, postkeynesianos) dicen, a saber: 1) que la inversión es fundamental “porque es el principal canal de crecimiento del producto potencial y el mecanismo fundamental de impulso de la productividad y de la actualización tecnológica” (ver Amico, Fiorito & Hang, 2011, pág.71); 2) que es una variable inducida por el crecimiento esperado de la demanda efectiva dada la relación capital-producto.

Luego Astarita se mete en un problema del cual no logra salir. Dice:

“Fabián Amico, y otros economistas kichneristas han planteado (véase Amico, Fiorito y Hang, 2011) que la inversión no depende de las ganancias, sino del crecimiento esperado de la demanda y de la relación capital-producto. Pero si esto es así, no habría motivos endógenos para que ocurra una crisis; en una economía en expansión, ¿por qué va a debilitarse la inversión, si ésta depende de la demanda que se está expandiendo? El giro hacia la crisis permanece inexplicado”.

Esto revela sus dificultades para razonar en términos de un enfoque diferente. Si la hipótesis es que la inversión depende del crecimiento esperado de la demanda, “¿por qué va a debilitarse la inversión, si ésta depende de la demanda que se está expandiendo?”, evidentemente solo podría ocurrir porque la demanda deja de expandirse. Es como si yo intentara “refutar” su tesis de que la inversión depende de tasa de ganancia, diciendo que “¿cómo entonces va a caer la inversión si las ganancias aumentan?”, a lo cual él me diría –con su lógica- que sería porque las ganancias se debilitan. Después dice:

“Aquí el malthusiano-keynesiano (¿”malthusiano”?) interrumpe, impaciente (¿impaciente?). ¿Para qué van a invertir los capitalistas, si tienen capacidad ociosa?”.

Dice que hay dos razones:

“Primero, capitalistas que se han mantenido líquidos pueden considerar conveniente comprar empresas y otros medios de producción o transporte que se han devaluado con la crisis”.

OK. Supongamos un modelo de dos capitalistas. Hay recesión. Uno le compra la empresa al otro. ¿Por qué va a aumentar la inversión (la capacidad productiva)? Luego dice:

“también en determinado punto entra dinero en el mercado accionario. Estas inyecciones de líquido son elementos reactivadores, y mejoran las condiciones del crédito de las empresas”.

¿Por qué las inyecciones de liquidez serían reactivantes? Es extraño porque Astarita criticó la idea –que nunca sostuve- de que la expansión monetaria puede ser per sé reactivante , y ahora sugiere que “las inyecciones de líquido son elementos reactivadores” (¿?). Con esto, sigue preso de una lógica monetarista, ya que solo en los modelos neoclásicos la demanda global puede depender de la oferta monetaria. En las visiones heterodoxas (keynesianas y kaleckianas), dado que la oferta monetaria es una variable endógena, esta no puede determinar la demanda global (como prueba está el quantitative easing). El punto central es que si los inversores no gastan (y esto es probable porque tienen una propensión a consumir muy baja) no hay recuperación alguna. Y, finalmente, aunque mejoren “las condiciones del crédito de las empresas”, ¿quién va a pedir un crédito para inversión en medio de la recesión si no hay a quién venderle? Luego dice:

“En segundo término, se recuperan los inventarios. Así como en el inicio de la crisis los capitalistas tratan de bajar inventarios rápidamente, a los primeros síntomas de recuperación de la demanda, recomponen inventarios”.

¡Extraordinario! Los inventarios se recuperan… pero, como el mismo Astarita dice, tal recuperación responde a los primeros “síntomas” de una recuperación previa… ¡de la demanda! (y no de las ganancias). Tomando prestada una metáfora de Joan Robinson, podría decirse que Astarita “¡puso el conejo en la galera a plena vista del público!.

El problema de fondo es que Astarita no comprende el rol de los gastos autónomos “improductivos” como rasgo básico del motor de crecimiento de las economías capitalistas. En este caso, la respuesta a la pregunta: ¿por qué, en determinado punto de la fase alcista se debilita la demanda?, no encierra ningún misterio. A su vez, habiendo entendido esto, su pretensión de vincular tal caída de la demanda con una disminución de la tasa de ganancias carece de sentido.

Un ejemplo. Asumamos que la fase de alza (el pico) no es necesariamente un máximo. Es simplemente el punto al cual llegó la economía dada una cierta expansión de la demanda (no hay “pleno empleo”). Como dice Astarita, tenemos salarios y ganancias. Entonces:

Y = Cw+Ck+I

O sea Y (producto) es igual al consumo de los trabajadores (Cw) más el consumo de los capitalistas (Ck) más la inversión (I). No hay estado ni comercio exterior. Haciendo el Cw inducido (cY) y la inversión inducida (I=gY.v) queda:

Y = Ck / (1-c-gv)

Y la economía crece a la tasa dada por Ck (gasto autónomo) dado el multiplicador (1/(1-c-gv). En este modelo, el producto (Y) crece al ritmo de aumento del gasto autónomo Ck (dado el multiplicador) y el crecimiento se debilita cuando se reduce el ritmo de aumento de esa demanda autónoma, sin necesidad de que existan cambios en la ganancia normal. Precisamente, el crecimiento por demanda es posible debido a la autonomía, al menos parcial, de algunas de las fuentes de demanda, y solo se puede hablar de crecimiento impulsado por demanda, cuando al menos una parte de la demanda es independiente (autónoma) del propio crecimiento . En el modelo simple antes bosquejado, ese gasto autónomo es el consumo capitalista, puesto que es una demanda que no resulta inducida por las decisiones de producir. En un modelo más amplio y realista, otras fuentes de demanda autónoma serían el gasto público y las exportaciones. Luego, la inversión –para ser sustentable- seguirá la tendencia de esos gastos autónomos: no puede aumentar sin un mercado que la justifique. En este contexto, y como enseñaba Kalecki (basado en Marx), la única ganancia que cuenta es la realizada. Toda otra ganancia es apenas potencial.

25 jul 2011

Sobre las Fluctuaciones del Producto y la Inversión: Aquiles y la Tortuga









Por Eduardo Crespo*




En su furibunda respuesta a Fabián Amico, José Tapia indica que existen pruebas muy fehacientes de que la inversión fluctúa más que el producto, es decir, estaría probado que la inversión crece más que el producto durante las expansiones y que cae más que éste en períodos de contracción. Tapia coloca esta evidencia como prueba de que es la inversión quien determina al producto y no a la inversa. Lo apuntado por Tapia es un hecho estilizado que está fuera de discusión. Sin embargo, no es una prueba de la causalidad apuntada por él. Es decir, que la inversión fluctúe más que el producto no indica que la misma ‘cause’ el producto o que el crecimiento del producto sea una variable dependiente de la tasa de ganancia normal.
Veamos el asunto con un poco más de detalle. Tenemos la conocida ecuación referida del crecimiento del stock de capital:

s/v u=gk
s=S/Y
v=K/Y*
u=Y/Y*

Donde ‘s’ es la tasa de ahorro; ‘S’ el ahorro agregado; ‘Y’ el producto efectivo; Y* el producto normal para un dado stock de capital; ‘K’ el stock de capital agregado; ‘v’ la relación capital-producto normal (porque está referida al producto normal); ‘u’ el grado de utilización de la capacidad productiva; ‘gk’ la tasa de crecimiento del stock de capital.

Para ejemplificar la cuestión partimos de una situación en la cual el grado de utilización es normal, es decir, asumimos u=1 (Y=Y*). Supongamos que s=0,1 y que v=2. Es decir, tenemos una tasa de ahorro del 10% del producto y la relación capital-producto normal es igual a 2. También para simplificar asumamos que el stock de capital no se desgasta, es decir, la tasa de amortización es nula.

Si con estos datos colocáramos la condición de que el grado de utilización se mantiene en su nivel normal (u=1) período tras período, la economía y el stock de capital estarán creciendo al 5% de un período al otro. Hasta ahora sólo hemos definido las condiciones de un crecimiento del producto con grado de utilización normal sin establecer ninguna relación de causalidad. Introduzcamos, entonces, una relación de causalidad. Pongamos que la inversión persigue al producto, argumento que defiende Amico y que rechaza Tapia. Supongamos que de un período al otro, por cualquier motivo, el producto pasa a crecer a una tasa mayor al 5%, por ejemplo, al 10%.

Si no modificamos ningún otro dato, de un período al otro el producto (Y) habrá crecido un 10%, el stock de capital (K) lo habrá hecho en un 5,5%, es decir, gk=0,055 (s=0,1; v=2; u=1,1), y el grado de utilización acabó siendo mayor al normal (u>1).

Al inicio del período siguiente el stock de capital, y consecuentemente el producto normal (Y*), son mayores, como ya se indicó, en un 5,5%. Si quienes deciden las inversiones desean que su nivel de utilización de la capacidad instalada sea normal, lo lógico es que aumenten su tasa de inversión (I/Y=S/Y). Ahora bien, ¿a qué nivel deberían hacerlo? Si el producto sigue creciendo al 10% período tras período, lo lógico sería aumentar la tasa de inversión hasta un nivel gracias al cual el stock de capital pueda alcanzar aquel nivel que garantiza una utilización normal de la capacidad.


Veamos algunos ejemplos, si la tasa de inversión ahora pasa a ser del 20% (s=0,2), el volumen agregado de inversión estará creciendo al 10% todos los períodos. Sin embargo, a dicha tasa el stock de capital NUNCA va a alcanzar aquel nivel que garantiza una utilización normal. Y el motivo es que en el período inicial bajo análisis el producto creció más que dicho stock, y a partir de ahí, para tasas de crecimientos idénticas (10%), la diferencia inicial no se recupera jamás. Para que el stock de capital alcance dicho nivel el volumen de inversión, al menos durante un tiempo, debería crecer a una tasa MAYOR al 10%.

Y esto es precisamente lo que muestra la evidencia empírica apuntada por Tapia. Es decir, que durante las expansiones el volumen de inversión crece a una tasa MAYOR que el producto. El razonamiento es simétrico para el caso en el cual el producto pasa a crecer a una tasa menor de un período al otro. En esta situación, si el grado de utilización va a tender a retornar a su nivel normal, lo es esperable sería que el volumen de inversión crezca a una tasa aún MENOR a aquella del producto al menos por un cierto período de tiempo. Y esto, también confirmaría lo apuntado por Tapia: durante las desaceleraciones la inversión crece a una tasa MENOR al producto.


Una explicación más simple

Podemos explicar todo esto con un ejemplo más simple y didáctico. Pongamos que tenemos una carrera entre dos contrincantes, otra vez, entre Aquiles y la Tortuga. Al inicio ambos arrancan a la misma velocidad, pongamos, a 10 Km por hora, y se mantienen en la misma línea. En algún momento del recorrido Aquiles acelera y aumenta su velocidad a 12 Km por hora y le saca una determinada ventaja, una distancia, a la Tortuga.

Si la tortuga empieza a correr también a 12 km/h la distancia entre ella y Aquiles dejará de aumentar, pero no se va a reducir hasta tanto la tortuga no corra a una velocidad MAYOR a 12 km por hora…
De igual modo, si ambos arrancan a 10 km/h y en un punto del recorrido Aquiles desacelera y empieza a correr a 8 Km por hora, la tortuga le sacará una determinada distancia. Si luego la tortuga también empieza a correr a 8 Km por hora, la distancia que inicialmente le sacó a Aquiles se mantendrá contante hasta tanto la tortuga decida correr a una velocidad MENOR a 8 km por hora…

En síntesis el PERSEGUIDOR (o furgón de cola) verá obligado a correr a velocidades mayores, o menores, que su PRESA en la medida en que ésta se le escale y se le quede rezagada… Y si observamos las trayectorias respectivas vamos a comprobar que quien persigue acelera o desacelera en forma más pronunciada que su presa…

En otras palabras, la evidencia que Tapia ofrece a su favor es perfectamente compatible con la idea de que la inversión sigue al producto ‘como furgón de cola’, es decir, con aquello que indica el acelerador.

Ahora bien, ¿compatibilidad en este caso indica causalidad? ¿Esta evidencia empírica podría también ser compatible con la idea de que es el producto el que sigue a la inversión?
Sí, siempre y cuando podamos observar las siguientes situaciones:

1) Durante las expansiones el grado de utilización (u) debería DISMINUIR.
2) Durante las contracciones (y desaceleraciones) el grado de utilización debería AUMENTAR….

Si alguien encuentra evidencia empírica de esto último habría que darles la razón a Tapia y Astarita… Entre los marxistas que defienden estas nociones rara vez se distingue entre tasa de ganancia normal y efectiva, el grado de utilización de la capacidad en general nunca se menciona, etc. En fin, es sorprendente que buena parte de la profesión (¿por motivos ideológicos?) haya abandonado algo tan simple e intuitivo como el acelerador para reemplazarlo por nociones tan ridículas como el crecimiento profit-led.


*Profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro

24 jul 2011

Sobre Apagones, Ley de Say y Economías Profit-led






por Fabián Amico


José Tapia ha realizado diversas críticas a un reciente texto mío sobre la relación entre ciertas visiones marxistas y el crecimiento de las economías capitalistas (ver). En primer lugar, me critica que adjudico a Marx la posición de que el nivel de producto viene dado por la Ley de Say. Como es sabido, Ricardo y James Mill sostuvieron que los desajustes de la producción, con algunos sectores con excesos de oferta y otros (contrabalanceando) con excesos de demanda, son de naturaleza transitoria. Solo Malthus, entre las figuras prominentes de la época, creía que los excesos de oferta podían ser persistentes, pero se basó en un razonamiento defectuoso.

Marx criticó abiertamente a Ricardo y su posición sobre la Ley de Say. Consideró que el dinero es un determinante crucial de la posibilidad de un “exceso generalizado de mercancías”. Dada la famosa secuencia D – M ... P … M´- D´, las dos fases (D – M y M´- D´) ya no necesariamente deben coincidir en el tiempo como en el trueque. Y no hay razón para que esto resulte confinado a unos pocos sectores y no se traslade al agregado. En la visión de Marx, Ricardo podía rechazar esta posibilidad solo negando que el capitalismo es un sistema monetario.

Pero las diferencias entre Marx y Ricardo tienen menos que ver con la estructura teórica subyacente (Garegnani, 1984), que con el peso asignado a ciertos rasgos institucionales del capitalismo (los mercados de dinero y crédito) que impedirían un ajuste suave. En cualquier caso, Marx consideraba las crisis como desviaciones temporarias (aunque inevitablemente recurrentes) respecto de la posición "normal" o del sendero caracterizado por la igualdad de oferta agregada y demanda agregada (Mongiovi, 1990). Como escribió el propio Marx:

“Cuando Adam Smith explica la caída en la tasa de ganancia por una sobreabundancia de capital, está hablando de un efecto permanente y eso está mal. En contraste con esto, la transitoria sobreabundancia de capital, el exceso de producción y las crisis son algo diferente. Crisis permanentes no existen” (Marx, 1861-3, énfasis agregado).

Dumenil & Levy (1999), por ejemplo, tratan de explicar esta convergencia hacia un equilibrio de largo plazo articulada con las fluctuaciones y crisis cíclicas. Así, en Marx el nivel general de actividad “gravitaría” alrededor de ese equilibrio de largo plazo con una utilización normal de la capacidad productiva y, de hecho, la tendencia de la economía sería gobernada por la Ley de Say: la demanda determinaría los niveles de actividad en el corto plazo, pero en el largo plazo el crecimiento sería determinado por condiciones de oferta. Por tal razón, Marx y los clásicos (con excepción de Malthus) tenían opiniones similares acerca de la naturaleza temporal de la crisis, aún mostrando posiciones diferentes respecto de la Ley de Say (Ricardo y James Mill aceptandola sin condiciones, John Stuart Mill con una aceptación condicionada y Marx rechazándola abiertamente, pero sin abandonar su causalidad subyacente).

Una de las implicaciones de la Ley de Say es que si los capitalistas cometen un error y producen una cantidad mayor a la consistente con la demanda agregada ex ante, la demanda agregada ex post subirá y corregirá el error. Pero de acuerdo con la teoría keynesiana, un error ex ante de los empresarios llevará a una acumulación no deseada de inventarios y una consiguiente reducción en el nivel de actividad, hasta que el valor de la producción sea igual al gasto planeado. Dicho de otro modo: la Ley de Say afirma que cualquier nivel de producción que se produce se vende, mientras que la teoría de la demanda efectiva afirma que la economía tenderá a producir el nivel de producto que puede ser vendido.

Dado que el análisis clásico no da ninguna explicación del nivel de producto (agregado o sectorial), cobra relevancia la teoría de la demanda efectiva de Keynes y Kalecki para la determinación del nivel del producto agregado. En los clásicos y en Marx, la Ley de Say es una herramienta que permite identificar el equilibrio macroeconómico según el cual el ahorro iguala a la inversión. Y refleja el supuesto de que esta condición de equilibrio se alcanzará a cualquier nivel de producción. Pero una vez que se dispone de una verdadera teoría del producto, consistente con el modelo clásico, la Ley de Say ya no es necesaria para neutralizar la posibilidad de desequilibrios persistentes de este tipo.

En segundo lugar, Tapia objeta parte de mi crítica alegando que si bien el aumento de la inversión hace aumentar el producto, “el aumento de la inversión forma ya parte del aumento de la demanda agregada”. El mecanismo sería que el aumento de las ganancias induce un aumento de la inversión y esta estimula una suba en la demanda y el producto. Sin embargo, si la rentabilidad aumenta pero el mercado se contrae, ningún empresario va a instalar nueva capacidad productiva si no tiene a quién venderle. Si un capitalista tiene capacidad ociosa –como ocurre en las crisis y recesiones-, ¿por qué habría de arriesgar capital en la forma de equipos e instalaciones ante un mercado que se contrae? Ni Tapia ni Astarita pueden responder esta pregunta sencilla porque asumen la causalidad implicada en la Ley de Say (i.e., la oferta engendra la demanda).

Luego Tapia incurre en otra confusión. Cuando afirmo que la tasa de ganancia efectiva aumenta con la demanda (y por ende Tapia capta en sus test un efecto de la demanda sobre el grado de utilización) cree que estoy diciendo que las ganancias “son demanda” y hace toda una perorata sobre este punto. Volviendo a las cuentas nacionales (ver desarrollo en “Izquierda y economía vulgar: Marx no tiene la culpa”) tenemos:

r = (u/v) [1 – (w/p)l]

Donde la tasa efectiva de ganancia (r) depende inversamente de la tasa de salario real (w/p, dada exógenamente) y positivamente del grado de utilización de la capacidad (u). De este modo, la tasa de ganancia efectiva (r) varía positivamente con el nivel de utilización (u). En los auges el grado de utilización sube, y esto sube la tasa de ganancia efectiva. A la inversa, en las recesiones el grado de utilización cae, y con ello cae la tasa efectiva de ganancias. Lo que Tapia no alcanza a ver es que es la demanda la variable que actúa estimulando la inversión incidiendo sobre el grado de utilización.

Así, hay una correlación entre los niveles de utilización y la tasa de ganancia efectiva producto de las oscilaciones de la demanda agregada. Cuando Tapia se topa con el resultado estadístico según el cual la tasa de ganancia efectiva “explicaría” el nivel de inversión, en realidad está captando el impacto de la demanda sobre el nivel de utilización y de éste sobre la inversión. De modo que, en verdad, es la demanda (y no la ganancia) la que determina el ritmo y la forma de la acumulación de capital. Así, Tapia está capturando el efecto acelerador, es decir, la influencia la demanda sobre los cambios en el nivel de utilización y de éste sobre la acumulación de capital.

En tercer lugar, dice que yo sostengo que “la inversión no tiene el papel clave” que Astarita y él le atribuyen, al decir que “la inversión no es la locomotora del sistema, sino que es su furgón de cola”. Esto es falso. En un trabajo reciente, donde se explica el mecanismo del acelerador, por el cual la inversión reacciona ante la demanda, se dice:

“Este canal es fundamental para la política macroeconómica y para la estrategia de desarrollo porque la inversión es el principal canal de crecimiento del producto potencial y el mecanismo fundamental de impulso de la productividad y de la actualización tecnológica” (Amico, Fiorito; Hang, 2011, pág.71, énfasis agregado).

Al decir que la inversión es el “furgón de cola” del sistema se está aludiendo a la causalidad: la inversión aumenta porque la economía crece y no a la inversa. Es, por ende, una variable inducida. Tapia mismo considera a la inversión tan fundamental y endógena como yo, solo que él creé que es inducida por ganancias.

Curiosamente, como toda demostración de que la economía estadounidense es profit-led, dice que “caben muy pocas dudas” de ello (sic) y que “varios autores han dado un sí relativamente claro a esa pregunta”. OK, pero ¿es este un argumento? Tapia defiende el test de “causalidad” de Granger como si fuera un sinónimo de causalidad teórica. Sostiene que la prueba de Granger indica si los valores de una variable A se explican mejor con auxilio de los valores anteriores de la variable B. Y ofrece un ejemplo. Dice:

“…si la variable A son los apagones, las interrupciones del suministro eléctrico, y la variable B son las condiciones climáticas, es evidente que hay causalidad tipo Granger desde B a A, porque los apagones se explican a menudo por tormentas o periodos de temperaturas extremas, mientras que las condiciones del suministro de electricidad no contribuyen de ninguna forma a explicar las condiciones meteorológicas”.

Tapia confunde otra vez las cosas. La causalidad en el sentido de Granger refiere a una precedencia temporal, como surge del propio ejemplo. ¿O quizás Tapia creé que las tormentas son la causa de los apagones? En verdad, una tormenta no es condición necesaria para un apagón. Por eso dice “a menudo” (este punto me fue señalado por Nahuel Guaita en una crítica a Tapia). Quizás los problemas de mantenimiento del sistema eléctrico sean la causa de que en las tormentas se produzcan apagones. Luego Tapia me increpa: “¿Es que acaso cree Amico que la noción de causalidad no es aceptable?”. ¿Cuál causalidad?

Por último, Tapia no comprende mi frase “las ganancias (demanda) preceden a la inversión, en tanto la inversión no tiene por qué preceder a las ganancias (demanda)”. La frase significa simplemente que el test econométrico que él realizó puede interpretarse más adecuadamente de otro modo: en lugar de decir que las ganancias “causan” la inversión, podría entenderse perfectamente en el sentido de que la demanda “causa” la inversión, ya que –como se explicó- la demanda impacta sobre el grado de utilización y esto induce el aumento de la inversión (a su vez, no necesariamente la inversión precede o “causa” la demanda). Es decir, la variable omitida (la demanda efectiva en nuestro caso) es la que “causa” la suba de la inversión. Las tormentas no necesariamente producen apagones.


Referencias:

Amico, F., Fiorito, A. & Hang, G. (2011). “Producto potencial y demanda en el largo plazo: hechos estilizados y reflexiones sobre el caso argentino reciente”, Cefid-Ar, Documento de Trabajo Nº 35, Enero de 2011.

Duménil, G. & Lévy, D. (1999). ”Ser keynesiano en el corto plazo y clásico en el largo plazo”, Análisis Económico, 1999, XIV (segundo semestre).

Garegnani, P. (1984). "Value and Distribution in the Classical Economists and Marx," Oxford Economic Papers, Oxford University Press, vol. 36(2), pages 291-325, June.

Marx, K. (1861-3). “Theories of Surplus Value”, Chapter XVII, Ricardo’s Theory of Accumulation and a Critique of it. (disponible en http://www.marxists.org/archive/marx/works/1863/theories-surplus-value/ch17.htm). O en español, en Teorías de la plusvalía, tomo II, Edit. Cartago, 1975, pág. 426.

Mongiovi, G. (1990). “Notes on say's law, classical economics and the theory of effective demand”, Contributions to Political Economy (1990) 9,69-32.