El viejo Almacén. BsAs

Surplus Approach

“Es necesario volver a la economía política de los Fisiócratas, Smith, Ricardo y Marx. Y uno debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y, ii) seguir y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica como se vino desarrollando desde “Petty, Cantillón, los Fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx”. Este natural y consistente flujo de ideas ha sido repentinamente interrumpido y enterrado debajo de todo, invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de una ola marina de economía marginal. Debe ser rescatada."
Luigi Pasinetti


ISSN 1853-0419

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Teorías del valor y la distribución una comparacion entre clásicos y neoclásicos

Fabio PETRI   Esta obra, traducida por UNM Editora, ha sido originalmente editada en Italia con el título: “Teorie del valore e del...

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28 nov 2013

Keynesianismo sin límites Falta una orientación comercial estratégica

Por Silvio Guaita*
Aceptadas la teorías de crecimiento lideradas por la demanda, no es esperable un aumento de la inversión (o de re-inversión de utilidades obtenidas en períodos anteriores) sin un aumento de la demanda efectiva. Ahora bien, garantizado dicho incremento, el límite al crecimiento de la expansión de la capacidad productiva se encuentra dado por la disponibilidad de divisas, es decir, la restricción externa. Esto se debe a que más del 80% de los bienes que se adquieren en el extranjero pertenecen a la categoría de bienes intermedios y de capital. Es decir, los incrementos en la inversión interna implican aumentos considerables de las importaciones, las cuales deben ser pagadas con divisas.
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Para relajar esta restricción, se debe reducir el multiplicador de bienes importados. En otras palabras, se debe reducir la cantidad de bienes extranjeros que se demandan cuando se incrementa la producción interna. Dos sectores en los que podría empezarse a encarar un proceso sustitutivo (dado los elevados déficits en sus balanzas comerciales), buscando qué bienes o insumos pueden ser producidos internamente a un costo en divisas inferior al costo de compra en el exterior son el sector energético y la industria de autopartes.
Por otro lado, en un segundo escalón, figuran la industria ferroviaria y la industria militar, particularmente la naval, no por sus déficit comerciales sino debido a su capacidad de generar eslabonamientos productivos, hacia adelante y hacia atrás, cuando se expanden.
En primer lugar, el desarrollo de un sistema de ferrocarriles nacional o interprovincial permitirá reducir los costos de transporte de mercancías, mejorando la competitividad de la economía. Es entendible, dado el estado actual de los ferrocarriles, que se priorice la compra de material ferroviario importado (chino) a corto plazo. Pero dicha política de importación debe ser abandonada a mediano y largo plazos, simplemente porque no contribuye al crecimiento y desarrollo de la producción nacional ni a relajar la restricción externa.
En segundo lugar, la industria naval, dada la extensión del mar de la Argentina y la necesidad de contar con buques que patrullen el mismo, puede ser aprovechada para desarrollar eslabonamientos productivos hacia adelante y hacia atrás.
Recientemente, tres buques de guerra chinos, de los más avanzados con los que cuenta dicho país hasta la fecha, visitaron la Argentina. La versión oficial del motivo de la visita es “incrementar el conocimiento mutuo, fomentar la amistad y profundizar la cooperación”. En un sistema global, de competencia interestatal (tanto económica, como tecnológica y militar), es difícil creer que dichos buques estuvieron de paseo o sin ningún interés adicional además de la exhibición del creciente poder militar chino. Ahora bien, en un mundo donde los océanos siguen dominados por una única superpotencia, particularmente por los portaaviones de Estados Unidos, la hipótesis de intimidación queda descartada.
Pero la hipótesis comercial cobra importancia. Cuatro razones existen para no comprar “buques de guerra a China” e intentar fabricar propios. En primer lugar, la no disponibilidad de divisas para realizar este tipo de adquisiciones en el extranjero. Segundo, la importación de este tipo de bienes no sólo consume divisas sino que también aborta la posibilidad de desarrollar la industria nacional y de aumentar la productividad de la economía. Tercero, la no necesidad de contar con buques tan avanzados dadas la imposibilidad e improbabilidad de ocurrencia de un conflicto bélico en el que la Argentina se vea involucrada. Finalmente, dado que tuve la oportunidad de visitar el destructor y la fragata china, a pesar de que son de última generación, los marineros chinos apelaban para explicar todo su sistema de armas a los sistemas creados por los norteamericanos.
Por lo tanto, antes de comprar “tecnología china” o material bélico chino no probado en conflictos, es preferible adquirir tecnología original directamente de los mejores fabricantes de armas a nivel mundial, es decir, Estados Unidos.
En resumen, la expansión de la demanda es una condición necesaria pero no suficiente para garantizar el crecimiento y desarrollo. La sustitución de importaciones y la integración económica con otros países también es relevante. Pero las posibilidades de expansión productiva no serán las mismas si se promueve una integración con China a que si se busca una integración estratégica con Brasil. El primero, es una locomotora de demanda de alimento para cerdos y un oferente de todos aquellos bienes que los dólares obtenidos con dicha venta pueden comprar. Mientras que el segundo, si se construyen cadenas de valor adecuadamente, puede ser el centro de demanda de bienes intermedios y de capital, que necesitan y deben ser producidos en nuestro país, y paralelamente ser un oferente de productos finales para el resto del mundo.
El futuro de la estructura productiva argentina también dependerá de esta decisión.
*Lic. en Economía (U.B.A)
Nota original aquí.

24 ago 2013

Un keynesismo forte fa respirare l'Argentina



 

Muy difundido como espantapájaros por los partidarios de la amarga austeridad o como licencia de indignado en la UE y paradigma a imitar por grillismo más radical, Argentina ocupa ahora un espacio indiscutible en el debate político italiano: "Vamos a terminar como Argentina" o " Usted tiene que hacer, como Argentina "se han convertido en lo que dos aforismos, recurrentes e incluso despectivos, en el debate sobre la crisis económica actual. Hasta el momento evaluaciones similares se han mantenido en un nivel muy superficial de análisis, muy afín a las lentes de distorsión "del  primer mundo" con el que se intenta observar la complejidad, y al a veces contradictorio  continente sudamericano, y que repite estrictamente nuestra prensa local. Sin embargo, una vez enmarcado en su especificidad, el caso argentino puede llegar a contener información crucial para el debate sobre el estado (estado de coma), de la realidad italiana y europea. Lo recomendamos a partir de los números fríos. 

 Entre 2003 y 2011, el PIB de Argentina creció en promedio un 7,6% anual, se ha ralentizado en 2012 hasta situarse en el 1,9% (gracias al repentino crecimiento de cero "locomotora regional" Brasil, sino también un fuerte freno fiscal) y, finalmente, este año puede terminar en un 6%. Vale la pena señalar que, como ha señalado Mark Weisbrot y otros, el crecimiento de Argentina hasta el 2011 fue el más rápido y fornido en el mundo occidental de hoy. Un crecimiento económico similar, impetuoso, evidentemente, ha supuesto una fuerte generación de puestos de trabajo y una reducción drástica del desempleo, que pasó del 25% al 7,3% durante el período (con los últimos indicadores trimestrales que apuntan a una mayor contracción). Pero algo mucho más interesante, fue acompañado por una mejora constante de la distribución del ingreso: el índice de Gini (el valor más alto indica una alta desigualdad) de hecho ha reducido gradualmente hasta su valor corriente 0.372. Un logro increíble en comparación con el resto de la región de América Latina: en Brasil, el coeficiente de Gini es aún igual a 0,52. 

  Resultados similares fueron esencialmente el resultado de una política económica intervencionista y fuertemente orientada a la expansión de la demanda interna, cuyas claves fueron la política fiscal (acompañado de una política monetaria acomodaticia, ejecutado por un banco central no más independiente) y las muchas transferencias siempre en beneficio de las clases media y baja. Además, la cercanía tradicional de los sindicatos de los gobiernos peronistas argentinos comerciales centrales ha producido una política salarial que les permite a los trabajadores seguir el ritmo de la inflación, aunque este último se estima entre el 20 y el 25%, en la actualidad el crecimiento de los salarios de los 2013 se espera que sea aproximadamente el 25,3% (con un máximo del 31,2% en el sector privado), que no afecta el poder adquisitivo de los sectores populares. Es esta lógica ha inspirado la obstinada negativa de los gobiernos de Kirchner a devaluar el peso argentino. No hay que olvidar que en los países en desarrollo a los efectos de una devaluación son altamente regresivos en términos de distribución del ingreso, ya que, por un lado, mayor es la cantidad de bienes de consumo y de inversión importado y, en segundo lugar, es más fuerte el riesgo de un efecto de arrastre de los precios internacionales en los precios internos. Para disipar cualquier duda, siempre hay que recordar que la propia imprevisión de la devaluación del bolívar a dos meses de las elecciones ha sido la fuente de la hemorragia de votos en los sectores populares que casi le costó la victoria en Venezuela a Nicolás Maduro, aunque este detalle parece haber escapado a muchos observadores del primer mundo.  

En este sentido, no es una explicación convincente de los economistas (por ejemplo, Frenkel y Bagnai) que identifican el tipo de cambio competitivo clave de crecimiento de Argentina, aceptando la tesis ortodoxa de Rodrik sobre la existencia de una correlación positiva entre la tasa de los precios y el crecimiento económico. En los años más oscuros de la actual crisis global, por ejemplo. 2010-11, el peso argentino, de hecho, volvió a niveles similares a los de la apreciación de los años de la convertibilidad del dólar, sin embargo, el PIB de Argentina llegó a las cumbres más altas de crecimiento (9,2% en 2010 y 8,9% en 2011) y el producto industrial creció aún más (9,8% en 2010 y 11,0% en 2011). En todo caso, lo contrario parece plausible: los datos parecen indicar que la clave de la expansión económica argentina reside en un fuerte keynesianismo que ha inspirado a las acciones de sus gobiernos, acompañados de un cierto grado de proteccionismo y el creciente esfuerzo para crear un espacio de maniobra suficiente para que la política económica, que comenzó con el proceso crucial de desendeudamiento y desacoplamiento de los préstamos del FMI, que imponen políticas de austeridad draconianas. En este contexto, la devaluación tendría sin duda efectos regresivos y opuestos a los deseados por las autoridades económicas. Ni tampoco se puede descartar su escasos efectos sobre el volumen de comercio exterior, como está ampliamente documentado en la literatura económica argentina (por ejemplo Berrettoni y Castresana, 2008). Por supuesto, no es hacer caso omiso de los problemas de este país y los retos que se enfrentará en el futuro. En particular, cabe señalar que al menos parte de la desastrosa herencia neoliberal de los años 90 aún está presente, en forma de una excesiva dependencia de las importaciones y de la economía nacional por el capital transnacional, especialmente en las áreas clave de bienes y equipo durable de 'la energía: entre 2003 y 2011, las importaciones aumentaron en un promedio de 16,6% anual, mientras que las exportaciones sólo el 6,3% anual. 
Esto dio lugar a un déficit en la cuenta corriente, pero acompañado de una balanza de bienes ampliamente positiva. En lugar de poner de relieve un problema de competitividad, es en realidad potencialmente capaz de reproducir una paradoja, anteriormente conocida como ciclo de stop and go: el fuerte crecimiento del PIB provoca aumento de las importaciones (mayor crecimiento que las exportaciones), que genera un creciente desequilibrio en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Para detener este fenómeno se producen las devaluaciones, que, dado el contexto de crecimiento genera una inflación fuera de control, empeorando la distribución, mientras la economía se enfría y se neutralizan los efectos del crecimiento económico anterior, condenando asi al país a un subdesarrollo perpetuo.  Para no olvidar la ausencia de estadísticas fiables sobre la inflación y una cierta timidez del gobierno nacional a tomar nota de los orígenes de la naturaleza distributiva de este fenómeno (que se manifestó con fuerza desde 2009, año en el que el salario real ha vuelto a los niveles anteriores a la crisis y no en cambio debido al exceso de gasto público, como argumentan Frenkel y Bagnai) e intervenir con una política de ingresos adecuada y controles de capital.


Sin embargo, lo que creemos que merece ser destacado es que en contraste, mientras en la UE domina el pensamiento económico ortodoxo y las recetas neoliberales propugnadas por instituciones internacionales, el Keynes menos domesticado y el estructuralismo económico heterodoxo ha encontrado hospitalidad en el palacio de gobierno de la economía argentina. Basta recordar, a modo de ejemplo, el requisito reciente a los bancos y compañías de seguros para destinar el 5% de los depósitos a la inversión productiva en sectores estratégicos establecidos por la Subsecretaría de Planificación (!): Lo que en Italia haría gritar al régimen de bolchevique, parece que todavía será capaz de garantizar el crecimiento económico de Argentina, a pesar de la situación internacional en general y algunas cuestiones no resueltas. ¿Tomarán nota el gobierno y sus adeptos italianos?


*Roberto Lampa (Universidad de Buenos Aires) e Alejandro Fiorito (Universidad Nacional de Lujan)

 link 

20 nov 2012

Por una condicionalidad Keynesiana



Por Sergio Cesaratto[1]

Después de tres días de acalorada y documentada discusión en Galway (Irlanda), un workshop internacional de economistas críticos - muchos con amplio reconocimiento - ha elaborado un documento (aquí reproducido) conciso y sólido, que parte del evidente fracaso de las políticas de austeridad en Europa. El documento propone revertir el orden de prioridad de la política económica europea: el crecimiento de la ocupación es el objetivo prioritario, que debe perseguirse con una adecuada política fiscal y distributiva que sostenga la demanda agregada; la política monetaria resulta subordinada a aquella fiscal en asegurar niveles mínimos para la tasa de interés. A diferencia del programa de compra de deuda lanzado por el BCE - titulado «Outright Monetary Transactions» - condicional a la firma de un memorándum que requiere la aplicación de políticas de austeridad, aquí la condicionalidad se invierte. La intervención del BCE se asegura para aquellos países que se empeñen en llevar adelante políticas «anti-austeridad», precisamente aquellas que permiten conjugar crecimiento y estabilización de las cuentas públicas, estableciendo una verdadera «condicionalidad Keynesiana».  Ningún comportamiento aventurado: los países se comprometen a cumplir una «regla fiscal» de estabilización a través de políticas fiscales expansivas, sostenidas por el BCE. La inflación no es un espantapájaros, considerando los amplios espacios de capacidad productiva inutilizada. El comportamiento aventurado, ciego y cínico, es aquel de la austeridad.

Que estos razonamientos se difundan y conviertan en un instrumento de discusión política es naturalmente un paso fundamental . Una interesante iniciativa a este respecto tendrá lugar en Madrid, organizado por un grupo de economistas críticos (econonuestra.net) el 23-24 de Noviembre, con la adhesión de asociaciones estudiantiles de España, Portugal, Grecia e Italia (documentación y programa se encuentran en: economy4youth.com).


Documento: Una visión alternativa de la Crisis en la Eurozona

De acuerdo al diagnóstico de la corriente principal de pensamiento económico, la crisis en la Eurozona se reduce a una crisis fiscal causada por un excesivo gasto público y una brecha de competitividad entre Norte y Sur de Europa. La solución de la ortodoxia es cerrar la brecha a través de “austeridad fiscal expansiva” y reducciones salariales. Incluso el FMI admitió que esta vía es un callejón sin salida.

En nuestra opinión la raíz de la crisis del Euro yace tanto en la inadecuada configuración institucional de la Eurozona, que no dispone de un genuino prestamista de última instancia y de políticas fiscales y salariales suficientemente coordinadas, como en un mercado financiero internacional con excesiva liquidez y poco regulado que felizmente ha financiado cada desbalance, sin importar su sostenibilidad.

Europa continental ha experimentado modelos de crecimiento mutuamente dependientes. El crecimiento del Norte de tipo mercantilista liderado por las exportaciones no hubiera podido sostenerse sin un modelo (notablemente fácil de financiar) liderado por el endeudamiento en el Sur, acumulando déficits comerciales y deuda pública y privada. Como secuela de la crisis financiera, la deuda privada se convirtió en deuda soberana. El caso de Irlanda es un ejemplo extremo de este proceso. Las forzadas políticas de austeridad que siguieron aumentaron el desempleo a un nivel socialmente inaceptable. De continuarse, estas políticas llevarán a una depresión económica prolongada y aún más descontento social.

Las instituciones europeas no han sido y aún no son capaces de lidiar con los desbalances estructurales en un modo adecuado. Desempleo masivo y privación social como resultado de las políticas de austeridad amenazan la supervivencia de la democracia en la Unión Europea.

 Perspectivas Alternativas

Sobre la base de nuestro diagnóstico estamos convencidos de que Europa debe revocar el régimen político de austeridad. Esto requiere un profundo cambio institucional y de política.

En términos de política monetaria, creemos que el BCE debería actuar como un creíble prestamista de última instancia para aliviar la crisis de deuda soberana. Un paso adicional es la regulación estricta de los mercados financieros, siendo necesario separar banca de inversiones de banca comercial.

En términos de política fiscal, el nexo entre el BCE y la condicionalidad fiscal debería transformarse fundamentalmente. La política monetaria debería apoyar y adaptarse a reglas fiscales progresivas que apunten a la creación de empleo y al crecimiento. El déficit fiscal sólo puede “consolidarse” en una economía que crece.

Estas políticas de estímulo al crecimiento son consistentes con la estabilización de largo plazo de la relación Deuda/PBI. En la presente situación de masiva desocupación, estas políticas no traen aparejadas un riesgo significativo de inflación.

Creemos también que el ajuste debe ser apoyado mediante el estímulo al consumo a través de mayores salarios, a comenzar por el núcleo de países en superávit (como la República Federal de Alemania), donde políticas de restricción salarial han contribuido considerablemente a las crecientes desigualdades en la distribución del ingreso y a los desbalances de cuenta corriente en la Eurozona.

Si el Ministro Federal de Finanzas alemán cree en lo que dice, que ningún país puede vivir más allá de sus propios medios por siempre, entonces debe ser igualmente claro que ningún país puede vivir indefinidamente por debajo de sus propios medios. Esto implica que un cambio en la política salarial en Alemania debe ser una parte importante de la solución.

La mutua prosperidad de los países de la Eurozona y de sus ciudadanos a través de la expansión de la demanda, en vez de continuar a contraer la misma a través de consolidación fiscal en beneficio de la alta finanza, debe ser reconocida como el imperativo para la viabilidad política del proyecto Euro. Debemos tener la honestidad intelectual y el coraje de actuar en consecuencia.
Firmado por:
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Amit Bhaduri
Jawaharlal Nehru University, New Delhi, India

Thomas Boylan
 National University of Ireland, Galway, Ireland

Sergio Cesaratto
Università degli studi, Siena, Italy

Nadia Garbellini
Università degli Studi di Pavia, Italy

Torsten Niechoj
Rhine-Waal University of Applied Sciences, Kamp-Lintfort, Germany

Gabriel Palma
University of Cambridge, UK

Srinivas Raghavendra[2]
National University of Ireland, Galway, Ireland

Rune Skarstein
Norwegian University of Science and Technology, Norway

Herbert Walther
Vienna University of Economics and Business, Austria

Ariel L. Wirkierman
Università Cattolica del Sacro Cuore, Milano, Italy



[1] Profesor de Economia Política, Università degli studi di Siena, Italia.

[2] Autor para correspondencia: s.raghav@nuigalway.ie

16 nov 2011

Gary Mongiovi:Keynesian Economics and Socialism

Del Lunes 7 al viernes 11 de noviembre se realizó en México, organizado por en la Facultad de Economía-UNAM, en la Universidad Autónoma Metropolitana- UAM-Xochimilco y El Colegio de México, el Congreso Internacional: Crisis de la Teoría Económica y Políticas Alternativas ante la Crisis Global con la participación de Mássimo Pivetti (Italia), Alejandro Fiorito (Argentina), Gary Mongiovi (EEUU), Heinz Kurz (Austria), Aldo Barba (Italia), Amit Bahduri (India), Franklin Serrano (Brasil) y Eladio Febrero (España). Toda la actividad fue coordinada por el Profesor Alfonso Vadillo Bello.




Presentación de Gary Mongiovi y Abstract








Abstract

This paper explores the relation between Keynesian economics, in its various manifestations, and socialism. Mainstream Keynesianism experienced something of a golden age in the two decades that followed the Second World War—paradoxically, the same period during which anxiety about the Soviet Union fostered a political environment that was highly antagonistic toward progressive movements. Despite the chilling effect of McCarthyism on how economics and other social sciences were taught, economists got Keynesian ideas into their teaching, advocated impressively progressive macroeconomic policies, and trained students during this period who went on to teach Keynesian economics when McCarthyism had subsided. Economists trained in the generally more open post-Vietnam war 1970s, when many prestigious mainstream departments had a non-neoclassical or two on staff, came into their professional prime in the 1980s, and then launched a ruthless war on Keynesian, Marxian and Institutionalist economists—including to some extent the Keynesians who had hired them.
Whatever disagreements Post Keynesians may have with the Neoclassical Synthesis interpretation of The General Theory (and these differences are important), the mainstream Keynesians at least understood that market systems could malfunction in serious ways, and that governments have a key role in getting the system out of a hole, or better, keeping it from falling into a hole. Moreover, in a very real sense, mainstream Keynesians were marginalized by the same tendencies within the profession that pulverized Marxian and Post Keynesian voices in academic economics in the 1980s.
The question of the compatibility of Keynesianism and socialism provides a platform for launching a discussion of how the left engages, or fails to engage, with mainstream progressives. Keynesianism is sometimes criticized from a Marxian perspective on grounds that deficit spending channels ever-larger shares of current income to the rentier class that's responsible for the crisis in the first place. I have no quarrel with this point, but it doesn't undermine the case for Keynesian theory or Keynesian policy. The theory strikes me as compatible with Marxian economics—indeed, many Marxists of the mid-20th century were somewhat dismissive of Keynes because to them he was merely elaborating insights that could already be found in Marx. The policies can be defended on pragmatic grounds. It may be true that Keynesianism was designed to preserve capitalism for the capitalists, that capitalism is fundamentally predatory, and that the condition of workers won't improve until the system is replaced by one with radically different relations of production. I agree: but working people are in trouble now, and if Keynesian policies will alleviate their distress there is a strong progressive case to be made for such policies.
I approach the topic from an intellectual history perspective, looking at the Cambridge Keynesians, Robinson, Kalecki etc and then the Americans, Lawrence Klein, Paul A. Samuelson, Franco Modigliani, Stiglitz, essentially to make the case that (i) there's enough common ground to justify at least some degree of constructive engagement; and (ii) it is a strategic mistake for Marxists to shut themselves out of the conversation by refusing to engage.