(Columna de Alejandro Fiorito, economista de la Universidad Nacional de Luján -UNLU-)
Las múltiples y variopintas hipótesis sobre las variantes a las que
la Argentina podría recurrir para evitar mayores compromisos económicos
dañosos, el del default forzado parece el peor escenario inmediato. Las
alternativas como el pago de diversos montos de nueva deuda que se
agregarían (U$S 1.500 millones a los buitres de coyuntura, o U$S 15.000
millones con todos los buitres, o U$S 120.000 millones con el 92,4% de
los fondos desreestructurados vía clausula Rufo, o vía clausula Cerrojo
–aprobada en el Congreso argentino)– lleva a pensar en que si sale bien y
no se cae en default, de todas maneras habrá aumentado el stock de
deuda externa a pagar. El problema es que el default también puede
surgir si se acepta cualquier monto agregado de nueva deuda, en base a
nuevos reclamos de bonistas reestructurados. No siempre las condiciones
se presentan con una salida clara y positiva para el país al no
conocerse las futuras acciones legales de los acreedores avaladas por
otros jueces. A veces todas los escenarios son malos y ante la
incertidumbre de temas leguleyos y de interpretación habrá que elegir la
que aparece como menos mala.
Por cualquier camino una situación de default forzado ahora –o más
adelante por el peso de los mayores vencimientos– sería el escenario más
perjudicial dado que no hay garantías de corregir ceteris paribus
las posibles falencias del anterior proceso y a diferencia del ocurrido
en 2001, la cuenta corriente no es superavitaria. Aunque los Estados no
quiebran, no es realista pensar en obtener mejores condiciones a partir
de reiniciar reiteradamente un proceso de reestructuración. El otro
lado acreedor también mueve en este ajedrez.
La realidad tiene histéresis y todos los agentes aprenden. Un caso evidente de aprendizaje es la incorporación reciente de las clausulas de acción colectiva (CACs)
en sus nuevas emisiones de deuda donde Grecia puede evitar un posible
juicio buitre y hasta modificar condiciones de sus vencimientos con el
consenso del 75% de los bonistas, por ejemplo, a partir del sempiterno
leading case de experimentación argentino.
Restricción social vs. externa
Las consecuencias de un default llevan a enfrentar una “restricción
social” por caída del financiamiento para la Argentina, la merma de
nivel de actividad y, por ende, de las importaciones con severas
consecuencias de una oferta cuasi fija (si bien es cierto que estarían
los dólares de un no pago de vencimientos). Por el contrario, no caer en
default, permite continuar el proceso iniciado antes del fallo –mejorar
las condiciones financieras del país para habilitar vía cuenta de
capital (Repsol, Club de París, etcétera) la maduración de las
condiciones de sustitución energética en Vaca Muerta, salir de la
recesión y cambiar las condiciones de deuda en un futuro próximo–.
Ante la complejidad de la inesperada situación a partir del fallo a
favor de los fondos buitres, es acertado entonces el camino iniciado por
el Gobierno para tratar de dar continuidad a este proceso, negociando
inteligentemente.
La búsqueda de antagonismos dentro del propio fallo judicial se
manifiesta pagando el monto adeudado y sin permitir la ilegal devolución
ordenada por el juez neoyorkino, o bien intentar hacer terciar en la
prohibición de Griesa en que se pague a los bonistas, a la corte de La
Haya. Sin embargo, se necesitará mucho más hasta eal 30 de julio, cuando
los acreedores reestructurados deben cobrar como último término.
Las siguientes movidas de este ajedrez llevan a pensar que si caemos en
default forzado, también el banco, la plaza de Nueva York y el mundo
estarán más complicados hacia el futuro en cuanto a reestructuraciones
de la deuda.
Si bien el caso de la emisión de deuda internacional como cualquier
reprogramación de la misma tiene como condición necesaria el aceptar
tribunales del exterior, es necesario en el largo plazo ir saliendo de
los marcos institucionales firmados desde los ’70 y que nos dejan sin
defensa alguna, y cambiar por otras políticas de captación de divisas.
Como decía el economista Yilmaz Akyüz, del South- Centre,
el año pasado de visita en el país, habrá que aprender a no firmar como
país tratados que nos ubican voluntariamente en la aceptación de una
obligada pérdida de capacidad productiva y soberanía (vg. Tratado de
libre comercio con UE, tratados de inversión, etc.). Si hay negocios que
interesan como Vaca Muerta, las IED’s suelen abrirse paso contra todo
problema de “inseguridad jurídica”.
Pero de ninguna manera se trata, por lo tanto, de ser “sumisos”, sino
de medir fuerzas propias efectivas para tomar el camino menos gravoso.
No hay salidas “por arriba” y un laberinto suele llevar a otro. No se
trata de decidir si pagar o no pagar. Ante el fallo adverso, el problema
es cuánto y cómo pagar. En este punto, la solidaridad mundial no tiene
directa injerencia sobre los tribunales de Nueva York, dado que no es un
tema moral el que está en juego. Si así fuese, no hay duda que la razón
asistiría a la Argentina.
Original: El Economista
No hay comentarios:
Publicar un comentario