Por Silvio Guaita*
Aceptadas la teorías de crecimiento lideradas por la demanda, no es esperable un aumento de la inversión (o de re-inversión de utilidades obtenidas en períodos anteriores) sin un aumento de la demanda efectiva. Ahora bien, garantizado dicho incremento, el límite al crecimiento de la expansión de la capacidad productiva se encuentra dado por la disponibilidad de divisas, es decir, la restricción externa. Esto se debe a que más del 80% de los bienes que se adquieren en el extranjero pertenecen a la categoría de bienes intermedios y de capital. Es decir, los incrementos en la inversión interna implican aumentos considerables de las importaciones, las cuales deben ser pagadas con divisas.
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Para relajar esta restricción, se debe reducir el multiplicador de bienes importados. En otras palabras, se debe reducir la cantidad de bienes extranjeros que se demandan cuando se incrementa la producción interna. Dos sectores en los que podría empezarse a encarar un proceso sustitutivo (dado los elevados déficits en sus balanzas comerciales), buscando qué bienes o insumos pueden ser producidos internamente a un costo en divisas inferior al costo de compra en el exterior son el sector energético y la industria de autopartes.
Por otro lado, en un segundo escalón, figuran la industria ferroviaria y la industria militar, particularmente la naval, no por sus déficit comerciales sino debido a su capacidad de generar eslabonamientos productivos, hacia adelante y hacia atrás, cuando se expanden.
En primer lugar, el desarrollo de un sistema de ferrocarriles nacional o interprovincial permitirá reducir los costos de transporte de mercancías, mejorando la competitividad de la economía. Es entendible, dado el estado actual de los ferrocarriles, que se priorice la compra de material ferroviario importado (chino) a corto plazo. Pero dicha política de importación debe ser abandonada a mediano y largo plazos, simplemente porque no contribuye al crecimiento y desarrollo de la producción nacional ni a relajar la restricción externa.
En segundo lugar, la industria naval, dada la extensión del mar de la Argentina y la necesidad de contar con buques que patrullen el mismo, puede ser aprovechada para desarrollar eslabonamientos productivos hacia adelante y hacia atrás.
Recientemente, tres buques de guerra chinos, de los más avanzados con los que cuenta dicho país hasta la fecha, visitaron la Argentina. La versión oficial del motivo de la visita es “incrementar el conocimiento mutuo, fomentar la amistad y profundizar la cooperación”. En un sistema global, de competencia interestatal (tanto económica, como tecnológica y militar), es difícil creer que dichos buques estuvieron de paseo o sin ningún interés adicional además de la exhibición del creciente poder militar chino. Ahora bien, en un mundo donde los océanos siguen dominados por una única superpotencia, particularmente por los portaaviones de Estados Unidos, la hipótesis de intimidación queda descartada.
Pero la hipótesis comercial cobra importancia. Cuatro razones existen para no comprar “buques de guerra a China” e intentar fabricar propios. En primer lugar, la no disponibilidad de divisas para realizar este tipo de adquisiciones en el extranjero. Segundo, la importación de este tipo de bienes no sólo consume divisas sino que también aborta la posibilidad de desarrollar la industria nacional y de aumentar la productividad de la economía. Tercero, la no necesidad de contar con buques tan avanzados dadas la imposibilidad e improbabilidad de ocurrencia de un conflicto bélico en el que la Argentina se vea involucrada. Finalmente, dado que tuve la oportunidad de visitar el destructor y la fragata china, a pesar de que son de última generación, los marineros chinos apelaban para explicar todo su sistema de armas a los sistemas creados por los norteamericanos.
Por lo tanto, antes de comprar “tecnología china” o material bélico chino no probado en conflictos, es preferible adquirir tecnología original directamente de los mejores fabricantes de armas a nivel mundial, es decir, Estados Unidos.
En resumen, la expansión de la demanda es una condición necesaria pero no suficiente para garantizar el crecimiento y desarrollo. La sustitución de importaciones y la integración económica con otros países también es relevante. Pero las posibilidades de expansión productiva no serán las mismas si se promueve una integración con China a que si se busca una integración estratégica con Brasil. El primero, es una locomotora de demanda de alimento para cerdos y un oferente de todos aquellos bienes que los dólares obtenidos con dicha venta pueden comprar. Mientras que el segundo, si se construyen cadenas de valor adecuadamente, puede ser el centro de demanda de bienes intermedios y de capital, que necesitan y deben ser producidos en nuestro país, y paralelamente ser un oferente de productos finales para el resto del mundo.
El futuro de la estructura productiva argentina también dependerá de esta decisión.
*Lic. en Economía (U.B.A)
Nota original aquí.
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