Posteo un artículo mío sobre el vínculo de productividad y ambiente publicado en el número 38 de la revista Movimiento, discutiendo una concepción enraizada erróneamente en el grueso del movimiento ambientalista.
“Cuando se agotan todos los argumentos y cuasi-argumentos, los pensadores mágicos pasan al reino de la retórica. El pensamiento ahora se reemplaza por el uso de frases: las vidas ‘prósperas’, ‘florecientes’ y ‘autocumplidas’ son posibles y están a la vuelta de la esquina. Todo el mundo puede ser más feliz con mucho menos. Podemos cultivar nuestros propios jardines. Si unes todas las palabras deseables, ‘no explotación’, ‘salario digno’, ‘negocios éticos’, ‘autosuficiencia’, ‘precio justo’, de alguna manera se tomará la vida en nuestras manos y los campos elíseos se abrirán en frente a nosotros. Por todos y por siempre”
(Branco Milanovic, 2021).
Desde los '90 se ha venido desarrollando a partir de la llamada identidad de Kaya (1990) la posibilidad de entender al vínculo de la contaminación del ambiente por emisión de gases de efecto invernadero (GEI) como una conjunción de factores que podríamos subdividir en dos: dos factores corresponden al análisis de la economía política, y otros dos al desarrollo y los avances técnicos de diversas ciencias naturales. Los resultados de esta configuración se plasman en la idea de que es posible ir “desacoplando” en términos absolutos y relativos la producción económica de la emisión de GEI o el uso de insumos basados en recursos naturales.[1] Como se puede ver en el Gráfico 1:
Gráfico 1. Fuente: UNEP, 2011.
Partiendo de la definición de la identidad, ésta se construye tautológicamente con el agregado de variables en el numerador y denominador –cuyo resultado es el elemento neutro multiplicativo– para conformar cuatro factores:
Emisión de GEI = Población (1) x PIB per cápita (2) x Intensidad Energía (3) x Intensidad Carbono (4)
O: Emisión de GEI = Población x PIB per cápita x Energía/PIB x Emisión de Energía
En efecto, (1) y (2) son incumbencia de disciplinas sociales o la economía política, como lo es el crecimiento poblacional y el crecimiento del producto per cápita. Mientras que (3) y (4), por sus características –el uso de energía sobre el nivel de producto y la emisión de GEI sobre el uso de energía– se vinculan con los avances tecnológicos que se vienen realizando y que, en perspectiva, hagan que en unas décadas más probablemente toda esta discusión sea una antigualla (Rotaeche, 2017). En el mundo los datos (Gráfico 2) muestran que existe desacople relativo entre un menor uso de insumos materiales, emisión de GEI y el crecimiento de la población y el producto per cápita.
Gráfico 2. Fuente: ourworldindata.org.
La discusión derivó hacia la búsqueda de un desacople persistente en el tiempo y geografíca de carácter absoluto que aún no se ha logrado (Gutman et al, 2017). Por esto, un gran número de especialistas son escépticos del desacople técnico, al que califican de mito (Jackson, 2009: 67-89). Otros argumentan sobre un “efecto rebote”, por el cual cualquier avance en productividad quedaría eliminado en pos del ambiente, debido a un mayor consumo automático (Sorrell, 2009). Sin embargo, las políticas fiscales y las regulaciones del Estado pueden ser muy eficaces para eliminar este problema.
Los análisis de descomposición son usados para poder establecer el impacto y las consecuencias de un sistema complejo –con fuertes interrelaciones entre los factores– en los intentos de lograr una forma mejor y sostenible de disminuir los valores de estos factores. En oposición a cierto consenso respecto a que se puede disminuir las variables sociales, argumentaremos que –al revés– solo los factores técnicos son posibles de hacerse a través de mayores inversiones en tecnología.
¿Por qué la postura subyacente de muchos pseudo ambientalistas de “decrecimiento” es un error lindante con el “pensamiento mágico”? Un decálogo aggiornado de aspectos supuestamente beneficiosos para ambiente y economía se exponen en Hickel (2020) sobre el “decrecimiento”. Sin embargo, este es antagónico con los hechos estilizados de la economía mundial, por la cual el crecimiento económico es el que mejora la productividad de la economía, y por lo tanto su eficiencia en el uso ahorrador de tierras, bosques y humedales (ver Kaldor-Verdoorn, en gráficos 3 y 4).
Población y Producto Bruto per cápita
Es importante dimensionar lo difícil que es intentar reducir los dos primeros factores de la identidad, es decir: reducir crecimiento poblacional o el crecimiento del PIB per cápita, si bien una gran proporción de la población percibe –realimentada por ONGs y medios– que sería sensato hacerlo. Se entiende por la evolución de la población que hacia fin de este siglo se va a estabilizar en alrededor de 11.000 millones de personas, aunque este número está siendo revisado a la baja (Darrell Bricker, 2019). Pero más allá de los números, el “control poblacional” es una postura más cercana a la ciencia ficción de los '50 que de viabilidad política real.
Gráfico 3 Fuente: CEFID-AR N°10
Otro tanto ocurre con las ideas de reducir el PIB per cápita: no solo hay gran diferencia con los países subdesarrollados que –al tener mayorías de población viviendo en la pobreza– no pueden no crecer más, sino que es inaceptable la sola idea de congelar las distribuciones de ingresos globales de hoy para que entre el 10% y el 15% de la población mundial continúe viviendo por debajo de la línea de pobreza absoluta, y la mitad de la población mundial por debajo de 7 dólares por día (PPA). En cambio, sí se propone igualar ingresos medios mundiales hacia una distribución diferente, en la que todos los que están por encima de 16 dólares por día sean forzados a reducirlos hacia ese valor, y mientras que se permita seguir subiéndolos a quienes estén por debajo de ese valor. Esto representaría una reducción del ingreso del 86% de la población occidental: sería realmente imposible políticamente evitar enormes catástrofes económicas y sociales. Tal como dice Milanovic (2021), sería un “suicidio político” para aquellos gobiernos que lo intenten.
Además, el “decrecimiento” como solución se enfrenta a inconsistencias lógicas y empíricas –ya conocidas en la economía política– que lo vuelven imposible, como lo explica la conocida relación empírica denominada “Ley de Kaldor-Verdoorn”.
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Reducción de factores tecnológicos
Una trayectoria económica que parta de la actualidad y llegue a una “economía verde” sin decrecimiento de población y producto per cápita sufrirá también probables escollos técnicos:
- la necesidad de un mucho mayor –¡y no menor!– crecimiento del producto y por lo tanto de inversión para reemplazar los bienes de capital emisores de CO2 por bienes de capital “verdes”;
- con la mayor escala surgen también nuevos cuellos de botella: ese camino no es lineal en punto a contaminar menos, en tanto se debe ver con una visión global de I-O a todos los cambios técnicos de producción y de consumo;
- se producirán nuevas técnicas de acceso a insumos, que no necesariamente terminan contaminando menos –insumo-producto–; lo que es seguro es que se necesitará mucha más minería y extracción de recursos naturales.
Sin embargo, también la experiencia mundial muestra que son los factores técnicos los que deben reducirse, y no los sociales y económicos. Enumeremos tres resultados que fueron resueltos vía técnica: en las décadas 70-90, reducción de lluvia ácida –azufre y nitrógeno emitido–; en los 80, reversión del agujero de ozono evidenciado en el Protocolo de Montreal de 1987; y la disminución de plomo en naftas de 1920-2020. Tres resultados que fueron solucionados por avances técnicos como objetivos.
¿Cuáles son las perspectivas futuras de reducción de los factores de menor uso de energía y menor emisión de GEI?
Al día de hoy se desarrollan innumerables avances técnicos referidos a la captura de CO2, desde globos aerostáticos hasta pinturas, o respecto a la emisión GEI del ganado con alimentos especiales, o nuevos motores en la industria. Por otra parte, existen muchos vectores energéticos en proceso de estudio y aplicación más limpios, y que también revisten el uso del gas como transición. Tanto la hidroelectricidad como la energía nuclear de fisión son consideradas de menor emisión de GEI y no son intermitentes. No obstante, lo que más reviste esperanzas en la próxima década es la fusión nuclear, en relación con la cual en varias partes del mundo se están haciendo avances importantes. En particular, se espera el proyecto ITER que permitirá a partir del hidrógeno generar una cantidad de energía sin emisiones ni radiación, que podrá dejar toda esta discusión como una rémora del pasado. Sin pecar de optimistas, sino al revés: el catastrofismo del colapso mundial ambiental vende mucho, pero es difícil que un sistema complejo se derrumbe por un solo tema.
Bibliografía
Darrell Bricker, JI (2019): Empty Planet. The Shock of Global Population Decline. Robinson, PenguinRandomHouse LLC.
Gutman V y A Gutman (2017): Emisiones energéticas e Identidad de KAYA: Nota metodológica. Documento de Trabajo 5, Buenos Aires, Fundación Torcuato Di Tella.
Jackson T (2009): Prosperity without growth. Economics for a Finite Planet. Earthscan Dunstan House.
Kaya Y (1990): “Impact of Carbon Dioxide Emission Control on GNP Growth: Interpretation of Proposed Scenarios”. IPCC Energy and Industry Subgroup, Response Strategies Working Group, Paris
Milanovic B (2021): Degrowth: solving the impasse by magical thinking. En https://brankomilanovic.substack.com.
Rotaeche (2017): Cambios tecnológicos: algunas notas. Documento de Trabajo 8. Buenos Aires, Fundación Torcuato Di Tella.
Vadéna T et al (2020): “Decoupling for ecological sustainability: A categorisation and review of research literatura”. Environmental Science and Policy Environmental Science & Policy, 112, October.
Alejandro Fiorito es profesor de Política Económica (UNM).
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[1] Se puede dividir entre un desacople relativo, donde el crecimiento económico es mayor que el de uso de recursos o el impacto ambiental; y el desacople absoluto, donde existe crecimiento económico y simultáneamente un decrecimiento de uso de recursos o el impacto ambiental. Se pueden considerar también grados de duración, ritmo, alcance geográfico e importancia económica de desacople (Vadéna et al, 2020).
Original: Revista Movimiento
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