Matias De Lucchi*
A pesar de que el primer acuerdo con el FMI
fracasó rápidamente, en gran medida, por las restricciones a las
intervenciones vendedoras en los mercados spot y futuros, el segundo
acuerdo continúa siendo más de lo mismo. Primero, la anunciada “banda de
flotación” es un rango demasiado ancho para funcionar como referencia
(brecha del 30 por ciento). Segundo, el BCRA estaría dispuesto a
subastar (¿a qué precio?) solo 150 millones de dólares diarios si el
tipo de cambio superase el límite superior de la banda. Por último, el
ajuste diario de las bandas sugiere que el BCRA estaría persiguiendo un
objetivo de tipo de cambio real. En otras palabras, el nuevo régimen no
es más que una cláusula gatillo de modestas subastas a precios inciertos
y que tendría por objetivo mantener estable el tipo de cambio real,
cuando el verdadero problema es la incertidumbre sobre el tipo de cambio
nominal.
A pesar de que la mala praxis ya dejó, en lo que va del año, una suba
del dólar que supera el 100 por ciento y tasas de interés de corto
plazo que superan el 70 por ciento, muchos ya se preguntan si todavía
hay margen para que el tipo de cambio continúe subiendo. Sin dudas, la
economía es cíclica y nada sube o baja para siempre. Por ejemplo, en
2002, el tipo de cambio se estabilizó después de acumular una suba
semestral de 280 por ciento y cuando la tasa de interés llegó al 130 por
ciento. Sin embargo, para ese entonces, Argentina ya había defaulteado
la deuda y pesificado los contratos.
El riesgo de una espiralización de la devaluación y la inflación está
hoy latente porque el problema de la deuda se encuentra en su máxima
expresión. El gobierno de Macri aumentó la deuda pública denominada en
moneda extranjera en manos de privados y organizamos internacionales de
73 a 150 mil millones de dólares, según los últimos datos oficiales de
marzo. En una estimación gruesa, el gobierno terminaría su mandato en
2019 con un nivel que superaría los 200 mil millones de dólares (un
crecimiento superior al 170 por ciento en solo cuatro años).
Por último, también se ha anunciado una meta de crecimiento nulo de
la base monetaria. En realidad, no es más que la continuidad del rol no
acomodaticio que el BCRA ha venido implementando desde que comenzó la
crisis. La estrategia de provocar un estrés monetario para contrarrestar
el estrés cambiario no solo no ha podido estabilizar el tipo de cambio,
sino que viene comprometiendo seriamente la cadena de pagos. Por ello,
poco y nada tiene que ver con un control de los agregados monetarios.
Según la teoría post-keynesiana de dinero endógeno, la oferta monetaria
no puede ser un objetivo operacional del banco central porque está
determinada por la demanda de crédito y las decisiones de portafolio del
sector privado. Dicho de otro modo, como la cantidad de dinero es
endógena, el banco central debe enfocarse en diseñar una consistente
política de tasas de interés y tipo de cambio que asegure la estabilidad
macroeconómica.
* Estudiante de Doctorado en Economía, The New School for Social Research. Profesor de Economía, CUNY John Jay College.
Pagina 12
No hay comentarios:
Publicar un comentario