Por Fabián Amico* y Alejandro Fiorito**
El debate argentino actual presenta
ciertas paradojas. Hay un reconocimiento de que las fuertes devaluaciones, como
las de 2014 y de 2016, producen inflación y son recesivas al reducir el salario
real. Al mismo tiempo se reclama por un "atraso" del tipo de cambio
real que estaría afectando las importaciones, y la producción y el empleo
industrial.
Fuente: BCRA y Fiel.
Ante todo, es importante registrar que la devaluaciones de 2014 y de
2016 tuvieron un fuerte efecto contractivo
sobre la propia actividad industrial. La producción fabril ingresó en una zona
de contracción persistente en marzo de 2014 que perduró casi un año. La devaluación
de fines de 2015 determinó una nueva fase contractiva industrial y aún no
muestra síntomas de recuperación. La misma tendencia describió el empleo industrial.
Es fácil comprobar que la producción industrial se correlaciona negativamente con el tipo de cambio real
multilateral (TCRM), o lo que es equivalente: el crecimiento industrial está
asociado positivamente con la apreciación del TCRM. Entiéndase bien: esta no es una propuesta de política. Simplemente
es un hecho estilizado.
Las devaluaciones llevarían a la caída del salario real, y esto implicaría
una contracción del mercado interno, reduciendo la demanda dirigida a la
industria. Esto es cierto, aunque solo parcialmente. Es verdad que menores
salarios reales suponen menor demanda de bienes industriales de consumo para
los asalariados. Pero más que nada supone que el grado de utilización de los
todos los sectores que (directa o indirectamente) atienden esa demanda se
reduce. Este menor grado de utilización de la capacidad induce una caída mucho
mayor de la inversión privada. Luego, el menor gasto en bienes de capital, equipos
e insumos y bienes de capital implica una reducción de la demanda para el
conjunto de industrias que los producen, lo que amplifica la contracción
inicial. De allí la altísima correlación entre la formación de capital y la
dinámica de la producción industrial.
Fuente: Indec.
Además, el desplome del nivel de actividad en 2016 no fue sólo por la
devaluación y la caída salarial, sino también por el fuerte ajuste fiscal. Menores
transferencias sociales y contracción real del gasto público (consumo e
inversión) disminuyen la demanda agregada y el consumo, e inducen también el
derrumbe de la inversión privada, llevando por el mismo mecanismo al
estancamiento de la actividad industrial.
Frenkel, et al ("Movimientos de capital y comportamiento de la
inversión en Argentina", 1997) mostraron que "la inversión agregada
depende exclusivamente de la demanda
actual y del comportamiento pasado de la demanda y la inversión", y no del
TCRM o de las rentabilidades sectoriales (transables). La inversión privada
respondía a un "modelo de acelerador flexible", lo que indica que la
demanda agregada tiene efectos perdurables sobre el producto potencial.
El otro aspecto observado es que el "atraso" del TCRM estaría
induciendo la suba de las importaciones, debido al encarecimiento doméstico
frente a la competencia externa. Es cierto que existe un comportamiento
"atípico" de las importaciones de bienes de consumo, las cuales históricamente
muestran una correlación (alta y positiva) con el nivel de actividad. Pero en
2016, con el PIB cayendo, las importaciones de bienes de consumo aumentaron. Ciertos
economistas adjudican esta suba "atípica" a la supuesta apreciación
del TCRM. Pero este argumento tiene dos problemas. Primero, existe mucha
evidencia empírica que muestra que las importaciones son muy poco elásticas al
cambio en los precios relativos y al revés, están muy asociadas a las variaciones
del PIB doméstico.
Fuente: Indec.
Segundo, el TCRM en 2016 resultó en promedio un 13% mayor que en 2015 (datos del BCRA). Entonces, ¿cómo puede ser que
el aumento de las importaciones se deba al "atraso" cambiario si el
TCRM en 2016 es más "competitivo" que el de 2015? O ¿por qué ese
"salto" no se produjo en 2015, con el TCRM más "atrasado"?
Fuente: BCRA.
Indudablemente este aumento no se debe a la apreciación del TCRM, sino a
la política comercial, es decir, el recorte del sistema de licencias no
automáticas y otros recursos de regulación del comercio exterior, lo que
provocó la suba inusual de importaciones de bienes de consumo. Por eso esa suba
no se verificó en 2015 cuando el TCRM tenía un nivel significativamente más
bajo.
Por otro lado, el aumento de las importaciones de automóviles de alta
gama se debe a la fuerte reducción de los impuestos internos dispuesta por del gobierno
y al blanqueo de capitales. Dado que el 80% de estos autos no se producen en el
país, su importación no supone una pérdida significativa de empleo, aunque
insumen muchas divisas que no estarán disponibles para financiar insumos y
bienes de capital en un (cada vez más lejano) escenario de crecimiento.
Algunos economistas sugieren que un nivel "adecuado" (más
alto) del TCRM podría reemplazar más eficazmente a la protección comercial. Sin
embargo, dicho nivel (más "competitivo") suele ser efímero:
persistentemente, cada devaluación es seguida por una aceleración inflacionaria
y una nueva apreciación cambiaria real. Pero además los mecanismos "no
precio" se han revelado como más efectivos.
En general, la penetración de importaciones responde a causas más profundas. Por ejemplo, en los sectores más "sensibles" al
cambio de precios relativos (como textiles, calzado, juguetes y muebles), tanto
en el lapso 2002-2008 (cuando el TCRM era considerado convencionalmente como "competitivo"),
como en la fase 2008-2012 (cuando el TCRM ya no era considerado competitivo y
se apreciaba persistentemente) las importaciones crecían a tasas muy
importantes, similares en los dos períodos, y más rápido que la producción
doméstica.
Sin dudas, existen muchos factores sin relación con el TCRM que explican
esa performance, como las diferencias de diseño, calidad, servicios post-venta,
innovación tecnológica, generación de nuevos productos, logística, condiciones
crediticias y financieras, etc. Difícilmente este desafío pueda resolverse
manipulando el TCRM, o lamentándose por lo efímero de su nivel
"competitivo". Si se buscan resultados distintos, es preciso no hacer
siempre lo mismo.
Original: Pagina 12
*Economista. Director de Revista Circus
** Profesor de Política Económica de Universidad Nacional de Moreno
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