Posteamos un texto muy interesante y esclarecedor respecto al regreso de la economía vulgar en la academia y que permite una hegemonía que se está haciendo efectiva en la región en estos momentos. El autor es el profesor Franklin Serrano de la Universidad Federal de Rio de Janeiro. El texto fue publicado en Revista Circus Nº 6.
Franklin Serrano
UFRJ - IE
Resumen:
Se me ha pedido que realice aquí una reflexión acerca de las razones teóricas y estructurales de la hegemonía cultural del neoliberalismo en las últimas décadas. Lo que sigue no es más que un esbozo en el que ofrezco notas preliminares con la esperanza de que el esquema de interpretación propuesto pueda ser de utilidad para separar los elementos teóricos de aquellos estructurales (o históricos) que integran el complejo tema en cuestión.
Se me ha pedido que realice aquí una reflexión acerca de las razones teóricas y estructurales de la hegemonía cultural del neoliberalismo en las últimas décadas. Lo que sigue no es más que un esbozo en el que ofrezco notas preliminares con la esperanza de que el esquema de interpretación propuesto pueda ser de utilidad para separar los elementos teóricos de aquellos estructurales (o históricos) que integran el complejo tema en cuestión.
La economía es una ciencia empírica
La economía o economía política, como solía llamarse esta disciplina antes de la revolución marginalista de la década de 1870 (que diera luego origen a lo que hoy se conoce como economía “neoclásica”), es una ciencia empírica. Naturalmente, uno puede sentirse tentado a pensar lo contrario, dado el gran esfuerzo e importancia que la profesión le dispensa actualmente a ciertas ramas de la teoría matemática de la economía, que aparentemente tienen poca o ninguna relación –por no decir utilidad– con los análisis empíricos e incluso teóricos de los sistemas económicos reales que existen en la actualidad (o quizá hayan existido en el pasado).
En la profesión hay un número considerable
de nihilistas especialistas en teoría de los juegos que disfrutan con sus
artilugios matemáticos. También hay teóricos del equilibrio general moderno
–neoclásico– que suelen defenderse cuando se señala la esterilidad de sus
trabajos, con cierto tipo de retórica relativista (con niveles variables de
sofisticación). Con frecuencia, estos teóricos comparan el estudio de la
economía con la matemática pura o la filosofía. Además, este tipo de trabajo ha
ganado mucho prestigio en la profesión. Pero muchos de estos teóricos que
parecen rechazar la dimensión empírica de la economía sólo están siendo cínicos
1.
Es muy difícil negar que la
economía tiene un objeto empírico y que hay ciertas regularidades empíricas en
el sistema económico que intentamos comprender. En este sentido, la economía
tiene algo en común con ciencias como la meteorología o la sismología, que
abordan sistemas muy complejos, por lo que es muy difícil que puedan realizar
predicciones muy precisas. Sin embargo, estas ciencias son, en muchos casos,
como la economía: herramientas útiles para comprender cómo funciona el mundo.
Economía científica versus economía vulgar
A pesar de la naturaleza empírica
del objeto o tema de estudio, en los países capitalistas algunas teorías
económicas son argumentos puramente ideológicos, cuya función es defender
ciertos intereses materiales. Con frecuencia, sólo son una ‟teología‟ de las
clases privilegiadas propietarias.
Podemos hacer referencia a la
observación de Marx, abordada en profundidad en su teoría del excedente, según
la cual mientras David Ricardo hizo “economía política científica” (basada de
manera sistemática en el principio materialista clásico del excedente), otros
economistas como Thomas Malthus y Jean Baptiste Say se dedicaron,
fundamentalmente, a lo que Marx llamó “economía vulgar”. Es decir, una economía
puramente ideológica; que carecía de solidez teórica y relevancia empírica.
En economía siempre se debe hacer
una cuidadosa distinción entre la evolución de los resultados de la labor
científica y la sociología del conocimiento. Ciertas teorías y opiniones de
calidad muy modesta pueden, con frecuencia, prevalecer por sobre otras teorías
y opiniones que son más ricas y precisas, por razones ajenas a la ciencia, de
carácter social o político.
Esto no debería resultar
sorprendente ya que la historia nos ha dado muchos ejemplos de cómo la difusión
de ciertas ideas está determinada por fuerzas sociales. Todos conocen los
problemas que Galileo tuvo con el Papa y los comprensibles temores que Darwin
tuvo sobre el impacto que su teoría de la evolución tendría en la sociedad. Por
supuesto, sería extremadamente difícil sostener que la reciente y continua
controversia acerca de las posibles causas humanas del cambio climático –y
sobre qué hacer al respecto– haya sido inmune a la existencia de estas fuerzas
sociales. La ciencia, tanto en su vertiente social como en la exacta, es
producto de un hombre que vive inmerso en la sociedad. No debería entonces
sorprendernos que la difusión de ciertas teorías económicas no haya podido
escapar a estas poderosas fuerzas sociales.
Leer todo el trabajo ACA
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