Por Margarita Olivera*
Horas después ser elegido presidente de la Argentina (habiendo
superado por escasos 3 puntos en el ballotage al candidato oficialista,
Daniel Scioli), Mauricio Macri hizo sus primeros anuncios sobre la
orientación de política exterior y regional que tendrá su futuro
gobierno. Con ideas que van en línea con el nombre de la coalición que
lo llevaría a la victoria, “Cambiemos”, su estrategia externa significa
un claro viraje respecto a la política regional y de integración que se
ha seguido en los últimos años. Pero un cambio, no necesariamente es
algo “bueno” y la política económica no puede ser caracterizada como
“buena” o “mala”. La política económica es funcional a intereses y,
según la naturaleza de esos intereses, beneficia a algunos y perjudica a
otros (grupos, clases sociales, conjunto de individuos que comparten
algunas características comunes, o como prefieran llamarles). La
cuestión es, entonces, cual va a ser el objetivo de la política
económica del futuro gobierno y a quien va a beneficiar y a quien
perjudicar.
En ese sentido, los anuncios de inminentes tratados de libre comercio
con la Unión Europea (tratado y negociaciones que llevan postergados ya
dos décadas) y con la Alianza del Pacífico, dan indicios de hacia
adonde nos dirigiríamos en términos de integración. En particular, el
tratado de libre comercio con la Unión Europea (UE) ha suscitado a lo
largo de los años diferentes posiciones, opiniones y estudios al
respecto. Es innegable que la UE es uno de los principales socios
comerciales del Mercosur, al cual destinamos alrededor del 20 por ciento
de nuestras exportaciones; sin embargo, profundizar dicha relación
comercial podría generar efectos que parecerían ser, al menos,
controversiales y que van más allá del hecho coyuntural de que la región
europea se encuentre en recesión hace más de 5 años.
Sin entrar en la discusión sobre los tamaños de cada bloque, dado que
la Unión Europea supera ampliamente al Mercosur en términos de
producción (su PBI PPA fue 5 veces mayor en 2011 que el de Argentina y
Brasil juntos), de exportaciones (que en 2011 fueron 15 veces las
exportaciones del bloque latinoamericano), de niveles de desarrollo y de
tecnología, la cuestión central es la especialización productiva y
comercial que cada uno tiene dentro de la relación bilateral y el peso
de cada socio comercial. Para comenzar, mientras que el Mercosur destinó
en 2011 el 19 por ciento de sus exportaciones a la UE (según los datos
de comercio exterior de Naciones Unidas, COMTRADE), Europa sólo nos
destinó el 1.3 por ciento de sus exportaciones totales. Dicha relación
asimétrica entre ambos socios generaría importantes ventajas para la
región europea, sobre todo a la hora de las negociaciones, dado que la
amenaza de perdernos como destino de sus ventas es claramente inferior a
la que nosotros sufriríamos.
Por otra parte, las exportaciones del Mercosur hacia Europa se
encuentran menos diversificadas que las de la UE hacia el Mercosur. Los
10 principales productos (desagregado a 3 dígitos) de exportación de
Argentina y Brasil hacia la UE concentran el 54 por ciento de las
exportaciones totales hacia ese destino, mientras que los 10 principales
productos de exportación europeos representan el 35 por ciento de sus
exportaciones hacia el Mercosur. Pero, la cuestión central es qué tipo
de especialización comercial cada uno muestra en la relación bilateral, o
sea, a qué ramas productivas pertenecen esos 10 productos en cada
bloque. Como señala el trabajo de Olivera y Villani (2014)[1],
el Mercosur exporta hacia la UE esencialmente productos primarios y
manufacturas basadas en recursos naturales (productos alimentarios y
mineral-energéticos) mientras que Europa nos exporta manufacturas con
tecnología media y alta (esencialmente del complejo automotor, del
sector farmacéutico y de maquinarias). Esto resulta problemático por
diferentes motivos. En primer lugar, los productos que el Mercosur
exporta hacia UE ya cuentan con aranceles bajos o nulos, el promedio
ponderado arancelario de los diez productos mayormente exportados por
Mercosur a la UE es de 3.3 por ciento (la mayoría de los productos tiene
arancel cero, salvo el café, 9.8 por ciento, y los jugos de fruta, 18.4
por ciento), mientras que el promedio arancelario, ponderado por el
peso de las exportaciones sectoriales en el total, para los productos
que exporta Europa hacia el Mercosur es 9.8 por ciento (con algunos
productos, como los del complejo automotor, con un arancel externo común
de 35% para productos terminados). De este modo, la reducción o
eliminación de aranceles beneficiaría esencialmente al socio europeo.
En segundo lugar, dadas las características del comercio bilateral y
la estructura arancelaria, el acuerdo comercial tendría fuertes efectos
sobre la especialización productiva, que terminarían afectando los
niveles de empleo y la creación de puestos de trabajo. Las ramas
productivas industriales emplean alrededor del 14 por ciento de los
ocupados totales y, junto con el sector servicios, son las que mayor
número de puestos de trabajo han creado en el periodo 2003-2011, con un
incremento promedio de 2.4 por ciento anual en el caso de Argentina y
3.5 en el caso de Brasil. En particular, la rama industrial que agrupa
“productos metálicos, maquinarias y equipos” se ha destacado como la
principal fuente de creación de puestos de trabajo en Brasil y cuarta en
Argentina (sólo debajo de “construcción”, “restaurantes y hoteles” y
“sector financiero”), con un promedio de variación anual de 5.6 y 4.5
por ciento, respectivamente. La firma del acuerdo comercial con la UE
despojaría a los entramados industriales de Argentina y Brasil de la
protección arancelaria con la que hoy cuentan, reduciendo sus
posibilidades de enfrentar a la competencia internacional europea (que
se caracteriza por tener mayores niveles de productividad y tecnología).
Esto impactaría sobre sus niveles de ventas y producción, lo que
acabaría afectando negativamente los niveles de empleo industrial y la
creación de puestos de trabajo. Por otro lado, los sectores
latinoamericanos que podrían beneficiarse del acuerdo comercial,
productos primarios y commodities, son los que menor cantidad
de puestos de trabajo han creado en el periodo 2003-2011, a pesar del
fuerte crecimiento que experimentaron a partir del aumento de la demanda
asiática. De hecho, las actividades primarias no han creado, sino
destruido puestos de trabajo a una tasa anual promedio de 0.7 por ciento
para Argentina y 0.9 para Brasil, y han reducido su participación en el
total de empleos. De esta forma, no es esperable que los trabajadores
industriales que pierdan sus puestos de trabajo sean absorbidos por el
sector primario y productor de commodities, generando consecuencias negativas sobre el número total de ocupados en el Mercosur.
En tercer lugar, la profundización de la especialización comercial y
productiva de la región en productos primarios y manufacturas de
recursos naturales puede generar efectos adversos sobre las
posibilidades de crecimiento en el mediano y largo plazos. En general,
la producción de commodities, además de generar pocos puestos
de trabajo, se caracteriza por su escaso valor agregado, por tener pocas
interconexiones con el resto de la economía y por sus escasas
posibilidades de generación de efectos de derrame de tecnología que den
lugar a procesos dinámicos en el mediano y largo plazo, dado que estas
actividades no son las que muestran los más elevados ritmos de progreso
tecnológico a nivel global. A su vez, como han ampliamente estudiado los
teóricos estructuralistas, las elasticidades de exportación de los
productos primarios son mucho más bajas que las de los productos
manufacturados. De esta forma, los niveles de crecimiento económico de
nuestros países en el largo plazo (más allá de las coyunturas
económicas) tenderían a ser inferiores que el de las economías
desarrolladas y diversificadas.
Finalmente, muchos autores han destacado las posibilidades de ampliar
los flujos de inversión extranjera directa (IED), cuyo origen es
esencialmente la UE, como uno de los beneficios mayores del acuerdo. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que el destino de la IED no es
definido por los países receptores sino por los dueños del capital (dado
que no existen controles a los flujos de capitales). En general, los
principales destinos son los sectores de servicios, los sectores
productores primarios y de manufacturas de recursos naturales. Por este
motivo, el aumento de los flujos de IED conllevaría a una ulterior
profundización de la especialización productiva y no a su atenuación,
con todas las consecuencias ya mencionadas.
En conclusión, la firma de un tratado de libre comercio con la Unión
Europea, difícilmente traería beneficios para el Mercosur y la
Argentina, más aún si el objetivo es aquel de proteger y estimular el
empleo en un esquema de desarrollo económico inclusivo y con una
estrategia de crecimiento que sea sostenible en el tiempo.
[1]
Olivera, M. y D. Villani (2014). “Tratado de Libre Comercio
Mercosur-Unión Europea y sus posibles consecuencias sobre la
especialización comercial y la estructura económica”. Presentado en el
Congreso de Economía Política Internacional realizado en la Universidad
Nacional de Moreno, Argentina. Noviembre de 2014.
Disponible en:
http://www.unm.edu.ar/congresoeconomiainternacional/ponencias/OLIVERA-VILLANI.pdf
* Doctora en Economía y Profesora de Desarrollo Económico del
Instituto de Economía de la Universidad Federal de Río de Janeiro
(UFRJ), Brasil.
original: NODAL
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