REPORTAJE a Carlos Aguiar de Medeiros
Por Diego Rubinzal
La Asociación de Pensamiento Económico (APEL)
organizó su primer Congreso de Pensamiento Económico Latinoamericano en
la sede de la Universidad Metropolitana de la Educación y el Trabajo
(UMET). En ese marco, Cash tuvo la posibilidad de entrevistar al
destacado economista Carlos Aguiar de Medeiros. Ese intelectual
brasileño es licenciado en Ciencias Económicas, Magister en Ingeniería
Industrial por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y doctor
en Ciencias Económicas por la Universidad Estatal de Campinas (Unicamp).
Medeiros conversó con Cash sobre la realidad brasileña y la emergencia
de China como nuevo centro cíclico global.
El delicado panorama del Brasil se manifiesta en dos planos
diferentes (político, económico) que se van retroalimentando. ¿Qué fue
lo que gatilló ese escenario? ¿La crisis política prima sobre la
económica o a la inversa?
–La desaceleración económica brasileña es una realidad desde 2010 y
eso fue provocando un creciente malestar social. En 2013, la población
se manifestó masivamente en las calles reclamando por la deficiente
calidad en la prestación de los servicios públicos. Las tensiones
económicas se intensificaron al año siguiente debido al incremento de la
tasa de inflación. A eso se sumaron las quejas por el entramado de
corrupción alrededor de Petrobras y la creciente polarización electoral
entre el PSDB y el PT. Así llegamos a las elecciones adonde Dilma
Rousseff resultó electa por un margen relativamente pequeño de votos.
En ese escenario, Lula defiende la aplicación de un ajuste
“expansivo” similar al ejecutado durante el primer año de su mandato.
¿Las modificaciones operadas en el contexto internacional no son
analizadas?
–Está muy claro que el gobierno falla en el diagnóstico de la
situación internacional y de cómo eso incide (e incidirá) en el
desempeño de la economía brasileña. El PT acepta acríticamente la
equivocada perspectiva de que la devaluación y el ajuste fiscal
provocarán incremento de la inversión, de las exportaciones privadas y,
por ende, de la actividad económica interna.
¿Se puede decir que Dilma aplica el plan económico ortodoxo por convicción o por “necesidad”?
–La implementación del paquete de ajuste no es una necesidad
impuesta, por ejemplo, ante una crisis externa. En la actualidad, la
“restricción externa” no es un problema acuciante porque el nivel de
reservas internacionales es bastante elevado. El ajuste tampoco responde
a alguna otra causa estrictamente económica. En realidad, el gobierno
esta cediendo a las presiones de los mercados financieros y de los
principales medios de comunicación. Lo que intenta la administración
Rousseff es revertir la caída en los índices de aprobación
gubernamental. La estrategia sería incrementar los niveles de adhesión
fundamentalmente de aquellos sectores medios que votaron al candidato
opositor en las últimas elecciones presidenciales.
Los funcionarios sostienen que el ajuste es necesario para
conservar el “grado de inversión” debido a las exigencias de las
calificadoras de riesgo para mejorar las cuentas fiscales. ¿Qué
explicación tiene la aplicación de medidas de ajuste que provocan un
círculo vicioso que culmina con mayores déficits fiscales?
–Lo que está claro es que el daño provocado en la economía brasileña
es autoinfligido. ¿Cómo explicarlo? En mi opinión, las principales
causas del ajuste hay que buscarla en las presiones del poder económico.
Éste entiende que hay que ponerle un tope al incremento de los salarios
reales y del gasto social. Es un poco la idea de aquello que planteaba
el economista polaco Michel Kalecki referido a que los capitalistas
podrían estar dispuestos a aceptar una rebaja de las ganancias a cambio
de recuperar el control social, la disciplina laboral y la estabilidad
política. La lógica del ajuste solamente puede ser entendida en ese
sentido.
¿Qué alternativa de política económica es realista y posible
para enfrentar el complicado contexto internacional? ¿El PT está en
condiciones de liderar ese cambio de rumbo?
–La situación actual podría resumirse de la siguiente manera: Brasil
tiene un mercado interno importante y la economía internacional crece a
tasas muy reducidas. En ese contexto, la opción es clara: hay que
expandir la demanda interna con una fuerte inversión en materia de
infraestructura económica y social. Lamentablemente creo que esa
política ya no podrá ser ejecutada por el PT. El partido liderado por
Lula tiene un espíritu redistribucionista pero no puede ser calificado
como desarrollista.
La burguesía paulista muchas veces a sido resaltada como
modelo de burguesía nacional. Sin embargo, su rol político-económico
parece alejarse de esa mirada complaciente. ¿Cuál es su opinión al
respecto?
–La exaltación de la burguesía paulista es una equivocación. La idea
de la existencia de una “burguesía nacional” brasileña virtuosa es un
mito. Ese sector empresarial está muy lejos de contar con un proyecto
nacional de país. Los posicionamientos políticos del empresariado local
hablan por sí solos.
Usted viene estudiando en detalle la emergencia de la
economía china como nuevo centro cíclico global. ¿Qué implicancias tiene
esa cuestión para América latina? ¿Existe el peligro de reproducir el
viejo esquema centro-periferia en materia de intercambios comerciales?
–Ese fenómeno ya está sucediendo. Lo que hay que tener claro es que
el problema no radica en China sino en la inexistencia de un proyecto de
industrialización coherente y consistente en América latina. El desafío
para nuestros países será negociar con inteligencia en distintos
niveles (Mercosur, entre gobiernos) con el gigante asiático. Lo que es
evidente es que China tiene claros cuáles son sus intereses y trabaja en
ese sentido.
Original: Cash
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