Por Matías Vernengo *
El comité de mercado abierto de la Reserva Federal, el banco central
estadounidense, decidió por mayoría de votos (hubo un disidente) en su
última reunión mantener la tasa de interés básica en casi cero (0,25 por
ciento). La principal razón aludida en el informe de prensa fue la
situación internacional incierta. En sí misma la razón es una novedad,
una vez que, por lo general, solamente las condiciones internas de la
economía estadounidense son tomadas en cuenta. Y, si bien hay razones de
sobra para preocuparse con la situación internacional, con la
desaceleración china y la interminable crisis europea, los problemas
internos de la economía estadounidense no deben ser minimizados. Aunque
varios economistas conservadores, por ejemplo Martin Feldstein quien
comandó el Consejo de Asesores Económicos de Ronald Reagan, han sugerido
que la economía está en pleno empleo, lo cierto es que el mercado de
trabajo sigue relativamente endeble.
La tasa de desempleo oficial es de 5,1 por ciento. Pero, medidas más
amplias que incorporan a los trabajadores desalentados que abandonaron
la búsqueda de empleo y a los que trabajan menos horas de lo que
estarían dispuestos, indican que el desempleo se ubica por encima del 10
por ciento. Ese número condice con el relativo estancamiento de los
salarios, y sugiere que la situación laboral estadounidense es mejor,
pero no demasiado, que la europea.
El desempleo más elevado de lo que los números oficiales sugieren,
los salarios estancados, la casi imposibilidad de aprobar un aumento del
salario mínimo en el congreso dominado por los republicanos, componen
un panorama en el cual el riesgo de inflación es muy bajo. A esa
situación, contribuyen la lenta recuperación después de la crisis de
2008 y la caída de los precios de las commodities, en particular del
petróleo.
La presión para el aumento de la tasa de interés no parece estar, a
pesar de la retórica, en un peligro inflacionario. La política
monetaria, como había notado Keynes, no sólo afecta el nivel de
actividad y, por medio de la presión en el mercado de trabajo y del
poder de negociación de los trabajadores, los salarios y los precios.
También tiene efectos distributivos directos. Y ésa es la razón de los
crecientes reclamos de los mercados financieros por lo que ellos
denominan la normalización de la política monetaria. Tasas de interés
más altas se traducen en mayor remuneración para el capital y los
rentistas.
Un aumento de la tasa de interés, es importante notar, seria
gradual, y es de esperar que su impacto sobre los mercados financieros
internacionales no sería catastrófico. Por cierto reforzaría los flujos
de capital hacia Estados Unidos, y pondría más presión sobre las monedas
de los países periféricos, que ya están en proceso de devaluación. Pero
el peligro de aumentar la tasa de interés del punto de vista de sus
consecuencias domésticas es más grave. No tanto porque el aumento de la
tasa de interés pueda tener un efecto dramático sobre el nivel de
actividad doméstico. Del mismo modo que las tasas bajas han sido
insuficientes para sacar a la economía de la crisis, no hay porque creer
que un aumento gradual conllevaría a un empeoramiento serio de la
situación económica.
El problema es que las tasas bajas cumplen un papel crucial que no
es comprendido por los economistas conservadores. Keynes señalaba que
las tasas bajas, lo que él llamaba la eutanasia de los rentistas,
permitían la expansión del gasto público en bases sostenibles. El
gobierno podría tomar prestado a tasas bajas, gastar, aumentando los
déficit y la deuda, pero permitiendo la recuperación de la economía, y
por lo tanto sus ingresos y la capacidad de pagar. Los críticos de la
política de tasas de interés cero parecen no entender que el objetivo no
es tanto que la tasa por el piso permita la expansión del crédito, algo
que solo ocurriría con la recuperación de la propia economía, sino
permitir la expansión del gasto fiscal.
Como decía Marriner Eccles, gobernador de la Reserva Federal durante
los años 30 y 40, hacer política monetaria en una crisis como la de
2008 es como empujar con una cuerda. El riesgo, entonces, es que además
de los problemas políticos para la expansión fiscal enfrentados en el
plano legislativo, el gobierno tendría que tomar prestado a tasas más
altas. Esto pone más trabas a la débil recuperación estadounidense, y
esta, y no tanto la desaceleración china, es el problema central de la
economía global.
* Profesor titular de Bucknell University y de la Maestría en
Desarrollo Económico de la Universidad Nacional de San Martín
(MDE-Unsam).
original : Pagina 12
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