Por Alejandro Fiorito *
Las recientes devaluaciones de China acumulando un 4,4 por ciento
desde el martes pasado han generado diversas especulaciones sobre las
consecuencias que podrían inducir. La posibilidad de la ocurrencia de
una “guerra de monedas”, por ejemplo, entre el dólar y el yen, y el
encadenamiento devaluatorio de otras economías vinculadas comercialmente
como el euro y la rupia en pos de recuperar la competitividad perdida.
Las autoridades chinas han confirmado que fue una devaluación “de
una sola vez” en pos de corregir el tipo de cambio con mayor información
del mercado en su determinación y sin ningún viso de convertirla en una
tendencia devaluatoria. Sin embargo, algunos especialistas,
manifestaron su sospecha que el ceder lugar a las determinaciones de
mercado del tipo de cambio, encubre en realidad el abaratar los
productos chinos para dar un impulso a sus decrecientes exportaciones
(8,3 por ciento en el último año).
Pero sólo un extendido consenso convencional sobre un “optimismo” de
las elasticidadesprecio del comercio hace decir que una devaluación
puede tener tan importante efecto de corrección en el comercio.
Fundamentalmente cuando China ha hecho en todos estos años un enorme
trabajo de mejoras de productividad real con revaluaciones. En efecto,
algunas regresiones chinas, muestran al revés, que existe allí también
una inelasticidadprecio agregada, esto es que las variaciones del tipo
de cambio (no el nivel) tienen un efecto limitado en exportaciones e
importaciones en general. Así, la principal consecuencia de las
devaluaciones es una redistribución regresiva al interior de dichas
economías. El comercio depende de la elasticidadingreso: si crece el
mundo, crecen las exportaciones chinas, y si crece el país, crecen las
importaciones.
El proceso de fuerte industrialización china que se potenció
dislocando a las industrias manufactureras regionales desde los noventa,
logró cambiar los precios relativos internacionales (viento de cola)
por medio de muy bajos costos laborales pero fundamentalmente por una
creciente productividad laboral, transmitidos por sus exportaciones de
manufacturas industriales al mundo desde el 2002 a partir de su entrada
en la OMC.
Se suele considerar que China crece liderado por exportaciones pero
sin embargo, el grueso del impulso de demanda que motoriza el alto
crecimiento chino hasta hoy (7 por ciento es enorme en este contexto
mundial) es demanda doméstica y no externa. El error surge al hacerse
comparaciones incorrectas como el de exportaciones sobre producto
(X/PIB), que sería similar a comparar ventas sobre ganancias, por
ejemplo, Malasia en el 2006 reportó un 104 por ciento a dicha relación,
pero eso no significa que el sector exportador es más grande que la
economía misma. Para comparar correctamente, hay que sacar el contenido
importado de las exportaciones y restar los insumos que provienen de
otros sectores domésticos.
Así, las recientes medidas habría que ubicarlas más bien, en un tema
de una corrección financiera como el “carry trade” que involucraba una
segura revaluación del yuan y a su intento de integrar la canasta de
monedas del DEG del FMI, más que a un tema comercial.
China es un socio estratégico de EE.UU.
Es un error suponer que existe hoy desde China el intento de
desplazar con su moneda al dólar como moneda de reserva mundial. El
renmimbí no es aún siquiera una moneda convertible, mientras que el
dólar se mantiene estable desde hace años con el 64 por ciento de las
tenencias en el mundo incorporando a los bancos centrales de otros
países (Cofer 2015).
China es un socio estratégico de Estados Unidos y estas medidas más
allá de su carácter coyuntural, son consensuadas con la economía
principal. En la guerra fría, la estrategia de Estados Unidos en limitar
el avance de la ex URSS lo llevó a un plan de sostenimiento económico
de la recuperación de Japón, luego Corea y Taiwán y cuyo último país en
“invitar a desarrollar” fue precisamente China, desde la reunión cumbre
entre Nixon y Mao en 1972. El juego actual de China –y hasta que no
llegue a disputar otros terrenos como el control militar de los océanos
con Estados Unidos– no cuestionará la hegemonía económica norteamericana
ni sobre la moneda sino más bien que apuntará a establecer su hegemonía
regional.
Original: Pagina 12
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