Alejandro Fiorito
Docente y economista de la UNLU
Una causalidad empírica bien probada sobre la variación de la inflación en la Argentina es la de su transmisión por suba de costos. Estos incluyen macroeconómicamente a los salarios reales y las importaciones, en tanto que las exportaciones afectan a los precios domésticos por efecto del “traccionamiento” de precios internacionales traducido a precios domésticos. Se agrega además, que cualquier modificación del tipo de cambio real, alterará la distribución del ingreso, y por esa vía a los precios domésticos.
También está empíricamente probado que
estos menores costos no tendrán mucho impacto en un aumento de las cantidades
exportadas, ni en una disminución de las cantidades importadas, debido a la
fuerte inelasticidad-precio de estas variables. Por ende, las devaluaciones no
son deseadas por los gobiernos y si se producen es por la tendencia declinante
de las reservas de divisas, pero no por “falta de competitividad” de la economía. ver ACA
Finalmente, negando a las visiones
convencionales, la inflación desde los ’60 hasta ahora no se encuentra
correlacionada con el déficit fiscal en la Argentina. Por lo que sigue siendo
confuso el argumento de una inflación por “exceso de demanda”, (menos hoy con
el menor nivel de utilización de la capacidad productiva en los últimos años).
Una devaluación sí elevará los costos
de insumos importados y de los productos que se exportan. Las paritarias
permiten una puja (deseable distributivamente) sobre el nivel del salario real
perdido, que forma parte de la propagación de los mismos. Si se le agregara la
suba de tarifas por eliminación de subsidios a la energía en la producción
industrial –que fueron puestos en su momento para evitar mayores subas en los
precios- también se impulsarán mayores costos y precios. Por lo que la
inflación es un ciclo de transmisión continuo cuya moderación necesita de una
fuerte injerencia política desde el Estado en la negociación entre partes. Una
política de control de precios y de ingresos y no un ajuste de cantidades como
postula la ortodoxia.
Por lo que luego de una devaluación
suele producirse una reducción del nivel de actividad (efecto ingreso y no
sustitución), en tanto los salarios reales caen fruto de ese cambio inicial
reduciendo por inducción el nivel de importaciones (vg. energía) y con ellas
también la inversión privada. Por ello, es totalmente adecuado desde una visión
alternativa el mantener una actividad fiscal expansiva, por su efecto
compensatorio interno en pesos, independizándolo de la obtención de divisas.
En cambio la receta convencional,
recusa esa compensación, y no diferencia moneda doméstica de divisas, lo que al
final de su cadena causal se termina siempre con mayor desempleo afectando
indirectamente la capacidad de negociación salarial (costo), pero destruyendo
en el proceso el impulso de demanda autónoma que permite el crecimiento.
No es opción entonces, bajar el nivel de actividad en base a la reducción del déficit fiscal, (la Argentina está en la media de la región, -2.4 vs -2.6, CEPAL, 2013), que como se dijo, no mejora realmente el frente externo y sería como un “tiro en el pie”, que podría llevar a una “restricción social”.
No es opción entonces, bajar el nivel de actividad en base a la reducción del déficit fiscal, (la Argentina está en la media de la región, -2.4 vs -2.6, CEPAL, 2013), que como se dijo, no mejora realmente el frente externo y sería como un “tiro en el pie”, que podría llevar a una “restricción social”.
Confusiones
convencionales
Pero toda esta causación menguante se
produce a nivel de la moneda doméstica, sin mejorar per se el ingreso bruto de
divisas, que fue lo que impulsó la devaluación. Por lo que no se evita el
problema original. Y como no hay muchas salidas por el lado real a corto plazo:
es difícil incrementar exportaciones (que dependen de quien compra) y lleva un
tiempo sustituir importaciones, (vg.YPF, Vaca muerta, etc.) en punto a la obtención de divisas
sólo resta la ampliación del uso de la cuenta de capital en una situación
internacional favorable de bajas tasas de interés nominales.
De hecho, la periferia luego del ingreso de China a la OMC, se ha
“desacoplado” creciendo mucho más que el centro, aun con similar ciclo
económico, de tal forma que la periferia crece más y decrece menos que el
centro en el ciclo. Por caso pertinente, nuestra región, que tiene mayores
cuentas corrientes negativas que la Argentina, financia su crecimiento con la
cuenta de capital.
La suba del diferencial de tasas
nominales de interés era lógicamente necesaria para frenar la formación de
activos en el exterior, elevando el costo de oportunidad de fuga y de no
liquidación de granos. ACA
Críticas especiosas, afirman que esto sería
una medida de “derecha” por sus efectos contractivos. Sin embargo, más allá de
su dudoso efecto sobre la inversión y su escaso impacto vía créditos, el
resultado final no es independiente de lo que se haga al respecto: los efectos
negativos sobre el consumo, pueden mitigarse segmentando los mercados de
préstamos con tasas de interés más bajas al consumo, (tarjetas de crédito,
etc.) como Brasil, ACA pero por medio de los bancos públicos en
competencia con los privados y claro está también manteniendo la ya citada
compensación fiscal de demanda. La media convencional en este punto, parece
pelearse con el álgebra, al criticar ideológicamente toda salida, ora por
izquierda, ora derecha.
No obstante, no se ha logrado una
robustez del nivel de reservas necesaria para volver a crecer a tasas mayores.
Obstáculos como riesgo país, los fondos buitre y el no haber incrementado
sustancialmente el “poder de fuego” en divisas, podrían debilitar la posición
del banco central en la pulseada para no volver a devaluar y tornar otra vez
negativo el diferencial nominal de tasas con sus asociados peligros de la
formación de activos externos. ACA
Entonces, la opción de recurrir al
financiamiento externo (deuda y/o IED y/o ingreso de divisas) es válida al
permitir un mayor crecimiento económico sin implicar necesariamente un camino
de endeudamiento masivo y creciente como antaño. ¿Por qué?
En primer lugar, porque ofrece un
mayor lapso para generar políticas industriales y madurar las de sustitución de
importaciones que mejoren la productividad en el largo plazo y el frente
externo. En segundo lugar, por la combinación de buenos precios de nuestros
exportables y bajas tasas de interés internacionales, sin la existencia de la
fragilidad financiera de antaño debido al desendeudamiento producido en estos
años. En tercero, el gobierno actual es un factor para negociar las condiciones
favorables para dicho financiamiento.
Pero
aún sin tener esos plazos para planes industriales dado el próximo recambio del
2015, puede ser más que conveniente, el dejarle al próximo gobierno una
economía con mayores reservas y con algunos proyectos industriales en marcha,
para que tenga un mayor costo político cualquier intento de ajuste ortodoxo.
El nudo gordiano fue y sigue siendo el externo y no la inflación como se menea todo el tiempo, en tanto esta última puede menguarse más fácilmente sin la amenaza de una devaluación constante sobre la única escasez real de la economía argentina que son las divisas.
El nudo gordiano fue y sigue siendo el externo y no la inflación como se menea todo el tiempo, en tanto esta última puede menguarse más fácilmente sin la amenaza de una devaluación constante sobre la única escasez real de la economía argentina que son las divisas.
original: El Economista
No hay comentarios:
Publicar un comentario