Reportaje a Eduardo Crespo, Profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro
-Revista: ¿Cómo analiza la relación de la Argentina y Brasil en materia económica y política en la última década? ¿Qué cambios sustantivos se han producido?
-Eduardo Crespo: Entiendo que la integración regional avanzó más en términos políticos, con la creación de la UNASUR, que en materia estrictamente económica. No se visualizan, por ejemplo, infraestructuras comunes significativas, ni grandes avances en materia comercial. Tampoco existe una política industrial común, en parte como reflejo de la ausencia de políticas industriales agresivas también a nivel nacional. Incluso el Banco del Sur sigue siendo más una promesa que una realidad concreta.
-R: ¿Cómo evaluó el panorama económico argentino y regional frente a la crisis internacional que se desató hacia finales del año 2008? ¿Qué efectos quedan remanentes aún de la crisis global en los países de la región?
-E. C.: Considero que la crisis mundial tuvo un impacto muy menor para la región. Si bien se centralizó en los países más desarrollados e impactó sobre todo el planeta, para la mayor parte del mundo se trató únicamente de un fuerte cimbronazo financiero que se prolongó apenas unos pocos meses. Los primeros indicadores inmediatamente posteriores a la quiebra de Lehman Brothers anunciaban un derrumbe igual o mayor que el observado en la década del 30. Las caídas iniciales de los volúmenes de comercio, el hundimiento de las cotizaciones bursátiles y la interrupción del crédito fueron impresionantes. Sin embargo, las intervenciones públicas para evitar las quiebras bancarias generalizadas fueron sumamente eficaces y la salud del sistema financiero mundial fue reestablecida con bastante celeridad. Más difícil fue retomar el crecimiento y recuperar los niveles de empleo. El modelo de acumulación norteamericano y europeo basado en el endeudamiento familiar, especialmente de los trabajadores, parece haber alcanzado a un límite estructural. Pero para el resto del mundo la ‘crisis’ se expresa apenas como el estancamiento de algunos mercados de exportación, especialmente el europeo que tampoco representa gran cosa porque es cada día más irrelevante en relación al resto del mundo. En términos financieros la continuidad de esta situación nos favorece porque los países afectados están forzados a fijar tasas de interés sumamente bajas. Por otra parte, regiones como América del Sur y África se desendeudaron en dólares durante la última década, hecho que las “inmuniza” significativamente frente a los vaivenes financieros internacionales. Si bien China redujo su tasa de crecimiento anual (entre un 2 y 3%), éstas siguen siendo elevadas. Así, tanto Asia como América del Sur y África volvieron a crecer a partir del año 2010. Algunos intelectuales de izquierda latinoamericanos siguen gastando mucha tinta con augurios y advertencias sobre la temeridad de la crisis económica ‘mundial’, cuando en realidad se trata sólo de un proceso muy localizado en Europa, región cada día más periférica tanto en términos comerciales como estratégicos.
-R: Teniendo en cuenta la situación social y económica actual de Brasil, ¿sigue pensando que “de a poco van a tener que dejar de atacar la inflación con apreciación”?
-E. C.: En las actuales circunstancias difícilmente las autoridades brasileñas puedan atacar con éxito la inflación sin apelar a elevadas tasas de interés y apreciación cambiaria. Las recomendaciones ‘neo-desarrollistas’ de atacar la inflación reemplazando la política monetaria restrictiva del plan de metas por una política fiscal del mismo signo fracasaron rotundamente. Brasil hoy está en el techo de la meta inflacionaria y la economía se encuentra estancada. La política fiscal contractiva demostró ser mucho más perniciosa para el crecimiento que las elevadas tasas de interés. Ahora bien, ¿pueden apreciar ad eternun? Es difícil saberlo, pero en las condiciones presentes me parece que no tienen alternativa, salvo que acepten tener un mayor nivel de inflación. De cualquier forma, la continuidad de esta política depende de que las tasas de interés internacionales sigan siendo muy bajas.
-R: ¿Qué cambios en materia macroeconómica visualiza entre el gobierno de Inácio “Lula” Da Silva y Dilma Rousseff?
-E. C.: Entre otras cosas, el reemplazo de la política monetaria por la fiscal apuntado en la respuesta anterior. Con Dilma el signo de la orientación política fue más conservador a todo nivel, no solamente con relación a la política económica. Hubo una decisión consciente de enfriar la economía. La elite brasileña contemporánea le tiene pánico al crecimiento sostenido. Cuando la economía crecía al 7,5% en el año 2010 inmediatamente se encendió la alarma por el ‘recalentamiento’ macroeconómico y muchos empezaron a decir que la ‘fiesta’ debía terminarse. Con la llegada de Dilma se suspendieron programas y se redujo la inversión pública.
-R: ¿Cómo cree que el vinculo entre el peso argentino en relación al dólar (a los dos tipos de dólares: oficial y paralelo) se verá afectado por las decisiones de Brasil? ¿Qué grado de dependencia tiene la Argentina a las decisiones de Brasil en el contexto de nuestra economía nacional y cuál en el contexto regional? Y, en ese sentido, ¿cómo deberían pensarse los posibles problemas de mediano plazo en la esfera política decisional argentina?
-E. C.: No creo que las decisiones brasileñas tengan una gran repercusión sobre el desdoblamiento cambiario argentino. El mayor impacto de la política económica brasileña se verifica en nuestras exportaciones industriales, especialmente en la industria automotriz, que es la única realmente integrada en términos regionales. Al menos en el corto plazo, una política brasileña conservadora significa para nosotros un menor volumen de exportaciones de autos. Ahora bien, si nos preguntamos por las perspectivas de largo plazo, es claro que sería deseable que Brasil tuviera una genuina vocación desarrollista y un mayor compromiso con el crecimiento.
-R: ¿Qué instrumentos posibles y qué salidas factibles encuentra para el problema actual de tener en la Argentina una inflación que no merma y un tipo de cambio que se aprecia? ¿Cómo se podría mejorar el control a la inflación actual?
-E. C.: En la Argentina siempre fue muy difícil parar la inflación con un tipo de cambio muy depreciado. En el año 2002 se pudo lograr ese ‘milagro’ para los capitalistas porque el desempleo abierto rondaba el 25% y otro tanto ocurría con el desempleo. Pero en las actuales circunstancias me parece muy complicado alcanzar el objetivo de un ‘tipo de cambio competitivo y estable’. Seamos realistas: en la Argentina, si el tipo de cambio es competitivo no es estable. Lo que sí me parece viable es buscar diferenciar la situación de cada sector de actividad vía subsidios, políticas impositivas, crediticias y una buena administración de aranceles. Así, por ejemplo, se pueden reducir costos a favor de los sectores más vulnerables frente a la competencia extranjera o se pueden ofrecer tasas de interés bajas y a plazos largos a aquellas actividades no tradicionales que tienen un mayor potencial exportador. Caso contrario, la devaluación únicamente favorece a los sectores agrarios exportadores con efectos nulos o insignificantes sobre los valores totales exportados, ya que toda la información empírica disponible indica que la elasticidad de las exportaciones frente al tipo de cambio es sumamente baja, tanto en la Argentina como en el resto del mundo. No vamos a exportar más soja porque el tipo de cambio, supongamos, se vaya a 20 pesos.
-R: Analizando la actual situación de crisis que atraviesa Europa, usted ha afirmado que “la situación de Portugal tiene correlación con la crisis de la Argentina que explotó en 2001”. ¿En qué sentido identifica variables causales en común?
-E. C.: Visualizo un elemento común entre ambas situaciones. Dada la actitud del Banco Central Europeo -que en la práctica no funciona como un verdadero Banco Central– ambos países enfrentan sus deudas públicas (y privadas) como deudas externas. No existe un prestador de última instancia y en ese marco se impone el ajuste crónico o el default.
-R: Finalmente, ¿qué potencialidades de la relación económica entre América Latina (especialmente en el caso de Brasil y de la Argentina) y China no se están aprovechando?
-E. C.: China es el principal mercado en crecimiento mundial y ya es el principal socio comercial de la región. Entre América del Sur y China hay una gran complementariedad comercial porque la región dispone de materias primas y alimentos que China necesita en su proceso de industrialización y urbanización. Además, ya se perfila como un gran inversor regional en materia de energía y extracción mineral. El problema principal es que se está configurando un patrón comercial desigual en el cual nosotros nos especializamos en la exportación de materias primas y los chinos de productos industriales. Y la industria, nunca está demás repetirlo, tiene muchos más efectos dinamizadores en el largo plazo. Entiendo que China representa una oportunidad para explotar nuestros recursos naturales en mejores condiciones, pero no puede substituir nuestra obligación de industrializarnos.
Original: Revista Estado y Políticas Públicas
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