Por Eduardo Crespo, economista y profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro -UFRJ-
La tendencia más sobresaliente de la economía mundial contemporánea
es el llamado ‘desacople’ (decoupling, en inglés) de las tasas de
crecimiento de las economías denominadas emergentes con relación a las
observadas en los países desarrollados. Desde inicios del Siglo XXI, en
forma sistemática el conjunto de las primeras crece entre 3 y 6 puntos
porcentuales más que los segundos. Aunque las fluctuaciones cíclicas
experimentadas por ambos grupos guardan un estrecho paralelismo entre
sí, en el cual emergentes y desarrollados crecen o se desaceleran en
simultáneo, las tasas a las que esto ocurre difieren en forma continua a
favor de los primeros.
Esta tendencia a la convergencia en los niveles de ingreso per
capita, en tanto fenómeno general, constituye un hecho relativamente
inédito en la historia del capitalismo, sistema donde la divergencia
suele ser la norma. Entre los motivos que se suelen apuntar para
interpretar esta novedad se destacan las bajas tasas de interés
internacionales y fundamentalmente el proceso de industrialización
asiático –y chino en especial– que tiende a abaratar los productos
industriales modificando los términos de intercambio a favor de los
productores de commodities.
En este propicio escenario, la mayoría de los emergentes mejoró sus
indicadores de fragilidad financiera, acumuló reservas internacionales,
redujo su endeudamiento externo, aumentó sus niveles de empleo y elevó
sus salarios. En resumidas cuentas, esta es la tendencia que algunos
analistas llaman ‘viento de cola ’–expresión que en la Argentina se
utiliza principalmente para ningunear los éxitos del Gobierno–. Aunque
algunos comentaristas interpreten que esta bonanza está llegando a su
fin (1), entendemos que no existen motivos estructurales para
suponer que se trata apenas de una condición pasajera y que todo
volverá, en breve, a la normalidad.
La industrialización asiática llego para quedarse y el propio proceso
de crecimiento diferenciado está acelerando el comercio “sur-sur” y los
flujos financieros al interior del bloque de los emergentes. La
acumulación generalizada de reservas y el creciente protagonismo chino,
tanto en el comercio como en la Inversión Extranjera Directa mundiales,
redujeron la dependencia de éstos con relación al mundo desarrollado.
La mayoría de los emergentes salió con comodidad de la crisis
internacional y algunos hasta se animan a visualizar la tradicional
restricción externa como una terrible enfermedad del pasado, hoy
fácilmente atendible con las nuevas medicinas de la economía mundial.
Una eventual suba de las tasas de interés en EE.UU. o Europa podrá
moderar los pronósticos más optimistas, pero difícilmente revertirá la
tendencia. Si la crisis mundial pasó con facilidad para los emergentes,
es dudoso que una suba de tasas de dos o tres puntos porcentuales pueda
ocasionar un daño mayor (2).
Cuando se observa con detalle al interior de estos grandes bloques,
sin embargo, surgen diferencias notables. El grupo de países de América
Latina y el Caribe, por ejemplo, exhibe una performance bastante pobre
en comparación con las otras regiones que conforman el bloque de los
emergentes. En forma persistente nuestra región crece a tasas más bajas
que las observadas en el Africa Subsahariana y los países asiáticos en
desarrollo.
Brasil
Brasil es el principal sospechoso de empujar el promedio de
crecimiento regional hacia abajo. Excluyendo algunos años puntuales, el
país crece en forma sistemática por debajo de la media mundial, regional
y, desde luego, de los emergentes. Los motivos son domésticos y, más
precisamente, políticos. La mayoría de los países del mundo envidiaría
las condiciones financieras de Brasil. Cuenta con más de US$ 370.000
millones en reservas internacionales, es acreedor neto en moneda
extranjera, coloca deuda en títulos nominados en su propia moneda y los
términos de intercambio de sus exportaciones se estabilizaron en niveles
elevados, pese a la moderaba reducción reciente.
Sin embargo, sus élites económicas y políticas optan por la ortodoxia
fiscal, el combate religioso a la inflación y se contentan con crecer a
tasas mediocres para no promover subas salariales o indeseables
conflictos distributivos.
La Argentina
Otro caso anómalo es la Argentina. En parte debido a su traumático
pasado financiero y al default de 2001, el país hasta el momento no pudo
aprovechar las favorables condiciones financieras internacionales. Una
vez reducido su superávit de cuenta corriente –como consecuencia del
crecimiento 2003-2011– comenzó a sufrir una renovada penuria en materia
de divisas debido a su persistente déficit en la cuenta capital.
Si bien en esta historia existe una incuestionable herencia recibida,
también es obligado apuntar errores recientes. Desde ámbitos cercanos
al Gobierno se evalúa la salida de capitales como una ‘fuga’ que debe
ser punida en términos policiales y morales, y que se intenta explicar
apelando a una curiosa adhesión cultural de los argentinos por el dólar o
a una perversidad intrínseca de los empresarios locales. Mientras
tanto, el país mantuvo un persistente diferencial negativo en términos
de tasas de interés ajustadas por el riesgo país y las expectativas de
devaluación, como lo señalan en un trabajo reciente Juan Matías de
Lucchi, Nahuel Guaita y Silvio Guaita (3).
Como salida a esta situación, el Gobierno optó por el denominado
‘cepo’, mecanismo que apunta a frenar la salida de divisas impidiendo la
entrada. Con este instrumento el Banco Central le cedió a los
especuladores la fijación de un tipo de cambio paralelo, que tiende a
arrastrar al oficial, al tiempo que estimula la subfacturación de
exportaciones y la sobrefacturación de importaciones. Hoy sufrimos una
inédita escasez de divisas en un mundo donde los dólares abundan. Los
recientes cambios en el Gabinete –en especial en el Ministerio de
Economía– representan una oportunidad irrepetible para corregir el
rumbo, retomar el crecimiento a tasas elevadas y volver a ser un ejemplo
destacado de la trayectoria de desacople de las economías en
desarrollo.
(1) Por ejemplo, Eduardo Levy Yeyati http://www.lanacion.com.ar/1631955- crisis-que-crisis
(2) Le debo esta observación al profesor Franklin Serrano, de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Original: ACA
No hay comentarios:
Publicar un comentario