El viejo Almacén. BsAs

Surplus Approach

“Es necesario volver a la economía política de los Fisiócratas, Smith, Ricardo y Marx. Y uno debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y, ii) seguir y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica como se vino desarrollando desde “Petty, Cantillón, los Fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx”. Este natural y consistente flujo de ideas ha sido repentinamente interrumpido y enterrado debajo de todo, invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de una ola marina de economía marginal. Debe ser rescatada."
Luigi Pasinetti


ISSN 1853-0419

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11 nov 2013

El impacto de una devaluación brusca

Desigual versus diferencial


Por Nahuel Guaita *
Los debates sobre productividad, tipo de cambio y su resultante, la competitividad, están asentados implícitamente sobre el supuesto fuerte de la convergencia. Si la convergencia se cumpliera, una divisa nacional devaluada sería una herramienta válida para acortar la brecha de desarrollo con los países centrales.
Si se postula que la acumulación a escala mundial funciona en sentido convergente, el desarrollo económico sería de tipo diferencial. Esto es, que los Estados que traman la economía mundial, avanzan, retroceden y se emparejan conforme con la “competitividad” que alcancen. Pero al final convergen. Es una cuestión de ritmo. Al final, dejaría de haber “Norte” y “Sur”, en términos de desarrollo económico.
Pero la realidad indica que no se está ante un asunto de ritmos, sino ante un marcado problema estructural de niveles. En la “desigualdad” actual, desde fines del siglo XIX, es una distancia estructural que ha polarizado el mundo de tal suerte que el subdesarrollo de los países atrasados deviene una función creciente del súper-desarrollo de los otros y viceversa. Antes de que esa transformación ocurriera, las metrópolis escapaban del bloqueo al que las llevaba el propio funcionamiento de la acumulación capitalista “desarrollando” las “Indias” o las “Argentinas”. Actualmente escapan al mismo bloqueo porque traban el desarrollo de esas regiones periféricas.
Pero esta cuestión estructural no hace mella en los economistas que hablan de la “competitividad”, que son aquellos que siempre buscan ser más baratos. En realidad, es una pura ilusión la estrategia de ser “competitivo” para converger, porque el capital no es atraído por los bajos costos de producción, sí en cambio por lo altos niveles de venta. Y como en la actualidad el principal factor de bloqueo de los países periféricos es su propia pobreza, la solución debe pasar por desarrollar mercados suficientes en estos países y evitar buscar la “competitividad” con acciones deliberadas para ser más baratos.
Según la teoría de la baratura, la idea sería que con una devaluación se apuntalara un “tipo de cambio competitivo”. Tal la visión autodenominada “nuevo desarrollista”, que establece que las políticas principales de desarrollo centradas en la sustitución de importaciones de carácter estructural para aliviar la cuenta corriente y la política de ingresos, o sea el estandarte del “viejo desarrollismo”, no son necesarias desde el momento en que el manejo del tipo de cambio real permite perseguir múltiples objetivos, entre ellos, el mentado desarrollo.
El fervor por devaluar parece que les hace perder de vista que las exportaciones son poco y nada sensibles a las variaciones del tipo de cambio real; en cambio están mucho más atadas a la evolución de la demanda mundial. También existe el impacto negativo en la distribución del ingreso debido a la caída del salario real. Por otra parte, dada la dependencia de la economía argentina de equipo y bienes de capital importados, y su baja elasticidad a las variaciones de tipo de cambio real, no se asegura una disminución de las importaciones por el simple cambio de un precio relativo. Al contrario, la balanza de pagos termina peor y sólo una fuerte alza en el desempleo la equilibra.
Si las devaluaciones a priori no son favorables al crecimiento del producto, a posteriori no se ve bien cómo serían favorables, puesto que la caída en la demanda agregada induce un efecto negativo sobre la productividad sistémica de la economía. Sucede que hay una correlación en los efectos del incremento del volumen de producción sobre la división del trabajo, especialización y maquinización a medida que se expande el mercado. Este fenómeno es macroeconómico, dinámico y acumulativo.
Se desprende entonces que el tamaño del mercado interno es un factor relevante y necesario para explicar la evolución de la productividad de la economía toda y es el último absurdo invocar la “competitividad”, cuando la idea deliberada es estropear el mercado interno. Una devaluación podría aumentar la competitividad de algunas empresas marginales, pero a nivel agregado es incapaz de inducir aumentos en la productividad del trabajo a largo plazo, ya que su impacto sobre el crecimiento económico no es expansivo.
* Economista (UBA).
Original Página 12: acá

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