Reportaje a Eduardo Crespo y Juan Matías de Lucchi.
La irrupción de Asia, en general y China, en particular, está causando varios impactos en la economía mundial y, sobre todo, en las estrategias de desarrollo que venían persiguiendo los demás países. El Economista entrevistó a los economistas argentinos Eduardo Crespo y Juan Matías De Lucchi, investigadores de la Universidad Federal de Río de Janeiro, sobre este escenario que se va configurando y sobre las opciones de política económica de la Argentina, y la región, para actualizar su estrategia de desarrollo.
¿Debido al surgimiento industrial de Asia, y de China en particular, países como la Argentina deben resignarse a ser exportadores de commodities o no necesariamente?
Eduardo Crespo (EC): El surgimiento de China y el continuo crecimiento asiático nos favorece porque tiende a mejorar nuestros términos de intercambio. Por otra parte, se observa un renovado interés por todo aquello que estamos en condiciones de ofrecer en materia de recursos naturales. El crecimiento del intercambio comercial con China fue espectacular, al punto de que China es hoy el principal socio comercial de la región. Esto contribuyó a relajar nuestras restricciones externas y nos permitió crecer a tasas inéditas. Por otro lado, está reversión de los precios internacionales también genera también condiciones potencialmente peligrosas para toda la región, ya que desincentiva la industrialización y promueve nuestra especialización primario-exportadora. Si nos dejamos guiar únicamente por las “señales del mercado”, inevitablemente nos convertiremos en proveedores de materias primas de los asiáticos. Un destino similar se vislumbra para el África. Pero en la historia nada es inevitable, de modo que no deberíamos resignarnos a ese destino. Se debe aprovechar la oportunidad que nos ofrece el ascenso asiático en materia de precios y exportaciones para promover actividades industriales en toda la región, para substituir importaciones donde se pueda, para industrializar la mayor parte de las actividades complementarias a la exportación de recursos naturales, etcétera. Por ejemplo, desde hace años muchos economistas argumentan que la estrategia a seguir para un país como la Argentina consistiría en “agregarle valor a nuestras exportaciones primarias y recursos naturales”. ¿Y cuáles son las medidas concretas que proponen la mayoría de ellos? En general casi todo lo que se propone son variantes neoliberales conocidas y que han fracasado. Una alternativa desarrollista consistiría en aprovechar el ascenso de China y su impacto sobre nuestros términos de intercambio para impulsar un mayor nivel de integración para todo el complejo exportador de materias primas, incluyendo al agro y a la minería, y así consolidar una industria local de maquinas agrícolas, fertilizantes, herbicidas, etcétera. Al principio estos bienes serían elaborados a precios superiores a los internacionales y sus productores gozarían de mayores niveles de rentabilidad. Pero dado que los precios internacionales de los alimentos no se determinan en el mercado doméstico, el consumidor no sufriría el impacto de estas subas. Así, una parte de la renta obtenida por la explotación de los recursos naturales estaría siendo utilizada en el desarrollo y montaje de actividades complementarias a la producción primaria.
Juan Matías de Lucchi (JML): De ninguna manera la Argentina debería resignarse al modelo conservador basado en la exportación de commodities. Además, debe tenerse muy en cuenta que una estrategia de desarrollo e industrialización no necesariamente excluye la posibilidad de continuar siendo un gran exportador de alimentos, dada nuestra productividad agropecuaria. Naturalmente, siempre habrá posibilidades de intensificar la industrialización en sectores integrados a la actividad primaria. Países con importantes recursos naturales como Canadá o Australia han conseguido industrializarse e industrializar sus exportaciones sin necesidad de plantearse el dilema industria o campo. Claro, tenemos una historia diferente y no debemos subestimar los condicionamientos geopolíticos para el desarrollo. Dado el nuevo escenario internacional, basado en el mejoramiento de los términos de intercambio y la determinación de China tanto de los precios de los alimentos como de los costos industriales globales, la Argentina debería planificar a qué sectores de la industria promover y a cuáles no. Se trata de un tema políticamente complejo pero necesario. Siempre, claro, teniendo en cuenta objetivos de pleno empleo y ahorro de divisas.
En lo referido a la producción de materias primas, la Argentina y China son complementarias (a un país le sobran y al otro, cada vez le falta más éstos bienes). ¿Qué otros sectores productivos argentinos podrían considerarse potencialmente complementarios y, por ende, competitivos con la producción china?
EC: China hoy sale al mundo en busca de los recursos naturales que precisa para garantizar su crecimiento: minerales, petróleo, alimentos. La necesidad de preservar la continuidad en el abastecimiento de dichos productos, en un contexto de acelerada urbanización y frente a un boom de la construcción, es una de las claves que explican la expansión de sus empresas petroleras y mineras en el mundo. Y los países que cuentan con abundantes recursos naturales son estructuralmente complementarios de la expansión china. Así, para muchos países productores de materias primas en ciertos aspectos China está desempeñando un papel parecido al de Inglaterra en el siglo XIX. Pero si nos referimos a la complementación industrial, sólo algunos países asiáticos se están integrando con éxito a la economía china. Esos países se integran a través de la especialización en ciertos insumos, productos intermedios y bienes de capital complementarios con la producción china en redes que poseen un carácter marcadamente regional. Otros países asiáticos también se ven favorecidos por inversiones industriales chinas. Pero nada parecido se ve por ahora en otras regiones. Fuera del Asia, algunos grandes productores de bienes de capital, como Alemania, o las grandes empresas norteamericanas que están en la vanguardia de la innovación tecnológica, se han acomodado bastante bien al ascenso chino. Pero no es el caso de todos los demás países que cuentan con sectores industriales incipientes que están amenazados y sometidos a una fuerte presión competitiva en materia de precios.
JML: Efectivamente, la Argentina y China hoy son complementarias: compramos bienes industriales y vendemos alimentos. Sin embargo, en una estrategia de desarrollo el término “complementariedad” debe adquirir otro significado. Recientemente el Banco Mundial publicó un trabajo (“Latin America and the Caribbean´s Long-Term Growth: Made in China?”, septiembre, 2011) donde precisamente aborda esta problemática. Si analizamos la “complementariedad” entre Japón y los “tigres asiáticos” entre fines de los ‘60 y los ‘70 observamos que se daba a nivel “intra-industria”. Es decir, los “tigres” importaban bienes industriales y vendían bienes industriales. La relación comercial entre nuestra región y China todavía tiene características limitadas y estamos lejos de ser “invitados” de privilegio en el desarrollo tecnológico e industrial chino. Solo para tener una apreciación del problema, entre el 3-4 % de la “inversión extranjera directa” total de China fue hacia América Latina. De la cual la mayoría fue hacia las Islas Caimán y Vírgenes Británicas, que de “latinas” no tienen nada, y mucho menos de “inversión”.
En la Argentina, el superávit comercial es cada vez menor y la infame restricción externa parece estar cada vez más cerca. ¿Cómo puede hacer el país para evitar, nuevamente, la escasez de dólares que parece avecinarse?
EC: Entendemos que la reducción del superávit obedece a varios factores. El principal es el crecimiento, ya que estamos ante un efecto-ingreso importante sobre todo en materia de inversión. Dado que la Argentina en las últimas décadas del siglo pasado tendió a destruir su incipiente industria de bienes de capital, ahora cuando crece y aumentan las inversiones, las importaciones tienden a crecer más que proporcionalmente con relación al producto. Por otro lado, hay sectores puntuales donde se deben hacer importantes inversiones para revertir el déficit. Es el caso del sector energético donde la falta de inversión de las últimas décadas nos puede generar un creciente agujero en el saldo comercial. Pero eso es reversible, aunque habrá que esperar algunos años. Después, no hay que temerle ni tratar con prejuicio a ciertas recetas hoy consideradas ‘viejas’ y ‘del pasado’, como la substitución de importaciones en muchos rubros. Son pocos los casos donde un país montó una industria que desde el primer día estuvo en condiciones de competir con los productores ya establecidos en otros países. En Asia, o en el este europeo, las multinacionales a veces trasladan procesos de producción completos o semi-completos y en pocos meses comienzan a exportar desde allí. Pero en América del Sur ninguna de las condiciones asiáticas está presente. Tenemos que diseñar nuestra propia estrategia, aprovechando el Mercosur en la medida en que se pueda para ganar escala. Esto no significa que se deba substituir todo. Pero sin dudas hay muchas cosas que pueden producirse aquí y en un futuro no muy lejano también se podría exportar en base a las condiciones creadas. Finalmente, entendemos que el país no puede abandonar su estrategia de preservar un tipo de cambio competitivo para las actividades industriales y las producciones extra-pampeanas. Si nos seguimos apreciando el problema externo tenderá a agravarse y lo conseguido en materia de substitución de importaciones y diversificación productiva va a desaparecer. Quizás la mejor alternativa consista en buscar algún tipo de crawling peg con compensaciones, como las polémicas retenciones, o algo que funcione de un modo similar, para evitar que la devaluación se traslade a los precios de los alimentos fomentando la inflación y el conflicto distributivo.
JML: Todo el problema se reduce a que la Argentina tiene baja productividad industrial y una industria limitada y subdesarrollada. Ante esta situación, la fijación de tipos de cambios múltiples (léase: tipo de cambio real, competitivo y estable con compensaciones al salario) y un proceso ordenado de sustitución de importaciones deberían ser el punto de partida para poder “complementarnos” con el mundo desde otras bases, siguiendo la pregunta anterior. Efectivamente, en línea con otros países de la región, pero en forma mucho más moderada por las intervenciones sistemáticas del BCRA, la Argentina se ha ido apreciando en términos reales por la inflación a lo largo de estos últimos años. Sin duda, esto tiene efectos negativos directos en la cuenta corriente. Sin embargo, todo parece indicar que se ha trabajado poco para reducir el coeficiente de importaciones, esto es, la sensibilidad de las importaciones al crecimiento del producto. El Estado debe tener un rol protagónico en el ahorro de divisas y el crecimiento económico. Tipo de cambio competitivo, política industrial, salario real estable y tasas de interés estables deben ser aspectos comunes de una política de desarrollo. Sobre las necesidades de financiamiento, no puedo dejar de mencionar lo positivo que sería contar con un banco de desarrollo sólido. Por último, existe una salida que no recomiendo ya que en nuestra historia se ha reflejado como un “viaje de ida” solamente. En el corto plazo, la restricción externa podría “evitarse” con endeudamiento externo. Sin embargo, no controlamos la tasa de interés internacional ni el “riesgo país” de nuestros títulos públicos en dólares. Por otro lado, los procesos de endeudamiento externo inducen a subir la tasa de interés doméstica y a apreciar nominalmente el tipo de cambio. El resultado es conocido: mayor dependencia del flujo de capitales externos y menor competitividad, esto es, un proceso de fragilidad financiera crónica.
¿Se puede decir que en el contexto global que se está perfilando (con la reversión de la proposición Prebisch-Singer y el avance de Asia), a la Argentina “le irá mejor” que en el Siglo XX cuando la teoría de Prebisch-Singer se cumplía y el mundo estaba comandado por EE.UU. y las potencias europeas? ¿O es una asunción aún apresurada?
E.C: Cuando EE.UU. reemplaza a Inglaterra como locomotora de la economía mundial, nos encontramos frente a un líder que producía todo aquello que hacíamos nosotros. Por ello, entre otras cosas, nuestro comercio con EE.UU. nunca fue muy importante y casi siempre fuimos deficitarios en el comercio bilateral. Ahora China se perfila como el gran centro del comercio mundial y se espera que por décadas siga demandando materias primas con voracidad porque sus transformaciones internas lo requieren. Y si los términos de intercambio siguen siendo favorables, ello podría seguir incentivando nuestra modernización agrícola y hasta nuestra capacidad para especializar nuestras exportaciones en productos que, si bien pueden basarse en la posesión de recursos naturales, precisan de un alto grado de sofisticación industrial y base técnica. Es el caso, por ejemplo, de alternativas como el biodiesel. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que estas oportunidades serán aprovechadas sólo si existe una política deliberada e inteligente que apunte a industrializar lo que se pueda y promover las actividades que precisan un impulso estatal. Otras regiones nos pueden servir como guías. Por ejemplo, durante la Guerra Fría, la protección norteamericana y la expansión económica japonesas fueron un aliciente notable que impulsó el desarrollo de varios países como Corea del Sur, Taiwán y Malasia. Sin embargo, otros países, como Indonesia y Filipinas, contaron con condiciones parecidas y no pudieron desarrollarse. Lo mismo vale si en Medio Oriente comparamos lo ocurrido en Dubai con relación al resto. Si no se toma esto en consideración, se corre el riesgo de que el ascenso asiático profundice la primarización y consolide un país donde una pequeña minoría usufructúa de una renta en tanto que el resto se queda afuera del sistema.
JML: La irrupción de China en la economía mundial no parece ser transitoria. Existen algunos analistas que pronostican una crisis financiera en China, o problemas de “sobreproducción” dado un supuesto exceso de inversión, etc. Todos estos análisis cuentan con pocos datos disponibles y en general son apreciaciones superficiales basadas en conceptos neoclásicos. Por lo tanto, el mejoramiento de los términos de intercambio no parece ser transitorios y representa una oportunidad histórica central para la región. Sin embargo, el mundo continúa siendo comandado por EEUU, y esto tampoco parece ser transitorio. Argentina parece tener mejores chances para el desarrollo industrial en actividades vinculadas a nuestro sector primario. Sin embargo será todo un desafío reducir nuestra brecha de costos industriales para diversificar nuestro perfil exportador. Brasil tiene los mismos desafíos que la Argentina, pero mayores responsabilidades si efectivamente quiere posicionarse como locomotora regional.
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