Por: @elExcedente
Ante la estrepitosa caída de la actividad económica mundial debido a la pandemia, y la recesión que acusa al país, se utiliza una retórica en la que el sector privado debe ser “el motor” de la recuperación de la senda de crecimiento económico posterior. Con este discurso rimbombante, lo que se quiere decir realmente es que el Estado debe dar un paso al costado para generar una recuperación en la confianza y en las expectativas del sector privado. Es decir, debemos dejar al sector privado tranquilo y sin obstáculos para que “se anime” a invertir de nuevo. Este relato está muy bien representado en la opinión del ex Ministro de Industria y Comercio, Gustavo Leite, que enfatizó que se debe reducir el Estado y dar prioridad al sector privado en una reciente entrevista.
Esta frase se utiliza con más vehemencia cuando se critica a algunos sectores políticos que proponen subas impositivas progresivas para hacer frente a los gastos públicos de la crisis. La crítica argumenta que un aumento en los tributos será una barrera para que los privados inviertan, obstaculizando así la actividad económica y una recuperación. La solución para estos últimos pasa por mejorar “el clima de negocios”, mantener los impuestos bajos o inclusive reducirlos, disminuir la tasa de interés, simplificar trámites, etc. En otras palabras, que el Estado, directa o indirectamente, se encargue de aumentar la rentabilidad del sector privado a través de la disminución de sus costos, asumiendo que esto devendrá inevitablemente en más inversiones y así en la recuperación.
Otras visiones dentro de la misma línea también piensan que un programa de austeridad o, específicamente, de recorte de gastos “superfluos” del Estado, generará un choque de confianza en el sector privado, animándolo e incentivándolo a invertir. Por lo tanto, una política fiscal “responsable y prudente” de corte ortodoxo se vuelve también un determinante de la inversión privada. A esta política se la denomina comúnmente “austeridad expansiva”.
Si bien es cierto que el sector privado juega un papel fundamental en economías mixtas de mercado, no pretendemos discutir si el sector privado deberá actuar o no, porque la respuesta nos parece una obviedad. Lo que queremos discutir aquí es cómo actúa el sector privado, es decir, bajo qué incentivos se moviliza y específicamente cuáles son los determinantes para que invierta. Afirmar que la inversión privada es determinada por la confianza y un mejor clima de negocios o, por otro lado, por el aumento de la demanda final, nos lleva a conclusiones diferentes, y por lo tanto, caminos distintos a la recuperación económica.
Demanda e inversión
Primero que nada, hay que definir a la inversión. Para eso es útil pensar en la “dualidad” de la inversión. La inversión es un gasto que moviliza la actividad en el corto plazo, pero también es un gasto que “crea capacidad”, es decir, genera bienes que son capaces de reproducir otros bienes, como una fábrica, una planta, una carretera, etc. En otras palabras, la inversión aumenta el PIB potencial, la capacidad máxima de bienes que puede producir nuestra economía.
Una vez dicho esto nos podemos encontrar a grandes rasgos con dos visiones de los determinantes de la inversión privada. Una de ellas, relacionada más al neoclasicismo o algunas corrientes keynesianas, sugiere causales de índole más “subjetivistas” que están dadas o son “exógenas”, dicho de otro modo, no depende de la actividad económica per se, sino que es algo externo a ella; aquí pueden entrar la confianza, las expectativas, el clima político, los animals spirits keynesianos, etc.
Por lo tanto, desde esta óptica la inversión es autónoma, depende de factores fuera de la actividad económica. Es muy importante aclarar que si la inversión tiene este comportamiento, es la demanda la que se ajusta a la capacidad creada por la inversión inicialmente, lo que quiere decir que la inversión determina una capacidad máxima de la economía y su utilización está dada por la misma capacidad o por la “oferta”. Aquí la inversión causa el nivel de actividad. También es importante aclarar que desde esta visión son posibles los “excesos de demanda” o cuellos de botella inflacionarios de pleno empleo.
Por otro lado, tenemos una segunda concepción del fenómeno, en la que la inversión no es exógena o autónoma, sino endógena. Se concibe a la inversión como inducida por la actividad económica o, mejor dicho, por el nivel de demanda efectiva: se invierte donde se espera vender mayores cantidades. Aquí, al contrario de la visión anterior, es la capacidad la que se ajusta a la demanda. En suma, se invierte cuando el producto crece, es decir, el PIB potencial se amplía cuando crece la economía o el PIB efectivo. Por lo tanto, el nivel de actividad es el que causa la inversión. De alguna forma, lo que quiere decir esta última explicación es que las economías que crecen, invierten, y no que las economías que invierten, crecen. Para este principio entonces, hay que crecer para invertir.
Para ponerlo en términos más simples, si comparamos el crecimiento de las economías al de un recipiente con agua que varía de tamaño (capacidad productiva) con un flujo (demanda efectiva) que también se altera, ¿crece primero el recipiente (la capacidad) y el contenido debe adaptarse, o crece primero el contenido (la demanda) y luego la capacidad se adapta? Si partimos de la primera visión de corte neoclásico, crece primero el recipiente (a través de la inversión autónoma, por la confianza o algo parecido) y luego se adapta el flujo de agua en él, dando lugar a la posibilidad del que recipiente se llene (ejemplo original aquí). Si partimos de la segunda visión, primero crece el flujo, que genera la inversión y posteriormente el recipiente se amplía.
A nuestro parecer, es la segunda visión, llamada “principio del acelerador de la inversión”, la que puede explicar de manera más robusta teórica y empíricamente la determinación de la inversión en economías de mercado. Una explicación más certera de la inversión nos ayudará a encontrar un camino o una política económica adecuada a la recuperación y a definir qué roles pueden jugar los distintos sectores e instituciones.
¿Cómo es que la inversión se ajusta a la variación del producto o a la demanda? Básicamente se puede explicar por el principio de ajuste del stock de capital, a través del cual la inversión va ajustando la capacidad productiva de la economía a la evolución de la demanda efectiva. En base a este principio es que, dada la tecnología, las empresas desean instalar un stock de capital que provea una capacidad productiva que les permita atender los niveles esperados normales de demanda efectiva a lo largo de la vida útil del equipamiento con una cierta holgura de capacidad ociosa planeada, que sirve para atender los picos transitorios de demanda y/o aumentos inesperados en la tendencia de la demanda efectiva (Serrano).
En conclusión, la inversión puede ser explicada como un residuo de un factor acelerante, es decir, como consecuencia del crecimiento del producto, que a la vez está determinado por el crecimiento de la porción de demanda autónoma que no crea capacidad.
Por lo tanto, es la demanda efectiva la que genera el crecimiento de la capacidad productiva, es decir, el crecimiento de largo plazo a través del acelerador de la inversión. Se invierte donde hay demanda, y no por otro tipo de explicación como la confianza o las expectativas. Un “buen clima de negocios” es generado por coyunturas de rápido crecimiento de los gastos autónomos.
¿Cuáles son estos gastos autónomos que aceleran la inversión? Son los gastos que no dependen del ingreso corriente o no son inducidos por otro tipo de gasto. En este caso, podemos citar al gasto público, las exportaciones y el consumo autónomo (determinado principalmente por el crédito). En lo que respecta al gasto público, esto significa y abre la posibilidad de sostener procesos de crecimiento guiados por el Estado, con sus respectivas restricciones.
Inversión y producto en Paraguay
Si nos fijamos en los datos de Paraguay para probar parcialmente dicha teoría, es decir, si la inversión se mueve cuando se mueve el producto, una primera mirada al comportamiento de los datos de la inversión y el producto parecen indicar que las tasas de crecimiento de ambas variables se mueven de manera conjunta en el largo plazo. En el gráfico se observa el comportamiento de las series anuales de inversión en capital físico (serie en azul) y el producto (serie en rojo) para el periodo 1962-2018 de Paraguay. Un simple análisis econométrico nos muestra que ambas series están cointegradas. Puede afirmarse, de esta manera, que existe una relación de largo plazo entre la inversión y el producto, tal como se espera que ocurra por los efectos del acelerador de la inversión. (Puede consultar el desarrollo de la econometría aquí).
Gráfico 1. Evolución de las tasas de crecimiento de la inversión y el producto. Serie 1962-2018 (Fuente: elaboración propia a partir de datos del BCP).
Si, como se vio a lo largo de este artículo, la inversión dependiera de las variaciones esperadas de la demanda efectiva, y estas últimas, a su vez, dependieran de los cambios en los gastos autónomos que no generan capacidad, podemos plantear la siguiente interrogante: ¿Cómo se originará la demanda efectiva que justifique el aumento de la inversión en los periodos siguientes? Surgen aquí dos escenarios posibles. Uno de esos escenarios es el de esperar mayor demanda externa. Es decir, esperar que aumenten las exportaciones. Esta opción queda supeditada al crecimiento de los principales socios comerciales del país y la demanda que estos tengan por los productos locales.
El otro camino posible es que el Estado lidere el proceso de crecimiento impulsando el gasto público en los periodos siguientes. Esto requiere adoptar un enfoque de finanzas funcionales, en el que el objetivo principal sea el crecimiento económico. En este sentido, el gasto público, más que un elemento estabilizador en periodos recesivos, puede ser el principal motor de crecimiento. Este proceso puede inducir cambios en la inversión privada de manera a que se ajuste la capacidad productiva al nivel de utilización normal.
Conclusión: la demanda impulsa la inversión
En conclusión, una futura recuperación de la inversión debe entenderse como una recuperación del crecimiento de la demanda. No hay posibilidad de que un “aumento de la confianza” implique sistemáticamente un aumento de los gastos de inversión, a menos que exista un aumento de la demanda final que lo justifique (Braga & Lara, 2019). Por lo tanto, cualquier discurso que afirme que los impuestos frenarán la inversión privada, no tiene en cuenta que lo que realmente frena la inversión privada es la insuficiencia de demanda. Más allá de una rentabilidad positiva, la demanda impulsa la inversión.
Como dijimos, Paraguay tiene dos opciones para la recuperación de la inversión. O se aumenta el gasto público o aumentan las exportaciones, que no dependen de nosotros, sino del crecimiento del mundo. Lo más probable es que si el crecimiento de las exportaciones resulta insuficiente o mediocre, los gastos públicos tendrán que hacer mucho más que limitarse a “generar confianza”, y así fungir de “motor” de la recuperación.
Original: ACA
Trabajos citados Braga, J., & Lara, F. (abril de 2019). ¿De dónde vendrá la demanda que justifique
la recuperación de la inversión? Serrano, F. (s.f.). Notas sobre el Ciclo, la Tendencia y el Supermultiplicador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario