Santiago Gahn está viviendo en Italia desde octubre
de 2017, cuando viajó para cursar el doctorado en Economía Política en
la Università Roma Tre. Previamente había realizado una maestría en
Desarrollo Económico en el Instituto de Altos Estudios Sociales (Idaes),
de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), y había estudiado
Economía en la Universidad de La Plata.
-
¿Cómo ve la situación mundial con la irrupción del
coronavirus?
-Lo veo como una gran caída en la demanda, porque la
gente no puede salir y consumir. Esto hace que caigan los niveles de
actividad y la inversión. Y hay un montón de empresas que, si el Estado
no las mantiene, van a cerrar. Entonces, nos vamos a encontrar con gente
que no tendrá más trabajo. La tasa de desocupación y las tasas de
pobreza y de indigencia van a aumentar mucho. Acá se suma también el
tema de la restricción del sector de la salud: si hay 50 camas para
internar a las personas y ya están cubiertas, no se puede seguir
abriendo la economía, porque habrá gente que se va a contagiar y se
quedará sin cama. Entonces, hay que adecuar la restricción económica a
la cantidad de camas disponibles. Creo que el Estado tiene la capacidad
de financiar a las empresas y a las personas para que se queden en la
casa sin generar ninguna actividad. Dado que el gasto es el que genera
la circulación de dinero y el crecimiento económico, no hay que producir
primero, sino que primero se necesita el gasto. De hecho, hay personas
que se dan cuenta de que pueden vivir sin trabajar, porque pueden llegar
a estar seis meses cobrando un sueldo del Estado. Si el Estado tiene la
decisión política de hacerlo, lo puede financiar.
-¿Cuánto tiempo puede el Estado financiar esta situación? ¿Cuál es el
límite, por ejemplo, en un país como la Argentina, que tiene menos
herramientas fiscales y de endeudamiento?
-En la Argentina la restricción es el sector externo, la
falta dólares. La restricción del sistema de salud está, pero la segunda
restricción que sigue es la de los dólares. No veo que haya una
restricción fiscal. De hecho, el Gobierno puede financiar el déficit
todo lo que quiera. Es un decisión política.
-¿No hay un límite de tiempo para mantener la economía cerrada y que el Estado financie los pagos con emisión?
No veo que haya límites temporales, más que la decisión política. Doy
como ejemplo el caso de Inglaterra, donde hubo un conflicto con el
presidente del Banco Central, quien dijo que no quería financiar al
Tesoro porque decía que eso era inflacionario, que iba a generar falta
de credibilidad de la autoridad monetaria y que no iba a ser más
independiente. El discurso que escuchamos siempre. Y el Tesoro le dijo
que igual debía financiar todo lo que ellos necesitaban. El Banco
Central tuvo que acceder. Para ellos, la decisión de abrir o no la
economía es un decisión política, además de que el sistema de salud
cuenta con una restricción de oferta. Inglaterra es un país que emite
moneda internacional y no tiene ningún tipo de límite. Nosotros tenemos
dos restricciones: la del sistema de salud y la externa, que es la falta
de dólares. Este año, igual, no veo que haya una escasez de dólares.
Hay un problema financiero con la política monetaria, con el tema del
tipo de cambio paralelo pero, en principio, la gente no se va a ir de
viaje, no habrá turismo y ahí hay miles de millones de dólares que nos
vamos a ahorrar. Además, las importaciones se van a destruir, van a caer
muchísimo por la caída en la actividad. Los empresarios no van a
invertir porque no hay demanda, y esas máquinas que antes se traían de
otros países, no se van a traer.
-Está también el problema de la brecha cambiaria, por la diferencia
de precios entre el dólar oficial y los paralelos. ¿Cómo puede afectar
eso?
-Una forma de reducir la brecha es aumentando la tasa de
interés, para intentar que la gente ahorre en pesos y no compre dólares
de manera compulsiva. Creo que fue lo que intentaron hacer en las
últimas semanas, con el aumento de la tasa de los plazos fijos.
-¿Se puede por un lado subir la tasa para que la gente ahorre en
pesos y, al mismo tiempo, pedirle a los bancos que bajen las tasas para
dar créditos?
-Se puede trabajar con el subsidio al crédito como
políticas puntuales. Yo soy más de los que piensan que es mejor tener la
tasa de interés alta y que la gente ahorre en pesos. Además, el crédito
es endógeno a la actividad. Si la actividad cae, porque están cayendo
las exportaciones o el gasto público, el crédito va a caer. No se le
puede pedir a los bancos que empujen la cuerda. Habría que subir la tasa
de interés para que la gente se quede en pesos, y aumentar el gasto
público para que la rueda empiece a girar de nuevo. Los bancos son
agentes bastantes pasivos en la parte de créditos productivos.
-La inflación hoy no es un problema, pero ¿cómo ves la situación cuando lo peor ya haya pasado y volvamos a la normalidad?
-La Argentina tiene una historia inflacionaria histórica,
de muy largo plazo. El único momento en el cual no tuvimos fue en los
90, con el sistema del uno a uno. Hubo dos cosas en esa época: la
fijación del tipo de cambio y el desarme de los sindicatos. Por lo
tanto, las causas principales de la inflación en la Argentina son dos:
la fluctuación del tipo de cambio y la puja distributiva. La inflación
en los últimos años empezó a estar en el orden de 20% esto a partir de
2007 y 2008, cuando hubo un incremento impresionante de los precios
internacionales de la comida. El gobierno de entonces quiso poner
retenciones y no pudo, pero era una manera de gestionar ese conflicto.
Recuerdo que Hugo Moyano decía: "Voy a pedir de incremento salarial lo
que aumente el changuito en el supermercado". Como tenemos una historia
de densidad sindical muy fuerte y muy interesante, creo que esto también
colabora con el problema inflacionario. Pero no es que hay que ver a
los sindicatos como si fueran dañinos, porque es una lectura sesgada. La
realidad histórica argentina es que también, gracias a esos sindicatos,
los niveles de vida de la gente que trabaja ha sido más alto en
comparación con los del resto de América Latina. Con la cuestión del
tipo de cambio, es más fácil controlarlo, ya que el Banco Central puede
vender futuros e intervenir para estabilizarlo. Pero la puja
redistributiva es un tema más político. Nadie quiere resignar sus
ingresos.
-Pero también es difícil tener un Banco Central activo cuando hay
cada vez menos dólares y caen las reservas. ¿Cómo ve el tema de deuda en
esta situación?
-Las reservas son el arma del Banco Central, son la
manera de defenderse frente a los ataques especulativos y de cuidar el
tipo de cambio. Hay que tratar de evitar la pérdida de reservas. Con el
tema de la deuda, no estoy tan informado en detalle, pero es muy
importante que haya un acuerdo, porque la Argentina siempre necesita
dólares. Tenemos una estructura productiva que no produce los bienes de
capital necesarios para seguir creciendo. Por eso necesitamos los
dólares para importar. Desde 1975 fuimos perdiendo nuestra capacidad
productiva. Uno entiende la puja distributiva que hay a través de eso:
el peso de los rentistas agrarios contra los industrialistas. Es una
discusión que la Argentina no saldó nunca, todavía estamos discutiendo
las retenciones y si hacer o no política industrial. Es una discusión
que el mundo ya la saldó hace rato en favor de la industria.
-¿Con la aparición de los servicios, no entra un tercer jugador: industria, campo y servicios?
-Los servicios son importantes, pero tienen a las
industrias atrás. Por ejemplo, para todo lo que sea internet hay que
construir redes de infraestructura para tener servidores.
-¿Pero eso no se puede tercerizar?
-Sí, pero lo necesitan. Los servidores están en Estados
Unidos, no puede haber uno en la Argentina donde se corta la luz cada 10
minutos.
-Pero las empresas argentinas como Globant y Despegar tienen a la
mayoría de sus empleados brindando servicios. Por eso pareciera que ya
hay un tercer jugador.
-Sí, hay una tendencia a que los servicios participen más
en el producto, pero esos servicios no existirían si no está la
industria atrás. Por ejemplo, Despegar, si no está la industria del
turismo, que implica tener aviones, no existiría. Los servicios están,
pero son un eslabón final de algo que está atrás.
-Escribió bastante sobre la cuestión del déficit fiscal. ¿Se puede tener siempre más gastos que ingresos?
-Si hay un Banco Central que emite moneda propia, no veo
cuál puede ser el límite. Mi tesis es que el ajuste en las cantidades es
mucho más potente que el ajuste en precios. Cuando se aumenta la
demanda, ya sea por gasto público o porque aumentan las exportaciones,
la capacidad productiva se adecua a esa nueva demanda esperada. Es muy
flexible. En la teoría tradicional, neoclásica, se espera que si aumenta
la demanda con déficit fiscal, debería subir la inflación. En realidad
no es así porque las empresas compiten entre ellas, por eso el ajuste de
precios es cero, ajustan por cantidades. Por ejemplo, el gobierno
quiere comprar ambulancias y la utilización de las plantas automotrices
crece ante la mayor demanda. Y si la demanda se sostiene, van a decidir
abrir otra planta, porque si no lo hacen ellos, lo hará otra empresa. La
manera de defender su negocio es invirtiendo. Ante cada aumento de
demanda, o aparecen nuevas firmas o las que están, expande sus plantas.
Pero, porque tenemos problemas en nuestra estructura productiva y no
producimos los bienes de capital, hay que comprarlos con dólares.
Entonces, la empresa automotriz le comprará al Banco Central los dólares
para importar maquinaria, porque los otros países no van a aceptar
pesos. El límite que hay es de escasez de dólares. ¿Por qué cuando se
abre una planta automotriz se necesitan tantos dólares? Esa es la
pregunta principal. ¿Por qué las máquinas no se producen en la
Argentina? En algún momento se produjeron. Pero desde 1975 para acá,
todos los gobiernos fueron integrando la industria de bienes de capital
nacional, y nos hicimos más dependientes del resto del mundo, pero no de
una forma positiva. En nuestro caso, fue de manera negativa, porque
cada vez que crecemos, necesitamos más dólares y eso nos limita porque
tenemos escasez.
Fuente: La Nación
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