“Nosotros no abandonamos las metas monetarias: ellas nos abandonaron a nosotros”. (Gerald Bouey [1983], presidente del Banco Central de Canadá, 1973-1987)
En
los últimos cuatro años, todos los diagnósticos de inflación dados por
el gobierno fallaron persistentemente: desde las metas de inflación
postuladas en cada año hasta el fútil intento de controlar los agregados
monetarios del final junto al FMI. La combinación de expectativas
iniciales de la élite gobernante sobre la “sencillez” de bajar la
inflación permitieron la existencia de algo muy parecido a un
“experimento crucial” para el cuantitativismo monetario argentino. La
oscilación entre un cuantitativismo exógeno y otro endógeno, por
ejemplo, monetarismo y metas de inflación respectivamente, mostró la
incapacidad de dar con las variables causales que efectivamente generan
inflación. El resultado inflacionario del “mejor equipo económico de los
últimos 50 años” no puede ser más explícito en su fracaso tanto teórico
como político: una tasa más que duplicada del nivel de inflación (53%)
respecto a la inicial en solo cuatro años, aplicando medidas de política
monetaria cuantitativista.
Todo este derrotero inflacionario tuvo
un conspicuo protagonismo de la Universidad Di Tella al aportar sus
elementos más destacados como Marcos Peña, Lucas Llach, Enrique Avogrado
y Marina Carvajal, Jorge Triaca, Francisco Gismondi, Mariano Flores
Vidal y Sebastián Scheimberg, Federico Sturzenegger y Guido Sandleris,
entre otros. Con la banalidad del mal económico que caracteriza a estos personajes ungidos de teoría económica vulgar enseñada en estos centros de excelencia
y mas allá de toda duda empírica, el gobierno drásticamente comenzó a
“financiar” con divisas los gastos por los que solo hacían falta pesos.
Usando el mercado de deuda hasta literalmente “agotarlo” a fines de 2017
y con la friolera de más de 100.000 millones de dólares de nueva deuda,
dejó al país con una relación de deuda externa sobre exportaciones
mayor a 250% que deja al país en un default de explosión lenta.
La
divulgación en los medios de una mayoría de economistas que esgrime un
monetarismo atávico -explícito o implícito- y sin que haya siquiera
alguna objeción teórica y/o empírica de dicha antigualla teórica es
notable. Más aún, dado que fundamentalmente en todo el mundo el
monetarismo fue prácticamente descartado de los bancos centrales y del
convencionalismo internacional con el nuevo consenso neoclásico.
Ante la falta de una teoría coherente y pertinente empírica que
explique los canales lógicos por los cuales se produce la suba de
precios, es lógico entonces que se asuma a la “emisión” monetaria o la
“falta de demanda de dinero” como una causa de la suba de precios en
nuestro país. En realidad, es imposible distinguir macroeconómicamente
la demanda de dinero y la oferta de dinero. Proponer modelos con una
demanda real con una oferta nominal de dinero no supera el problema de
que solo es un único agregado monetario que no es producido “en espera
de ser comprado” con curvas independientes de oferta y demanda.
Inflación por exceso de demanda
La
explicación convencional de la inflación se puede caracterizar en la
existencia de un exceso de demanda o diferencia positiva entre el
producto efectivo y el potencial (este último no es observable). Sus
explicaciones más utilizadas son por vía de la existencia de déficit
públicos, o la monetización del déficit público, o por la “proporción
del gasto en el producto” u otras variantes de la misma idea. La visión cuantitativista participa de ese exceso de demanda y lo explica por un exceso neto de oferta monetaria. Tiene a su vez dos versiones: una del nuevo consenso neoclásico o de dinero endógeno (con metas de tasa de interés) y otra monetarista
o de tasa de interés endógena (con metas de agregados monetarios). La
primera versión hoy es mundialmente dominante, mientras que la segunda
versión, el exceso de demanda, se supone que puede ser controlado por
metas de agregados monetarios. El monetarismo postula un multiplicador monetario estable.
Sin embargo, muchos trabajos empíricos muestran que existe endogeneidad
del multiplicador monetario, lo que elimina la estabilidad que es
necesaria para controlar los agregados monetarios en el corto plazo.
Estos resultados de inestabilidad del multiplicador monetario son
conocidos ya desde los 70 para los EE. UU., donde se sabe que no hay
posibilidad de controles de agregados, y que convencieron a los
economistas que sostenían estas hipótesis de descartarlas
definitivamente.
Revisando en el FMI, muy pocos países del mundo
usan los controles de agregados monetarios, sin embargo, la Argentina
desde el 2018, comenzó a contarse entre un selecto grupo de países que
poseen políticas monetarias con metas de agregados monetarios,
como por ejemplo: Afganistán, Angola, Bangladesh, Burundi, Rep. de
Congo, Etiopia, Gambia, Guinea, Madagascar, Malawi, Myanmar, Nigeria,
Ruanda, Seychelles, Sierra Leona, Surinam, Tanzania, y Yemen, entre otros. ¡Milton Friedman quizá vive en Africa! (FMI Annual Report on Exchange Arrangements and Exchange Restrictions [2018:6-7]).
La afirmación de que la inflación es solamente un problema monetario
y confunde “causalidad” con necesidad de existencia de una variable
como el dinero. Va de suyo que los ejemplos contraesgrimidos de economías de trueque sin inflación
tienen dos problemas: 1- nunca hubo economías persistentes sin dinero,
por lo tanto restringen el ejemplo a una impertinencia empírica de
inexistencia histórica y antropológica imposible de poner como ejemplo; y
2- desde la lógica solo hace falta que una mercancía se tome como
numerario para que el resto exprese sus aumentos de valor. Pero aun así,
no se niega aquí la necesidad del dinero como un medio en el proceso
mercantil, lo que se critica es la causalidad monetaria
(emisión) para la variación de precios y su exogeneidad en situaciones
normales. Sería algo así como acusar a la fuerza de gravedad terrestre
de ser causa del suicidio del que se lanzó desde un balcón. La gravedad,
siendo necesaria para la caída, es solo un medio y no una causa. Más
bien las subas de precios a partir de costos y puja inducen
endógenamente a la cantidad de dinero.
Inflación por puja distributiva y costos
Esta nota se basa en un trabajo más extenso, que parte de la teoría clásica del excedente de los precios y la distribución, de la cual se deriva que el motor principal y necesario
que determina y propaga la inflación es la presencia de un conflicto
distributivo entre trabajadores asalariados y dueños del capital. Si las
demandas de mayores ingresos no son complementarias sino inconsistentes
entre sí respecto al crecimiento del excedente, esta puja distributiva
impactará en variaciones de salarios nominales y precios y cuyos
resultados reales se terminarán definiendo ex post. El disparador por lo
general puede ser un shock de costos (como devaluación, suba de
tarifas, precios internacionales) que modifica los ingresos reales
relativos (distribución) y se propaga directamente proporcional a la
persistencia y grado de conflictividad. Pero sin puja distributiva no
puede haber inflación, puesto que se necesita una oposición en la
apropiación del excedente.
Con este punto de partida analítico, puede darse cuenta que en la Argentina se mantiene un esquema de conflicto distributivo persistente no resuelto,
como también los niveles de inflación más altos alcanzados vis a vis
con la región en los últimos 50 años, que solo se controlaron a costa de
desocupación de dos dígitos. Entonces, la inflación es un efecto
inducido de un esquema político y social donde los trabajadores tienen
una “posición negociadora” más sólida, a diferencia del resto de los
países de la región.
Una elevada tasa inflacionaria en la
Argentina puede deducirse por una mayor “densidad sindical” que presenta
su mercado laboral respecto a otros países, pero esto no significa que
los costos y la puja distributiva no actúen en otros
países de la región que presentan una menor inflación. Por el contrario,
una menor suba del nivel de precios en otros países puede expresar el
resultado de una puja distributiva “resuelta”, o contenida (ver Chile y
Ecuador hoy), que conlleva ajustes salariales (a la baja) mayores y más
adaptables (menos conflicto) a las diversas coyunturas devaluatorias.
Soporte empírico de puja distributiva y costos para la Argentina y América Latina
En efecto, en Trajtemberg, Valdecantos y Vega (2015), Los determinantes de la inflación en América Latina: un estudio empírico del período 1990-2013,
se presenta un trabajo econométrico que abarca a 11 países de
Latinoamérica, donde queda evidenciado que muestra que el coeficiente
que acompaña a la brecha de producto es muy pequeña (0.147); o
sea que el exceso de demanda no se manifiesta como una posible causa
aceptable de la variación de precios persistente ni explica la inflación
núcleo en oposición al convencionalismo económico. Además, que el tipo
de cambio nominal (0.326) afecta a productos importados y exportados que
forman parte de la canasta del consumidor y por lo tanto afectan los
precios; y que los costos laborales unitarios autónomos (0.762)
sobresalen en su contribución a la inflación, teniendo en cuenta que son
netos de la variación de precios pasada, y que abarcan todos los
factores institucionales y de puja por el ingreso.
Fuente: Trajtemberg et al (2015)
Por
lo que cualquier explicación que deje de lado las variables de “costo
macroeconómico”, como el tipo de cambio, los salarios, las tasas de
interés, markups, no puede dar cuenta del núcleo de conflicto
distributivo que existe en toda sociedad, ora mayor ora menor y cuyas
demandas inconsistentes en el crecimiento del producto propagan y/o
disparan un proceso de suba persistente de precios.
La inflación “Pancho Ibañez”: todo tiene que ver con todo
El
otro giro convencional es el de afirmar confusamente que la inflación
es un fenómeno “complejo y multicausal” en general para oponerse a la
explicación monetarista, y que encubre una confusión ecléctica en la
teoría. Finalmente termina formándose un coctel abstruso de
inercia inflacionaria, “tirones de demanda”, “empuje de costos”,
“inflación oligopólica”, “emisión exógena”, “monetización del déficit”,
etc., entre otras variantes ad-hoc. Este uso de la multicausalidad se
explica por la necesidad de aparecer omnicomprensivo y puede evadir una
respuesta que necesita de canales teóricos precisos para ser respondida
sin ambages.
La Argentina del gobierno de Macri representó un
extraordinario campo de “experimentación” que permite testear estas
explicaciones convencionales de la economía y, en particular de la
inflación. Con su adopción final por el monetarismo, se degradó su
política monetaria al retomarse una doctrina que no logra tener el
control efectivo de los agregados y que no es usado mundialmente. De
presentarse como los más serios economistas a terminar duplicando el
nivel de inflación con el que habían entrado, en solo cuatro años el
gobierno de Macri representó un velocísimo y enorme fracaso intelectual
del cuantitativismo monetario en la Argentina.
*Docente de la Universidad Nacional de Moreno (UNM)
Original: El pais digital
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