Se puede
creer que la administración de la Alianza PRO es una plutocracia que
busca favorecer a los sectores más acomodados de la población. Para
quienes están ideológicamente en la vereda de enfrente las dudas son
pocas. Basta con escuchar hasta el modo de hablar de los primeros
funcionarios, sus descuidos excluyentes y racistas, ver las
universidades de las que provienen o advertir el perpetuo sesgo de clase
de quienes desconocen, por ejemplo, lo que significa para una familia
quedarse sin ingresos. Sin embargo, estas cuestiones son ajenas al
análisis económico. El gran problema de los economistas de la Alianza
PRO no es su situación de clase o su falta de empatía con los sectores
más postergados, sino que su teoría económica está mal y, en
consecuencia, conducirán a una recesión segura y a una crisis posible.
No es un dato nuevo ni una visión en la bola de cristal, ya lo hicieron
en el pasado.
El padre de todos los errores es la creencia de que un gobierno
“amistoso con los mercados”, que genere “un buen clima de negocios”,
tendrá necesariamente respuestas positivas del poder económico. El
segundo error, más teórico, es creer que basta con frenar la inflación,
liberalizar el comercio y reducir impuestos y regulaciones para que “se
liberen las fuerzas productivas” y la economía crezca de la mano de la
explosión de la inversión. El tercero, igual de grave, es creer que si
todos estos ajustes se hacen rápido se obtendrán resultados a velocidad
similar. Quizá sea una obviedad decirlo, pero el buen hacedor de
políticas económicas es el que puede predecir con claridad el
comportamiento de los actores frente a las medidas implementadas. De
nada vale el más sofisticado de los diseños, si luego los actores no
responden según lo esperado.
En esta línea resulta de interés escuchar las pocas autocríticas que
asoman sobre el mar de optimismo. Un columnista del diario La Nación,
por ejemplo, se quejaba amargamente por “la irresponsabilidad” de los
sectores exportadores y formadores de precios. La crítica hacia los
primeros era porque no están liquidando los 400 millones de dólares
diarios prometidos, sino bastante menos que la cuarta parte, especulando
con nuevas devaluaciones. Hacia los segundos, porque a pesar del cambio
de reglas económicas habían respondido con fuertes subas en casi todos
los rubros, desde los insumos industriales a los medicamentos, pasando
por todos los alimentos, incluyendo no sólo el componente de precios
resultado de la quita de retenciones y los insumos importados, es decir,
las subas lógicas, sino aprovechando la volada para todo lo demás. Los
reproches no fueron sólo periodísticos, también estuvieron presentes en
las reuniones entre el Gobierno y empresarios. Al parecer, ya no sería
la “emisión descontrolada” la responsable de la inflación. Lo notable,
hablando de predicciones, es que los “policymakers” PRO sigan creyendo
genuinamente que exportadores y formadores de precios responderán, más
allá de algún gesto coyuntural, a los pedidos de responsabilidad de los
funcionarios. Al poder económico se lo gobierna con reglas.
Lo que sí parecen tener claro los nuevos funcionarios es que las
subas de precios dependen del nivel de salarios (aunque crean que el
mecanismo de transmisión sea la demanda y no los costos), por eso todas
las energías y expectativas están puestas en las paritarias, donde se
pretende negar el fuerte salto inflacionario desde el pasado noviembre y
se juega con la fantasía de una inflación de entre el 20 y 25 por
ciento para todo 2016. Según un relevamiento del CESO sobre los precios
de los supermercados, sólo en enero, sin aumentos de tarifas, los
aumentos rondaron el 4 por ciento, pero llegaron al 4,9 para la Canasta
Básica Alimentaria (ver nota de tapa). Tras la magra oferta realizada en
la paritaria docente de la provincia de Buenos Aires, lindante con la
falta de respeto a la dirigencia gremial, difícilmente los encuentros
secretos entre Mauricio Macri y líderes cegetistas, incluidas las
suculentas transferencias para las obras sociales sindicales, serán
suficientes para contener a las bases. No debe olvidarse el fuerte
impacto del nuevo tarifazo eléctrico. La Consultora Contexto cruzó los
aumentos que comenzaron a regir este mes con los ingresos por deciles de
la Encuesta Permante de Hogares y calculó la poda de poder adquisitivo
para el 10 por ciento más pobre en un significativo 12,9 por ciento en
el caso de los residentes de AMBA y del 6,9 para el resto del país. La
diferencia se debe a que en el segundo caso todavía no se ajustó el
cargo por distribución (VAD). Si se toma el promedio de los tres deciles
más bajos, la poda es del 10,6 para el AMBA y del 5,6 para el resto.
Estos números representan lo que va a caer el poder adquisitivo del 30
por ciento más pobre de la pirámide de ingresos solamente por la suba de
tarifas eléctricas. El Gobierno sostiene que estos sectores serían
compensados por la tarifa social, pero lo cierto es que son quienes
proporcionalmente más consumen electricidad tanto por la falta de acceso
al gas como por poseer electrodomésticos más viejos y difícilmente
puedan mantener su consumo por debajo de la exigencia de los 150
Kilowatts hora, el tope a partir del cual rige la tarifa plena. No debe
olvidarse, además, que para las pymes del AMBA la tarifa eléctrica
aumentará alrededor del 550 por ciento. Y todavía faltan los ajustes en
el gas y en el transporte público.
Inflación desatada, especialmente en alimentos, y tarifas que
contribuirán a la poda del poder adquisitivo no parecen el mejor combo
para paritarias tranquilas, el principal objetivo de un gobierno cuya
teoría le indica que la baja inflación es el objetivo principal. Por
ello el tercer componente es el miedo a perder el empleo. Según el
Observatorio de la Central de Trabajadores Argentinos, los despidos de
los primeros 50 días de gestión de la Alianza PRO suman 25.599 en el
sector público y 41.529 en el privado, es decir, 67.128 nuevos
desocupados. Esta cifra significa un aumento del desempleo del 7 por
ciento, con lo que la desocupación creció del pesado 5,9 por ciento
heredado al 6,3, un número todavía demasiado bajo para desempoderar,
pero suficiente para volverse precavidos al momento de negociar.
Aunque todo ocurre a la velocidad de la luz y el pasado reciente
parece lejano, vale recordar cómo cambió radicalmente el contenido de la
discusión económica: de Impuesto a las Ganancias y superar restricción
externa para seguir creciendo a caída del poder adquisitivo, recesión y
desempleo. A la nueva administración le bastaron apenas dos meses para
alterar todos los indicadores y justificar un ajuste. Es un verdadero
éxito de legitimación que los economistas que siguen hablando de
austeridad, siempre con tono de reproche moral, una suerte de monjes de
la profesión, continúen siendo considerados “serios”. No lo son.
Utilizan teorías erróneas, refutadas por la historia, o defienden a
sabiendas los intereses del poder económico en desmedro del bienestar de
las mayorías.
Original: Cash
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