Por Sergio Cesaratto
Agradecemos la gentileza de Fuhen Ecosocial por permitirnos postear este trabajo.
Una comprensión profunda de la crisis europea y de las
particularidades que presentan los
países periféricos, nos obliga a retroceder en el análisis hasta situarnos en el
origen, la evolución y las perspectivas sobre las que se ha constituido, no sólo la Unión Monetaria Europea,
sino todo el proyecto de integración. El conocimiento de las dinámicas
internas que han operado en el plano comercial –generando desequilibrios entre los países y efectos asimétricos en unos y otros, las políticas de contención salarial
en el ámbito nacional y el funcionamiento de las instituciones supranacionales, así como sus intereses, nos
permiten comprender las enjundias del
proceso de unificación y los efectos recesivos
diferenciados en los países miembros. Ello
nos permite, en último término, elaborar
–de manera esquemática- pero desde
una posición privilegiada, propuestas que respondan a nuestra actual coyuntura económica.
La historia de esta crisis es la historia de una unión monetaria imperfecta. No está claro todavía qué procesos políticos dieron lugar a la Unión Monetaria Europea (UME) nacida el 1 de enero de 1999, cuando se fijaron para siempre los tipos de cambio de la eurozona. Lamentablemente, los economistas tienden a no prestar mucha atención al análisis de los procesos políticos. Es evidente que los líderes nacionales y sus asesores económicos sabían que la Unión Europea no podía considerarse como una de las denominadas zonas monetarias óptimas. Consideraciones de diversa índole pudieron llevar a esta unión imperfecta. Francia e Italia no estaban contentas con el Sistema Monetario Europeo (SME) –el tipo de cambio fijo que precedió a la UME desde 1979 hasta 1999– pensaban que una unión monetaria europea podría estar menos dominada por Alemania que el SME.
Es posible que la unificación alemana en 1989 y la caída del telón de acero acelerasen el proceso (tradicionalmente Alemania centraba su preocupación en el este, y quizá se pensó que la unificación monetaria era una manera de afianzarla e integrarla en el oeste, pero no puedo entrar a juzgar si esto es o no una leyenda). Por último, la utilización de la moneda común, permitía a las élites de la periferia importar la reconocida disciplina laboral alemana. Sea como fuere, la Unión Monetaria carecía de las instituciones necesarias que pudieran hacerla funcionar, como el establecimiento de un presupuesto federal con funciones redistributivas regionales altamente recomendado por los planes de unificación anteriores (véase también el clarividente análisis de Kaldor2 y el posterior de Godley,3 reseñados por el bloguero Ramanan.4
La Unión se diseñó en negativo, por así decirlo. Para impedir que los gobiernos nacionales se aprovecharan en exceso de unos tipos de interés más bajos, el Tratado de Maastricht estableció las restricciones fiscales que conocemos a día de hoy; además, se otorgó al Banco Central Europeo (BCE) un estatuto independiente bajo el influjo de un enfoque monetarista con el único objetivo de controlar la inflación (de modo que heredó la función de controlar los salarios alemanes del Bundesbank). El objetivo del pleno empleo se asignó a las políticas nacionales de flexibilidad del mercado laboral, es decir, a estrategias competitivas de devaluación interna. No existió ni un presupuesto federal amplio que se precisaba, no hubo coordinación alguna entre las políticas fiscales y monetarias ni se desarrolló ningún mecanismo para la resolución de crisis bancarias.5
Como sabemos, al principio el euro pareció un éxito, sobre todo si se consideraba desde el punto de vista de España, Irlanda y también Grecia. No tanto en el caso de Portugal e Italia: el primero había vivido ya su boom impulsado por la demanda en los años previos a la unificación monetaria y se incorporó a la moneda con un saldo negativo de la balanza por cuenta corriente, lo que explica su posterior recesión. Es probable que Portugal e Italia aunque, naturalmente, esto también afecta a los otros países del sur– comenzaran a sufrir pérdida de competitividad debido a más de un factor: un tipo de cambio real sobrevaluado, la competencia de los nuevos miembros de la Unión Europea (UE) y de las economías emergentes, el estancamiento de la demanda agregada interna que deprimió el crecimiento de la producción tanto en Portugal como en Italia.
Como es bien sabido, en España, Irlanda y también en Grecia la demanda interna se sostenía gracias a un boom de la construcción alimentado por flujos de capital extranjero. Se ha comparado acertadamente la historia de estos tres países con la de las crisis financieras en las economías emergentes,6 y se ha puesto de manifiesto que las liberalizaciones financieras y los tipos de cambio fijos pueden conducir fácilmente a un endeudamiento externo a tipos de interés bajos temporalmente (gráfico 1) y a un crecimiento impulsado por la inversión inmobiliaria (gráfico 2, p. 72); a un rápido aumento de la demanda interna (gráfico 3, p. 72); al crecimiento del déficit en cuenta corriente (gráfico 4, p. 73); y al retroceso de la posición neta de inversión internacional (es decir, al crecimiento de la deuda externa neta) (gráfico 5, p. 73) y, por último, a una crisis de la balanza de pagos. El problema viene cuando los inversores financieros extranjeros dejan de refinanciar la deuda externa periférica y comienzan a retirar su inversión (lo que se denomina «interrupciones repentinas y reversión de los flujos de capital»).7
Para seguir leyendo: ACA
1 Doy las gracias a Jorge Uxó por sus comentarios preliminares y a Giancarlo Bergamini
por su valiosa ayuda para mejorar
la exposición. Este trabajo se basa en el discurso
inaugural del encuentro
internacional Economy4Youth celebrado en Madrid los días 22 y 23 de noviembre
de 2012.
2 N. Kaldor, «The Dynamic Effects Of The Common Market», publicado
por primera vez en New Statesman, 12 de marzo de
1971 (reeditado como capítulo 12, pp. 187-220,
en Further Essays On Applied
Economics, volumen 6 de la colección
Collected Economic Essays de Nicholas Kaldor).
3 W.
Godley, «Maastricht
and All That», London Review of Books, vol. 14,
nº 19, 8
de octubre de 1992, http://www.lrb.co.uk/v14/n19/wynne-godley/maastricht-and-all-that.
4 Ramanan,
«Nicholas Kaldor On
European Political Union»,
6 de noviembre de 2012, http://www.concertedaction.com/2012/11/06/nicholas-kaldor-on-european-political-union/; y «20 Years Of Maastricht and All That», 8 de octubre de 2012, http://www.concertedaction.com/2012/10/08/20-years-of-maastricht-and-all-that/.
5 Para
una comparación con la unión bancaria de los Estados Unidos, véase D. Gros, «Banking union: Ireland vs Nevada, an illustration of the importance of an integrated banking system», 27 de noviembre
de 2012, http://www.voxeu.org/article/ban-
king-union-if-ireland-were-nevada.
6 S. Cesaratto, «Controversial and novel features
of the Eurozone crisis as a balance
of payment crisis»,
en Quaderni del Dipartimento di Economia Politica e Statistica, nº 640, Università
degli Studi di Siena, Italia, mayo de 2012; y E. Frenke, «What have the crises in emerging markets and the Euro Zone in common and what differentiates them?», mimeo, 2012.
7 La interpretación
de la eurocrisis como crisis
de la balanza de pagos es rechazada decididamente por Randall Wray (véase Ramanan, «Not A Balance-Of-Payments Crisis?», http://www.concertedaction.com/2012/10/27/not-a-balance-of-payments- crisis/, y mis intercambios con Wray, reseñados en S. Cesaratto S., «Reply to Wray», 29 de agosto de 2012, http://politicae-
conomiablog.blogspot.com.es/2012/08/replica-wray-parte-2.html; a favor de la interpretación aquí reseñada, véase,
entre otros, Pisani-Ferry J., «The known unknowns and the unknown
unknowns of the EMU», Bruegel Policy Contributions, 18 de
octubre de 2012, http://www.bruegel.org/publications/publication-detail/publication/756-the-known-unknowns-and-the-unk- nown-unknowns-of-the-emu/; y J. Yifu Lin y V. Treichel, «The Crisis in the Euro Zone: Did the Euro Contribute to the Evolution of the Crisis?», Banco Mundial, Policy Research Working Paper nº 6127, julio de 2012,
http://elibrary.worldbank.org/con-
tent/workingpaper/10.1596/1813-9450-6127; estos últimos autores ofrecen
una interesante panorámica
de los casos nacionales).
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