Por Silvio y Nahuel Guaita
La brecha externa, o escasez de divisas, es una de las restricciones al crecimiento más importante a la que están sujetos aquellos países que no emiten moneda mundial (dólares o euros). Adicionalmente, para la Argentina, dada la “estructura productiva desequilibrada” existente, el aumento de las ventas externas no puede proveer por sí solo, a la velocidad requerida, la cantidad de divisas necesarias para financiar los sucesivos aumentos de inversión.
Ante este escenario, el Gobierno optó por el aumento de los controles sobre las operaciones de moneda extranjera, incluso en los pequeños individuos que no determinan el resultado de la cuenta corriente, generando un creciente malestar en ciertos sectores de la población. Es por esto que la sustitución de importaciones tímidamente iniciada debe ser considerada una herramienta de política económica posible y altamente recomendable.
La condición necesaria es que dicha política reduzca la cantidad de divisas consumidas y no al revés. Es decir, la sustitución de importaciones implica también importar bienes de capital e insumos para fabricar el producto a sustituir. Por lo tanto, debe verificarse que el costo en divisas de la producción nacional sea inferior al costo en divisas de la compra del bien final en el extranjero. Subordinada a la condición anterior, pueden introducirse restricciones adicionales. En primer lugar, se puede impulsar una política sustitutiva en los sectores más productivos (mayor producto por obrero o por hora trabajada).
En segundo lugar, la sustitución puede enfocarse en aquellos sectores que más exportan, ya que esto implica que los mismos lograron superar un cierto umbral de competitividad, suficiente como para vender sus productos en el mercado mundial. Una tercera opción posible es focalizar los esfuerzos sustitutivos hacia aquellos sectores que más incrementaron la demanda de mano de obra, ya que esto permitiría reducir más rápido el desempleo y subempleo. Es decir, se estaría aprovechando al máximo el consumo de divisas realizado por los distintos sectores, empleando por cada dólar gastado la mayor cantidad posible de trabajadores.
Un modelo “export-led” estará más focalizado en reforzar las cadenas de producción en los principales productos de exportación y de aquellos bienes con mayor potencial de crecimiento futuro (por ejemplo incrementar el valor agregado nacional de los productos exportados a China). Por otro lado, un modelo orientado hacia el mercado interno puede estar interesado en incrementar la dimensión del mismo, no sólo en poder comprar sino también en número de individuos, por lo que se interesará más en sustituir en aquellos sectores que permitan reducir más rápido el desempleo. En resumen, hay distintas alternativas disponibles que incluso pueden combinarse, pero siempre subordinadas a la condición de que el consumo de divisas sea inferior en el caso de la sustitución y no en la importación.
Adicionalmente, las modificaciones de precios relativos que se den como consecuencia de la sustitución deben ser compensadas con subsidios e inversión estatal en infraestructura si los costos subiesen para evitar un encarecimiento de los productos argentinos en el extranjero. Ergo, es necesaria una disminución de costos en lo que refiere a energía y transporte. El primero, por su carácter de insumo básico para todas las industrias y el segundo, para abaratar el transporte de materias primas desde los lugares de extracción/fabricación a los centros industriales, como así también disminuir el costo de transporte del producto final desde las instalaciones fabriles hacia los centros de venta. Una política energética tendiente a diversificar la matriz energética argentina y la recuperación y expansión de los ferrocarriles deberían ser tenidas en cuenta para el logro de dichos fines.
Finalmente, como argumentó uno de los padres de la geopolítica estadounidense, Nicholas Spykman, “los ministro van y vienen, los dictadores mueren, pero las montañas permanecen imperturbables”. En la Argentina puede observarse claramente como los tendidos ferroviarios y rutas de comunicación tienden a converger en el puerto de Buenos Aires (60% del tendido total corresponden a la región pampeana, dispuesto en forma radial alrededor del puerto). La antigua posición de la Argentina como proveedor de materias primas, principalmente de la industria británica, era la causa de tal configuración.
Si se busca un desarrollo industrial creciente, la configuración mantenida antaño debe ser modificada hacia un tendido que se adapte a tal objetivo. El río Paraná y la cuenca del Plata (segunda cuenca hidrográfica más grande del mundo) permiten el transporte marítimo a bajo costo y una rápida salida de los productos agropecuarios y/o futuros productos industriales hacia el resto del mundo. Su ampliación y mantenimiento es indispensable. La abundancia de recursos hidrocarburíferos y minerales a lo largo de Los Andes y en la región patagónica implica que dichas áreas deben ser interconectadas al sistema industrial existente y, con vistas a futuro, por medio de una red ferroviaria desde los centros de extracción de materias primas y minerales hacia los lugares de refinado y consumo.
Adicionalmente, el polo industrial-tecnológico de Tierra del Fuego debería contar con un medio de transporte menos costoso hacia el resto del país. La importancia de la región noroeste como proveedor de materias primas podría ver mejorada su performance con la extensión del ferrocarril desde Jujuy, Salta y Tucumán hacia los centros industriales, abaratando así el transporte terrestre y el coste de suministro de materias primas.
El éxito en diversificar la estructura productiva del modelo económico con crecimiento e inclusión social para relajar la brecha externa y evitar crisis de balanza de pagos dependerá de la voluntad política para poder articular una serie de políticas energéticas, de transporte, de ingresos, financiacimiento e infraestructura a escala nacional, como las descriptas anteriormente.
Original: El Economista.
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