Reportaje a Eduardo Crespo sobre la Economía Brasileña
Por Javier Lewkowicz
El escenario se volvió más complejo para Argentina con la desaceleración de la economía brasileña y las oscilaciones en la paridad cambiaria. Página/12 dialogó con Eduardo Crespo, economista heterodoxo que, desde Río de Janeiro (ciudad donde vive), explicó la situación actual y los cambios en relación con los tiempos de Lula. Profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Crespo cree que la ortodoxia que maneja el Banco Central de Brasil insistió en atacar la inflación mediante la apreciación cambiaria (lógica que se mantendría a pesar de la reciente depreciación, sostiene), lo que derivó en un “parate” de la industria. El entrevistado analizó las consecuencias para Argentina.
–¿Por qué la economía brasileña se desaceleró?
–El gobierno de Lula, en su última etapa, coincidente con la crisis mundial, aplicó una política fiscal muy agresiva. En 2010 la economía y la industria crecían al 9 por ciento. Parte de eso era recuperación frente a 2009, pero ahora la industria está estancada y la economía crece al 3 por ciento. En Brasil se ven muy bien las consecuencias de la apreciación cambiaria. La industria está parada, entran continuamente productos asiáticos y la economía tendió a primarizarse, tanto en su canasta exportadora como en el PBI. La apreciación es un viaje de ida. La depreciación de las últimas semanas coincide con el crecimiento de la inflación. En los próximos doce meses el aumento de los precios está proyectado en un 7 por ciento que, para un esquema de metas de inflación con tipo de cambio apreciado, es bastante. El Banco Central, a su vez, redujo la tasa de interés y va a seguir.
–¿Esa baja de la tasa de interés va a provocar más depreciación del real?
–No es tan lineal, porque lo que importa es el gap (N. del R.: diferencial con las tasas de interés internacionales.). Los tipos de interés en Estados Unidos y Europa ya están en cero. Con la actual tasa en Brasil, el estímulo para que sigan entrando capitales continúa. La tendencia, entonces, sigue siendo a la apreciación. Brasil bajó mucho la tasa de interés en el segundo mandato de Lula, desde el 20 por ciento en 2005 hasta el 11 en 2008, y al 9 en 2009. Después, para detener la inflación empezaron a subirla, hasta el último anuncio de baja. Reducir la tasa es imprescindible, porque la suba de la tasa encarece la deuda, obligando a ajustes fiscales por otro lado.
–¿Brasil debería aceptar tener inflación más alta para poder crecer más?
–Una opción sería aceptar un poco más de inflación, pero también tratar de atacarla con otros instrumentos. Creo que de a poco van a tener que dejar de atacar la inflación con apreciación.
–¿En qué medida el esquema de metas de inflación que tiene el Banco Central impide abordar el problema con políticas más “pro-crecimiento”?
–A diferencia de lo que pasó en Argentina después del gobierno de Menem, cuando prácticamente todo empezó de cero, en Brasil las reformas que aplicó Fernando Henrique Cardoso no se revirtieron. El Banco Central de Brasil sigue conducido por gente muy vinculada al sistema financiero. Aparte, se empieza a crear un consenso sobre la apreciación del real. Los empresarios están a favor, los bancos ni hablar, y las clases trabajadoras son conformistas. No hay una presión social fuerte en favor de una política agresiva de crecimiento. Con un crecimiento bajo, Lula se fue con una popularidad del 70 por ciento.
–¿El gobierno de Dilma profundizó el sesgo ortodoxo?
–El gobierno de Lula avanzó a medias con los cambios. En su segundo mandato, con el ministro (de Hacienda, Guido) Mantega, se empezaron a animar un poco más. Instrumentaron el Plan de Aceleración del Crecimiento, bajaron la tasa de interés. Parecía que la economía iba a crecer al 5 por ciento. Con el gobierno de Dilma empiezan a revertirse algunas de esas medidas. Para muchos, así funciona el ciclo brasileño: ‘el primer año hay que hacer buena letra’. Pero la situación se va a poner compleja si se llega a aplicar el ajuste fiscal del que se habla Se llegó a decir que van a mandar el mismo presupuesto que en 2010, lo que implicaría una importante contracción fiscal.
–¿Cómo le afecta a la Argentina el escenario económico de Brasil?
–Para Argentina es más nocivo que Brasil deje de crecer que la depreciación del real. El peor escenario sería que Brasil crezca al uno por ciento, aunque esa situación tampoco provocaría una recesión en Argentina. Sobre todo porque, creo, China no se va a caer, a lo sumo puede pasar de crecer 10 a un 8 por ciento. Pueden tener una política más agresiva de sustitución de importaciones, pero va a continuar la construcción y la urbanización, que es lo que más nos tracciona. Dado que Asia no se va a caer, tampoco nuestras cuentas externas. El problema es de mediano plazo, por la apreciación del peso argentino frente al dólar.
–¿Le preocupa el horizonte en la cuenta corriente argentina?
–El superávit de la cuenta corriente se va cerrando. Lo complicado es que la inflación no afloja mucho y el tipo de cambio (a valores constantes) se aprecia. El modelo kirchnerista era en su origen de tipo de cambio alto, desendeudamiento y política keynesiana para el mercado doméstico. Si se va a una situación de tipo de cambio apreciado y salida al mercado (de deuda), se desdibuja el esquema. Creo que hay que mejorar el control sobre la inflación.
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