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Por Eduardo Crespo
Desde 1999 Brasil implementa un régimen de metas inflacionarias que, en base a elevadas tasas de interés, promueve la entrada de capitales y favorece la apreciación del real frente al dólar. Este mecanismo ha sido crucial para la contención del proceso inflacionario y le ha permitido alcanzar ciertas mejoras en la distribución del ingreso, al tiempo que varios indicadores sociales registran avances considerables. Por otra parte, el ascenso internacional de la economía china ha elevado los términos de intercambio del país e impulsado las exportaciones brasileñas de productos básicos como mineral de hierro, soja y petróleo. Pero no todos los indicadores son alentadores. En los últimos años Brasil ha registrado las menores tasas de crecimiento de la región. Según algunos observadores, la apreciación cambiaria y la creciente competencia asiática están provocando una incipiente desindustrialización y primarización de la economía. Las exportaciones se concentran cada vez más en aquellos productos primarios demandados por los asiáticos. Pese a las moderadas tasas de crecimiento, desde 2007 el país registra un déficit de cuenta corriente, y en los últimos meses el PBI brasileño viene sufriendo una severa desaceleración. Quizás por estos motivos, y aún en presencia de un cierto rebrote inflacionario, el Banco Central decidió reducir su tasa básica de interés y se espera que lo siga haciendo. Así, el real se ha devaluado, al tiempo que se registra una leve fuga de capitales. Es el indicio de un cambio de rumbo. Si se confirma el ajuste fiscal ‘preventivo’ anunciado para contener la inflación y compensar la reducción de las tasas, es previsible que se siga desacelerando.
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