por  Eduardo Crespo, investigador de la Universidad Federal de Río de Janeiro


Brasil continúa registrando el peor desempeño regional en materia de crecimiento. Hasta 2011 su economía se organizaba en torno a un esquema de metas de inflación. La fijación de la tasa de interés básica funcionaba como un instrumento eficaz para controlar la inflación, entre otras cosas, porque influía sobre el tipo de cambio. Un mayor diferencial de tasas con relación al mundo provoca, vía ingreso de capitales, una apreciación cambiaria que amortigua la suba de precios internacionales y abarata productos transables, atenuando la puja distributiva. Una de las principales críticas que aún recibe este esquema es que la apreciación cambiaria reduce la competitividad de la producción provocando desindustrialización.
Aunque el Gobierno inicialmente subió la tasa, desde fines de 2011 impulsó una persistente reducción de tasas que facilitó una devaluación del real frente al dólar cercana al 25%. Simultáneamente, redujo el gasto público a la espera de que esta contracción, especialmente de la inversión pública, contrarrestase el aumento de la demanda interna que debían provocar las menores tasas y de la demanda externa que iba acompañar a la devaluación. Pero para decepción del Gobierno el ajuste fiscal desencadenó una fuerte desaceleración a partir de la segunda mitad de 2011. La tasa de crecimiento pasó del 7,5% en 2010 a 2,7% en 2011 y se estima en 1% para 2012.

Varios analistas apuntan al tipo de cambio apreciado como causa de estos resultados, y ofrecen como prueba la mayor desaceleración registrada por la actividad industrial. Esta interpretación no parece advertir que en 2010 la industria creció al 10,5%, cuando el tipo de cambio estaba aún más apreciado. La evolución industrial brasileña está mucho más vinculada a los vaivenes de la actividad inversora que al tipo de cambio, al tiempo que la inversión guarda una relación estrecha con la demanda agregada. La asociación entre el tipo de cambio y la tasa de crecimiento industrial es insignificante. El impacto cambiario se verifica más como una paulatina penetración de importaciones competitivas como fenómeno de largo plazo. En Brasil la relación entre el tipo de cambio y la tasa de crecimiento va en dirección contraria a la imaginada por la mayoría de los analistas, ya que el real apreciado eleva el salario estimulando el consumo y, por esa vía, la inversión.
Otros analistas, y el Gobierno, apuntaron a la crisis internacional como causa principal de la desaceleración. Si bien las exportaciones registraron una caída el último año, en 2011, cuando se inició la desaceleración, aún crecían a una tasa moderada. Como señalan F. Serrano y y R. Summa (*), el impacto de las exportaciones sobre la demanda agregada brasileña es muy reducido, y es aún menor sobre el valor agregado, ya que contienen una porción elevada de componentes importados. La crisis internacional tampoco afectó las condiciones financieras del país, que continuó acumulando reservas.

Las medidas contracíclicas del Gobierno no están generando los resultados esperados. Las menores tasas no tuvieron un efecto expansivo sobre el consumo debido al elevado grado de endeudamiento y morosidad de las familias. Por otro, las políticas de oferta dirigidas a aumentar la rentabilidad, como reducciones de impuestos y disminución de cargas patronales, sólo pueden tener efectos significativos sobre sectores muy perjudicados por la competencia extranjera, aquellos en el precipicio que separa a la quiebra de la supervivencia. Pero es poco probable que estas medidas estimulen las inversiones del resto de las actividades cuando caen las exportaciones y se impone una contracción del gasto público. Además, las reducciones de impuestos tienen un costo fiscal que se torna contractivo cuando el Gobierno, como ocurre en Brasil, se impone a sí mismo una meta de superávit fiscal. En 2012 el Gobierno anunció que no podrá cumplir con dicha meta porque la recaudación fue menor a la esperada.
Pese a este relajamiento fiscal, no existen indicios claros de que el Gobierno vaya a impulsar un aumento significativo de gastos en 2013 y, por ello, es improbable una recuperación muy significativa.
(*) Serrano, F. y Summa, R., “A desaceleração rudimentar da economia brasileira”, Marx 21, 2012.