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4 may 2016

El neoliberalismo como regreso de la economía vulgar

  
Posteamos un texto muy interesante y esclarecedor respecto al regreso de la economía vulgar en la academia y que permite una hegemonía que se está haciendo efectiva en la región en estos momentos. El autor es el profesor Franklin Serrano de la Universidad Federal de Rio de Janeiro. El texto fue publicado en Revista Circus Nº 6.
  

Franklin Serrano

UFRJ - IE




Resumen:
Se me ha pedido que realice aquí una reflexión acerca de las razones teóricas y estructurales de la hegemonía cultural del neoliberalismo en las últimas décadas. Lo que sigue no es más que un esbozo en el que ofrezco notas preliminares con la esperanza de que el esquema de interpretación propuesto pueda ser de utilidad para separar los elementos teóricos de aquellos estructurales (o históricos) que integran el complejo tema en cuestión.








La economía es una ciencia empírica

La economía o economía política, como solía llamarse esta disciplina antes de la revolución marginalista de la década de 1870 (que diera luego origen a lo que hoy se conoce como economía “neoclásica”), es una ciencia empírica. Naturalmente, uno puede sentirse tentado a pensar lo contrario, dado el gran esfuerzo e importancia que la profesión le dispensa actualmente a ciertas ramas de la teoría matemática de la economía, que aparentemente tienen poca o ninguna relación –por no decir utilidad– con los análisis empíricos e incluso teóricos de los sistemas económicos reales que existen en la actualidad (o quizá hayan existido en el pasado). 

En la profesión hay un número considerable de nihilistas especialistas en teoría de los juegos que disfrutan con sus artilugios matemáticos. También hay teóricos del equilibrio general moderno –neoclásico– que suelen defenderse cuando se señala la esterilidad de sus trabajos, con cierto tipo de retórica relativista (con niveles variables de sofisticación). Con frecuencia, estos teóricos comparan el estudio de la economía con la matemática pura o la filosofía. Además, este tipo de trabajo ha ganado mucho prestigio en la profesión. Pero muchos de estos teóricos que parecen rechazar la dimensión empírica de la economía sólo están siendo cínicos 1.

Es muy difícil negar que la economía tiene un objeto empírico y que hay ciertas regularidades empíricas en el sistema económico que intentamos comprender. En este sentido, la economía tiene algo en común con ciencias como la meteorología o la sismología, que abordan sistemas muy complejos, por lo que es muy difícil que puedan realizar predicciones muy precisas. Sin embargo, estas ciencias son, en muchos casos, como la economía: herramientas útiles para comprender cómo funciona el mundo.

Economía científica versus economía vulgar
A pesar de la naturaleza empírica del objeto o tema de estudio, en los países capitalistas algunas teorías económicas son argumentos puramente ideológicos, cuya función es defender ciertos intereses materiales. Con frecuencia, sólo son una ‟teología‟ de las clases privilegiadas propietarias.

Podemos hacer referencia a la observación de Marx, abordada en profundidad en su teoría del excedente, según la cual mientras David Ricardo hizo “economía política científica” (basada de manera sistemática en el principio materialista clásico del excedente), otros economistas como Thomas Malthus y Jean Baptiste Say se dedicaron, fundamentalmente, a lo que Marx llamó “economía vulgar”. Es decir, una economía puramente ideológica; que carecía de solidez teórica y relevancia empírica. 

En economía siempre se debe hacer una cuidadosa distinción entre la evolución de los resultados de la labor científica y la sociología del conocimiento. Ciertas teorías y opiniones de calidad muy modesta pueden, con frecuencia, prevalecer por sobre otras teorías y opiniones que son más ricas y precisas, por razones ajenas a la ciencia, de carácter social o político. 

Esto no debería resultar sorprendente ya que la historia nos ha dado muchos ejemplos de cómo la difusión de ciertas ideas está determinada por fuerzas sociales. Todos conocen los problemas que Galileo tuvo con el Papa y los comprensibles temores que Darwin tuvo sobre el impacto que su teoría de la evolución tendría en la sociedad. Por supuesto, sería extremadamente difícil sostener que la reciente y continua controversia acerca de las posibles causas humanas del cambio climático –y sobre qué hacer al respecto– haya sido inmune a la existencia de estas fuerzas sociales. La ciencia, tanto en su vertiente social como en la exacta, es producto de un hombre que vive inmerso en la sociedad. No debería entonces sorprendernos que la difusión de ciertas teorías económicas no haya podido escapar a estas poderosas fuerzas sociales.




Leer todo el trabajo ACA

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