Páginas Sraffianas

2 may 2016

El derrumbe


Por Eduardo Crespo *

Desde enero de 2015, cuando Dilma Rousseff inició su segundo mandato, la situación política y económica brasileña se fue tornando caótica. El año 2014 se había cerrado con una combinación explosiva de estancamiento económico y creciente polarización política. Frente a este escenario el gobierno del PT optó por la “austeridad”, consistente en una oleada interminable de aumentos de tarifas públicas y recortes del gasto estatal, especialmente de las erogaciones sociales y la inversión pública. El objetivo declarado era reducir el déficit fiscal y preservar las notas de calificación de riesgo de las agencias internacionales.

El “austericidio” provocó una caída de 3,8 por ciento del PBI durante el año pasado y se esperan números similares para 2016. El desempleo se disparó a la cifra record de 10,1 por ciento, unos 10,4 millones de trabajadores. La suma de recesión y elevadas tasas de interés (fijadas por el Banco Central) agravó el déficit fiscal. Las tasas elevadas implican mayores gastos del estado para el pago de la deuda pública, en tanto que la recesión reduce la recaudación fiscal, situación a la cual el gobierno responde con renovados recortes del gasto y suspensiones generalizadas de programas y servicios sociales, al tiempo que las agencias calificadoras reducen sus notas crediticias.

Las consecuencias políticas fueron aún peores. La pérdida de popularidad del gobierno del PT fue aprovechada por la oposición, sectores empresariales y medios de comunicación, para promover su caída a través de un absurdo juicio político bajo la acusación de ‘maquillar’ estadísticas fiscales, cosmética que todo gobierno repite desde la sanción de la absurda e incumplible ley de ‘responsabilidad fiscal’.

¿Cómo explicar tanta torpeza? Una posible interpretación es que la cúpula del PT, Luiz Inácio Lula da Silva incluido, haya buscado calmar los ánimos apelando a la formula aplicada durante 2003-2005. En ese entonces “el ajuste funcionó”, al menos como pantalla ideológica. Sorprendentemente los resultados fueron los que siempre se pronostican y nunca se observan: durante 2004 la economía creció a 5,7 por ciento, el desempleo se redujo y la inflación cedió. Los analistas festejaban la recuperación de la inversión por el “shock confianza” y se multiplicaban los panegíricos a la “credibilidad” transmitida a inversores internaciones. En ese contexto el gobierno pudo impulsar políticas sociales de amplio alcance, medidas que redujeron la pobreza y la indigencia, subieron los salarios, redujeron la desigualdad y promovieron un aumento inédito de los niveles de consumo. Lula parecía satisfacer a pobres y ricos por igual. Fue reelecto en 2006 y durante su segundo mandato Brasil superó la crisis internacional de 2008-2009 sin grandes sobresaltos, retirándose con niveles de aceptación cercanos al 80 por ciento.

¿Milagro Neoliberal? Los dos primeros mandatos del PT coincidieron con el fenómeno internacional que suele designarse como ‘viento de cola’. Los términos de intercambio de las exportaciones brasileñas se dispararon a partir de los años 2000, así como las cantidades vendidas al exterior. Las reducidas tasas de interés internacionales facilitaban las operaciones de arbitraje con las elevadas tasas brasileñas, lo que generó una inmensa entrada de capitales que incrementó el volumen de reservas y apreció el tipo de cambio, amortiguando las presiones inflacionarias. No fue milagro. Fue suerte. En 2015, cuando Dilma Rousseff buscó repetir la formula mágica, la situación internacional era completamente diferente, así como lo fueron los resultados.

¿Qué cabe esperar si, como se espera, en las próximas semanas Dilma es reemplazada por su vicepresidente Michel Temer? Algunos analistas vaticinan políticas neoliberales aún más agresivas con calamitosas consecuencias sociales. Antes de aventurar diagnósticos apocalípticos, no obstante, deben tomarse en cuenta algunos rasgos políticos esenciales. El PMDB de donde proviene Temer, no es una agrupación de tecnócratas adoctrinados en la ortodoxia macroeconómica, ni una agrupación de sectores de clase media con prejuicios antipopulares. Nació como el partido de la oposición durante la dictadura militar y formó parte de todos los gobiernos brasileños desde el retorno de la democracia. Es un partido conservador moderado, con una fuerte base territorial, con numerosos gobernadores, intendentes, senadores, diputados y concejales obsesionados por perpetuarse en sus cargos. Es el partido del orden, no el del caos neoliberal de consecuencias imprevisibles. Para situar al lector argentino, Temer y el PMDB se parecen más a Duhalde y los gobernadores e intendentes conservadores del PJ que a la cúpula de extremistas ajustadores que integran el gobierno Macri. Dadas las circunstancias, no es improbable que busquen estabilizar el cuadro institucional con una política macroeconómica más razonable y prudente que la impulsada por el PT desde 2015.

* Licenciado en Ciencia Política y en Economía de la UBA y profesor de la Universidad Nacional de Moreno y  de la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, Brasil.

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