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31 may 2020

Santiago Gahn: "Nuestra estructura productiva no genera los bienes de capital necesarios para crecer



Santiago Gahn está viviendo en Italia desde octubre de 2017, cuando viajó para cursar el doctorado en Economía Política en la Università Roma Tre. Previamente había realizado una maestría en Desarrollo Económico en el Instituto de Altos Estudios Sociales (Idaes), de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), y había estudiado Economía en la Universidad de La Plata. 

- ¿Cómo ve la situación mundial con la irrupción del coronavirus?
-Lo veo como una gran caída en la demanda, porque la gente no puede salir y consumir. Esto hace que caigan los niveles de actividad y la inversión. Y hay un montón de empresas que, si el Estado no las mantiene, van a cerrar. Entonces, nos vamos a encontrar con gente que no tendrá más trabajo. La tasa de desocupación y las tasas de pobreza y de indigencia van a aumentar mucho. Acá se suma también el tema de la restricción del sector de la salud: si hay 50 camas para internar a las personas y ya están cubiertas, no se puede seguir abriendo la economía, porque habrá gente que se va a contagiar y se quedará sin cama. Entonces, hay que adecuar la restricción económica a la cantidad de camas disponibles. Creo que el Estado tiene la capacidad de financiar a las empresas y a las personas para que se queden en la casa sin generar ninguna actividad. Dado que el gasto es el que genera la circulación de dinero y el crecimiento económico, no hay que producir primero, sino que primero se necesita el gasto. De hecho, hay personas que se dan cuenta de que pueden vivir sin trabajar, porque pueden llegar a estar seis meses cobrando un sueldo del Estado. Si el Estado tiene la decisión política de hacerlo, lo puede financiar. 

-¿Cuánto tiempo puede el Estado financiar esta situación? ¿Cuál es el límite, por ejemplo, en un país como la Argentina, que tiene menos herramientas fiscales y de endeudamiento?
-En la Argentina la restricción es el sector externo, la falta dólares. La restricción del sistema de salud está, pero la segunda restricción que sigue es la de los dólares. No veo que haya una restricción fiscal. De hecho, el Gobierno puede financiar el déficit todo lo que quiera. Es un decisión política. 

-¿No hay un límite de tiempo para mantener la economía cerrada y que el Estado financie los pagos con emisión? 
No veo que haya límites temporales, más que la decisión política. Doy como ejemplo el caso de Inglaterra, donde hubo un conflicto con el presidente del Banco Central, quien dijo que no quería financiar al Tesoro porque decía que eso era inflacionario, que iba a generar falta de credibilidad de la autoridad monetaria y que no iba a ser más independiente. El discurso que escuchamos siempre. Y el Tesoro le dijo que igual debía financiar todo lo que ellos necesitaban. El Banco Central tuvo que acceder. Para ellos, la decisión de abrir o no la economía es un decisión política, además de que el sistema de salud cuenta con una restricción de oferta. Inglaterra es un país que emite moneda internacional y no tiene ningún tipo de límite. Nosotros tenemos dos restricciones: la del sistema de salud y la externa, que es la falta de dólares. Este año, igual, no veo que haya una escasez de dólares. Hay un problema financiero con la política monetaria, con el tema del tipo de cambio paralelo pero, en principio, la gente no se va a ir de viaje, no habrá turismo y ahí hay miles de millones de dólares que nos vamos a ahorrar. Además, las importaciones se van a destruir, van a caer muchísimo por la caída en la actividad. Los empresarios no van a invertir porque no hay demanda, y esas máquinas que antes se traían de otros países, no se van a traer. 

-Está también el problema de la brecha cambiaria, por la diferencia de precios entre el dólar oficial y los paralelos. ¿Cómo puede afectar eso?
-Una forma de reducir la brecha es aumentando la tasa de interés, para intentar que la gente ahorre en pesos y no compre dólares de manera compulsiva. Creo que fue lo que intentaron hacer en las últimas semanas, con el aumento de la tasa de los plazos fijos. 

-¿Se puede por un lado subir la tasa para que la gente ahorre en pesos y, al mismo tiempo, pedirle a los bancos que bajen las tasas para dar créditos?
-Se puede trabajar con el subsidio al crédito como políticas puntuales. Yo soy más de los que piensan que es mejor tener la tasa de interés alta y que la gente ahorre en pesos. Además, el crédito es endógeno a la actividad. Si la actividad cae, porque están cayendo las exportaciones o el gasto público, el crédito va a caer. No se le puede pedir a los bancos que empujen la cuerda. Habría que subir la tasa de interés para que la gente se quede en pesos, y aumentar el gasto público para que la rueda empiece a girar de nuevo. Los bancos son agentes bastantes pasivos en la parte de créditos productivos. 

-La inflación hoy no es un problema, pero ¿cómo ves la situación cuando lo peor ya haya pasado y volvamos a la normalidad?
-La Argentina tiene una historia inflacionaria histórica, de muy largo plazo. El único momento en el cual no tuvimos fue en los 90, con el sistema del uno a uno. Hubo dos cosas en esa época: la fijación del tipo de cambio y el desarme de los sindicatos. Por lo tanto, las causas principales de la inflación en la Argentina son dos: la fluctuación del tipo de cambio y la puja distributiva. La inflación en los últimos años empezó a estar en el orden de 20% esto a partir de 2007 y 2008, cuando hubo un incremento impresionante de los precios internacionales de la comida. El gobierno de entonces quiso poner retenciones y no pudo, pero era una manera de gestionar ese conflicto. Recuerdo que Hugo Moyano decía: "Voy a pedir de incremento salarial lo que aumente el changuito en el supermercado". Como tenemos una historia de densidad sindical muy fuerte y muy interesante, creo que esto también colabora con el problema inflacionario. Pero no es que hay que ver a los sindicatos como si fueran dañinos, porque es una lectura sesgada. La realidad histórica argentina es que también, gracias a esos sindicatos, los niveles de vida de la gente que trabaja ha sido más alto en comparación con los del resto de América Latina. Con la cuestión del tipo de cambio, es más fácil controlarlo, ya que el Banco Central puede vender futuros e intervenir para estabilizarlo. Pero la puja redistributiva es un tema más político. Nadie quiere resignar sus ingresos. 

-Pero también es difícil tener un Banco Central activo cuando hay cada vez menos dólares y caen las reservas. ¿Cómo ve el tema de deuda en esta situación?
-Las reservas son el arma del Banco Central, son la manera de defenderse frente a los ataques especulativos y de cuidar el tipo de cambio. Hay que tratar de evitar la pérdida de reservas. Con el tema de la deuda, no estoy tan informado en detalle, pero es muy importante que haya un acuerdo, porque la Argentina siempre necesita dólares. Tenemos una estructura productiva que no produce los bienes de capital necesarios para seguir creciendo. Por eso necesitamos los dólares para importar. Desde 1975 fuimos perdiendo nuestra capacidad productiva. Uno entiende la puja distributiva que hay a través de eso: el peso de los rentistas agrarios contra los industrialistas. Es una discusión que la Argentina no saldó nunca, todavía estamos discutiendo las retenciones y si hacer o no política industrial. Es una discusión que el mundo ya la saldó hace rato en favor de la industria. 

-¿Con la aparición de los servicios, no entra un tercer jugador: industria, campo y servicios?
-Los servicios son importantes, pero tienen a las industrias atrás. Por ejemplo, para todo lo que sea internet hay que construir redes de infraestructura para tener servidores. 

-¿Pero eso no se puede tercerizar?
-Sí, pero lo necesitan. Los servidores están en Estados Unidos, no puede haber uno en la Argentina donde se corta la luz cada 10 minutos. 

-Pero las empresas argentinas como Globant y Despegar tienen a la mayoría de sus empleados brindando servicios. Por eso pareciera que ya hay un tercer jugador.
-Sí, hay una tendencia a que los servicios participen más en el producto, pero esos servicios no existirían si no está la industria atrás. Por ejemplo, Despegar, si no está la industria del turismo, que implica tener aviones, no existiría. Los servicios están, pero son un eslabón final de algo que está atrás. 

-Escribió bastante sobre la cuestión del déficit fiscal. ¿Se puede tener siempre más gastos que ingresos?
-Si hay un Banco Central que emite moneda propia, no veo cuál puede ser el límite. Mi tesis es que el ajuste en las cantidades es mucho más potente que el ajuste en precios. Cuando se aumenta la demanda, ya sea por gasto público o porque aumentan las exportaciones, la capacidad productiva se adecua a esa nueva demanda esperada. Es muy flexible. En la teoría tradicional, neoclásica, se espera que si aumenta la demanda con déficit fiscal, debería subir la inflación. En realidad no es así porque las empresas compiten entre ellas, por eso el ajuste de precios es cero, ajustan por cantidades. Por ejemplo, el gobierno quiere comprar ambulancias y la utilización de las plantas automotrices crece ante la mayor demanda. Y si la demanda se sostiene, van a decidir abrir otra planta, porque si no lo hacen ellos, lo hará otra empresa. La manera de defender su negocio es invirtiendo. Ante cada aumento de demanda, o aparecen nuevas firmas o las que están, expande sus plantas. Pero, porque tenemos problemas en nuestra estructura productiva y no producimos los bienes de capital, hay que comprarlos con dólares. Entonces, la empresa automotriz le comprará al Banco Central los dólares para importar maquinaria, porque los otros países no van a aceptar pesos. El límite que hay es de escasez de dólares. ¿Por qué cuando se abre una planta automotriz se necesitan tantos dólares? Esa es la pregunta principal. ¿Por qué las máquinas no se producen en la Argentina? En algún momento se produjeron. Pero desde 1975 para acá, todos los gobiernos fueron integrando la industria de bienes de capital nacional, y nos hicimos más dependientes del resto del mundo, pero no de una forma positiva. En nuestro caso, fue de manera negativa, porque cada vez que crecemos, necesitamos más dólares y eso nos limita porque tenemos escasez. 

Fuente: La Nación
 

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