Páginas Sraffianas

14 mar 2016

Retorno al coloniaje




Por Matías Vernengo *

Estar insertados en el mundo no quiere decir mucho. Por si mismo la inserción no es un objetivo económico, y lo que realmente importa es como un cierto tipo de inserción permite, o no, mejorar el nivel de vida de la gente en general. Por lo tanto, la preocupación del nuevo gobierno por “reinsertar a la Argentina en el mundo” debe ser entendida más bien como el retorno de un cierto proyecto, que prioriza la apertura comercial y financiera, y un modelo de integración basado en las viejas ventajas comparativas.

La devaluación, el aumento de las tarifas, los despidos masivos y el ajuste fiscal anunciado son parte de ese proyecto de integración a la economía global. Las medidas son inflacionarias y recesivas, como ya empieza a quedar claro. El objetivo es reducir los salarios reales, y apuntar a una mayor competitividad externa, asociada a la producción de commodities y a los bajos salarios. Una vuelta al viejo modelo agroexportador que sigue siendo el mítico jardín del Edén de un pasado en cual supuestamente la Argentina era desarrollada. La fantasía de nuestras elites sobre la sostenibilidad de ese modelo tiene el apoyo de buena parte de la clase media, que se olvida que su ascensión de inmigrantes a profesionales liberales –tan bien captada por la expresión m’hijo el dotor, eternizada por Florencio Sánchez– correspondió a un cambio en la estructura productiva del país, donde la industria ganó peso relativo. En este modelo, la industria no tiene un rol preponderante, e insertarse en el mundo es la única alternativa.

Por eso no es sorprendente que Mauricio Macri y su canciller, Susana Malcorra, hayan sugerido que la Alianza del Transpacífico (TPP en inglés) sea un objetivo de la integración comercial del nuevo gobierno. La TPP ocupa el lugar del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), derrotada por Néstor Kirchner y Hugo Chávez en 2005. Como Carlos Menem en los 90, la integración subordinada a los países avanzados es vista como el motor del crecimiento. La integración global permitiría el crecimiento de las exportaciones, el retorno de los capitales internacionales, y llevaría la Argentina a su posición natural de país del primer mundo.

El arreglo con los fondos buitre y el retorno a los mercados financieros internacionales son parte de ese mismo proyecto. Volver a los mercados financieros internacionales y tomar deuda no es necesariamente una mala idea, en particular porque el déficit en cuenta corriente contribuyó para el estancamiento de la economía en los últimos años del kirchnerismo. Sin embargo, el objetivo de la actual rendición a todas las demandas de los buitres, más allá de la cuestión inmediata de acceder al crédito internacional y poder hacer frente a los pagos de corto plazo, es la noción implícita de que los capitales internacionales vendrían, la inversión aumentaría y el crecimiento sería la consecuencia. En otras palabras, tanto por la vía comercial, como por la financiera, hay una confianza en la capacidad de los mercados de producir espontáneamente el desarrollo. Basta con insertarse en la economía global.

Es necesario recordar cuál fue el resultado, no solo en los años 90, de una política de inserción guiada por las ventajas comparativas, la desreglamentación financiera y el endeudamiento externo. A pesar de los mitos sobre la Argentina de la Belle Époque, la verdad es que el país producía trigo y carne para exportar, y aunque tuviera una renta per cápita elevada, comparable a la de países avanzados como Alemania y Francia, no producía ninguno de los productos centrales de la segunda revolución industrial. La capacidad de exportar productos complejos, con alto contenido de valor agregado es importante justamente porque permite el crecimiento con salarios reales elevados, y porque reduce los problemas externos. Más allá de los conflictos distributivos, asociados a la posibilidad de crecer con salarios reales más altos, la cuestión en el siglo veintiuno es si es posible integrarse globalmente exportando soja a China.

El liberalismo de la primera globalización terminó en la Gran Depresión, el neoliberalismo de Martínez de Hoz y los militares con la crisis de la deuda, el de Domingo Cavallo y Menem con el colapso del sistema económico y el default, y es difícil de creer que algo similar no pasará con está vuelta al mundo con Macri. No se trata de una simple dicotomía de insertarse en el mundo o de aislarse completamente sino más bien de insertarse en el mundo desarrollando nuestras capacidades, como de hecho quería Aldo Ferrer al decir que debíamos vivir con lo nuestro. De otro modo la inserción en el mundo es simplemente el viejo retorno al coloniaje.

* Profesor de la Universidad de Bucknell y del MDE/UNSAM.

Original: Pagina 12

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