Páginas Sraffianas

20 jul 2010

Las premisas teóricas de la Carta y los antiguos-liberales



Antonella Stirati - 16 de julio 2010

En su artículo "Un Suicidio al ritmo de tango argentino" en el Sol 24 horas del 27 de junio (y en un modo más agresivo y poco argumentado en su blog noisefromamerika) Bisina y Boldrin formulan muchas críticas a la "Carta de los Economistas"[1] y atacan los supuestos teóricos de la argumentación, definiéndolos de improbables e inconsistentes, basado en errores lógicos triviales. Sobre esto puede ser útil hacer un poco de claridad, ya que los autores atacan a una teoría “subconsumista” imaginaria o que por lo menos refleja versiones decimonónicas de esta teoría, y por otra parte defienden su punto de vista con argumentos bastante arcaicos.
Las cosas que diré para explicar las premisas de los argumentos presentados en la carta son conocidas por los economistas académicos que fueron formados en Italia, y desde luego no convencerán a Bisina Boldrin los que no parecen demasiado interesados en enfrentar las cuestiones de fondo, pero se espera ser útil para los lectores curiosos sobre el debate y la voluntad de orientar mejor[2].

La carta afirma que una redistribución del ingreso en favor de mayores ingresos, (que ocurrió en los países industrializados durante los últimos treinta años)[3] tienden a deprimir la demanda agregada y el crecimiento. Para ver por qué, simplemente considere un modelo muy simple de ingresos keynesiano de gasto, sin sector público y las relaciones exteriores y la inversión de la información. Este modelo nos permite determinar el nivel único de equilibrio macroeconómico de ingresos en el que la demanda total, compuesta de consumo e inversión, y la producción son iguales[4].

El comportamiento de las empresas, obviamente, adaptan la producción a la demanda de productos hará que el sistema económico tienda a alcanzar efectivamente este nivel de producción, que es el único determinado por tres variables: cantidad de la inversión, la cantidad de consumo autónomo (es decir, que no se financian del ingreso corriente sino de la riqueza, o del crédito), y la propensión a consumir (es decir, a medida que aumenta el consumo por cada unidad adicional de ingresos). Supongamos ahora que en esta economía interviene una redistribución de los ingresos de los trabajadores (los grupos sociales de ingresos medios) a los grupos de altos ingresos (perceptores de ganancias y de renta, managers, etc.) Si, como suele ocurrir, la propensión al consumo de las personas en alto ingreso es menor que la de los de bajos ingresos[5], este cambio en la distribución del ingreso, la reducción de la propensión a consumir de la comunidad en su conjunto, también reducirá la demanda agregada y la renta de equilibrio[6].
Sólo que esta se manifiesta inicialmente con una sobreproducción de bienes en relación con la demanda y una acumulación de existencias no deseadas[7], pero este fenómeno es transitorio, ya que las empresas ajustar rápidamente los niveles de producción. Esto a su vez reducirá los ingresos y el consumo y por lo tanto la producción de empleo (por el efecto multiplicador keynesiano), pero el proceso finalmente converge a un equilibrio de bajo nivel de ingresos, que será menor que la primera reducción en el consumo. Así que no habrá una sobreproducción persistente (como Bisina Boldrin nos acusan de sostener), pero, como se enseña en cursos básicos de economía, la producción se adapta a la (disminuida) demanda agregada al reducir el grado de utilización y el trabajo de las empresas. Si la nueva situación persiste, también la tasa de subutilización de los sistemas tienden a desaparecer, ya que no tienden a ser totalmente renovados por las empresas y el sistema será una reducción de la capacidad.

Pero, sin embargo, se responde a los defensores de la carta, tienden a descuidar a los mecanismos económicos que tienden a contrarrestar los efectos negativos de la reducción del consumo. Estos serían el vínculo entre el ahorro y la inversión, y la flexibilidad de los precios (pero no citadas en el blog). El punto es que estos mecanismos no son "olvidados", sino que es sobre su función la reflexión teórica que la evidencia empírica demuestra que tenemos que sacar conclusiones muy diferentes.

Por lo que corresponde al vínculo de inversión y ahorro, se puede observar en primer lugar que en la nueva situación de equilibrio, el importe total de los ahorros es exactamente el mismo que antes (aunque si ahora una parte mayor del ingreso va a los individuos con una mayor propensión al ahorro, el total del ingreso ha disminuido y los ahorros globales se mantienen inalterados). Un “ahorro en exceso" en comparación con la inversión sólo se produce inicialmente en la economía al igual que la sobreproducción de bienes que están sin vender – y como esto puede traducirse en un aumento de las inversiones, no se explica.

Escriben Bisina Boldrin: "Quién ahorra, no guarda el dinero debajo del colchón, lo invierte." En estos términos, se trata de una versión de la relacion de ahorro-inversión que se encuentra en algunos economistas del inicio del siglo XIX, como Say, al igual que el resto de la formulación de la teoría subconsumista que se nos atribuye podría relacionarse con otro economista ese período, Sismondi. Desde entonces, sin embargo, pasaron doscientos años, tiempo durante el cual tanto los términos del debate, como realidad económica, han cambiado, a pesar de que nuestros comentaristas no parecen haberse dado cuenta.
También concedido, en contraste con el análisis anterior, que un aumento del ahorro agregado efectivamente se manifieste, con los que ahorran no deciden en absoluto realizar inversiones productivas, sino elegir, para sus ahorros en forma de una variedad de actividades financiero, incluida la moneda. Para qué se pueda argumentar que esto se traducirá en una mayor inversión requiere de dos pasos, cada uno de los cuales es muy controvertido en la literatura económica, debe: i) que el incremento del ahorro es capaz de determinar una reducción de la tasa de interés y ii) conduce a un aumento de la inversión total[8].

En particular, en cuanto a la relación entre la inversión y la tasa de interés, esto no es sólo una teoría controvertida en el plano teórico, sino que no ha sido encontrada por la investigación aplicada a nivel agregado o a nivel de empresa (por ej. Chirinko, 1993), como Blinder (1997, p. 240) ha podido afirmar que “la evidencia empírica acerca de la sensibilidad de la inversión a la tasa de interés es, en el mejor de los casos, dudosa."

Consideremos ahora la elasticidad-precio. ¿Cómo esto podría conducir a una mayor demanda de bienes? Ciertamente no a través de un efecto del "poder adquisitivo" de los consumidores y las empresas en relación con las mismas mercancías, como nuestros críticos parecen sugerir! Cómo enseñar a los estudiantes sólo por la economía en el valor agregado monetario de la producción es exactamente lo mismo que el valor monetario de los ingresos distribuidos, y por lo tanto al disminuir el nivel de precios corresponde un menor ingreso monetario de la comunidad. Un efecto positivo sobre la demanda sólo podría darse si los salarios fueran fijos en términos monetarios: en este caso al disminuir los precios, aumentarían los salarios reales, mientras que otros tipos de ingresos se reducirían, dando lugar a una redistribución de la renta a la de signo opuesto a aquella indicada al inicio. Pero sería muy sorprendente encontrar que Bisina Boldrin piensen, como los promotores de la Carta, que un aumento de los salarios reales ayudaría a salir de la recesión!

En cualquier caso, porque una reducción de precios podrían incrementar la demanda de bienes es necesario que sea capaz de aumentar en términos reales, o el gasto en inversión o el consumo o que (como se explica en el capítulo XIX de la Teoría General de Keynes, que invito a leer) y los argumentos propuestos en la literatura económica que sostienen los efectos positivos de la caída en el nivel de precios en la demanda presentan debilidades reconocidas también por los mismos economistas del mainstream. [9].

De hecho, muchos economistas (incluidos Keynes, Fisher, Minsky) argumentaron con fuerza que una reducción del nivel de precios aún puede tener efectos negativos sobre la economía muy graves: i) porque las expectativas de nuevas reducciones de los precios puede provocar el aplazamiento de las compras de bienes de consumo duradero y bienes de capital, y ii) porque la caída de los precios aumenta la carga de la deuda, poniendo en riesgo la capacidad de cumplir los compromisos de amortización de los préstamos obtenidos y, en consecuencia pone en una dificultad también a los bancos sobre aquellos préstamos que fueron desembolsados. De hecho, los bancos centrales y organismos internacionales en general, miran en general con mucho temor la posibilidad de deflación de precios, y donde esto ocurrió (en Japón, por ejemplo) no parece haber favorecido a la recuperacion.
Esto implica que las recesiones y el desempleo - y la crisis actual - pueden ser y son generalmente causados por la falta de demanda agregada, y que contraer los gastos en una recesión - como está ocurriendo en Europa con las políticas de recortes de gastos - es extremadamente peligroso.

Incluso el crecimiento a largo plazo de un sistema económico depende del crecimiento de la demanda. En una economía nacional abierta al comercio exterior una de las componentes de la demanda son las exportaciones, y estas pueden ser impulsadas por la capacidad innovadora de la economía nacional, exigidos por Boldrin y Bisina. Sin embargo, es obvio que si nos fijamos en el sistema económico internacional en su conjunto, no es posible que todos los países sean exportadores netos, y la cuestión de la necesidad de crecimiento de otros componentes de la demanda, además de las exportaciones, sigue siendo crucial.

Si entonces hay economistas que, como Bisina Boldrin y quieren seguir suponiendo, en contraste con la observación de los hechos y con una vasta y seria literatura económica, que la economía siempre está en constante equilibrio de pleno empleo, que no puede haber deficiencias la demanda agregada, y que los trabajadores desempleados son personas que han resuelto disfrutar de un "tiempo libre[10], es bueno que por lo menos no tengan la pretensión de dar lecciones sobre la interpretación de la realidad, con tonos que la agresión es pareja a la escasez de los argumentos.

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1] A queste hanno risposto, su diversi punti, l’intervento di Cesaratto (29 giugno) sullo stesso quotidiano, un’intervista di Brancaccio (www.emilianobrancaccio.it) e Ugo Pagano, che ha partecipato ad una discussione tenutasi a Firenze il primo luglio scorso. Sempre sul Sole 24 Ore sono intervenuti Canale e Realfonzo (“Cari colleghi, rileggete Keynes”, 15 luglio) per sostenere le tesi di politica economica degli economisti keynesiani rispetto al mainstream.
[2] Naturalmente la Lettera è stata sottoscritta da economisti di orientamento diverso, ed evidentemente ciò che scrivo non è necessariamente del tutto rappresentativo delle opinioni di ciascuno.
[3] Questo dato è contestato dai due critici, che sono in questo davvero soli. Non potendo per ragioni di spazio entrare nel merito rinvio, tra i tanti lavori sul tema, a IMF 2007a e b e OECD 2008, non sospettabili di nutrire simpatie filo-marxiste.
[4] La domanda aggregata AD è la somma di consumi e investimenti AD ≡ C + I; i consumi dipendono in parte dal reddito C = C°+cY, dove c è la propensione al consumo, C° sono i consumi autonomi; il reddito (produzione) di equilibrio è quello che eguaglia la domanda aggregata Y = C°+cY+I ed è quindi pari a: Y = (I+C°)/(1-c).
[5] In altri termini, un salariato generalmente spende, per vivere, tutto o quasi il suo reddito corrente, e può risparmiarne una parte piccola, viceversa chi ha redditi elevati ne spende una proporzione minore e può risparmiare in misura maggiore
[6] Nei decenni passati, nonostante i cambiamenti nella distribuzione del reddito, questa riduzione dei consumi della collettività in proporzione al reddito, non si è manifestata, in particolare negli Stati Uniti, grazie alla forte espansione del credito al consumo, che è però venuta meno con la crisi in corso, e che ha comunque contribuito al determinarsi della fragilità finanziaria del sistema esplosa con la crisi.
[7] Le imprese potrebbero anche vendere i prodotti sottocosto, come suggerito dai nostri ma, se non si tratta di beni deperibili, alle imprese non conviene farlo – ed in ogni caso ciò non modifica le conclusioni del ragionamento.
[8] Per quanto riguarda la possibilità che una variazione dei risparmi induca, nel mercato del credito, una variazione di segno opposto del tasso di interesse, ricordo che già Wicksell (che pure condivideva i fondamenti teorici marginalisti di coloro che criticano la Lettera) riteneva che in presenza di un sistema bancario, il tasso di interesse non fosse immediatamente regolato da offerta e domanda di risparmi, e che in ciò risiedesse la principale causa del ciclo economico. Dopo Keynes è stato riconosciuto da tutti che il tasso di interesse è determinato nel mercato monetario e finanziario, e che una sua riduzione può realizzarsi o per una scelta di politica monetaria da parte della banca centrale, o attraverso la caduta del livello dei prezzi rispetto alla quantità di moneta, di cui dirò più avanti.
Per quanto concerne l’aumento degli investimenti al ridursi del tasso di interesse, si tratta di una relazione estremamente controversa sul piano teorico: tradizionalmente essa era fondata sul principio di sostituibilità tra fattori produttivi, e cioè sull’idea che la diminuzione del tasso di interesse portasse il sistema, attraverso la minimizzazione dei costi unitari, ad adottare tecniche a maggiore intensità di capitale, con conseguente aumento degli investimenti. Ma come è stato in vari modi dimostrato (si veda ad esempio Garegnani 1970) il cambiamento delle tecniche ad una diminuzione del tasso di interesse può avere qualsiasi esito, anche di segno opposto. Altre spiegazioni della decrescenza degli investimenti rispetto al tasso di interesse o sono errate (Ackley, 1978) o sono in ultima analisi riconducibili al principio di sostituibilità di cui sopra (Petri, 2004, cap. 7).
[9] Nella letteratura macroeconomica mainstream si argomenta che la caduta del livello dei prezzi possa ridurre il saggio di interesse a causa dell’aumento della offerta di moneta in termini reali. Ma ciò è contestato dai tanti economisti che affermano la natura endogena della offerta di moneta; e d’altro lato rimangono le obiezioni teoriche ed empiriche già descritte circa la capacità di un riduzione del tasso di interesse di stimolare gli investimenti aggregati. Un altro meccanismo presente nella letteratura macroeconomica è quello dei cosiddetti saldi monetari reali: la ricchezza detenuta dalle famiglie e dalle imprese in forma di moneta aumenta di valore in termini reali quando i prezzi cadono, e ciò stimola i consumi. Ma la rilevanza di tale meccanismo è stata fortemente circoscritta proprio da chi ha contribuito a metterlo in luce (cfr. Patinkin, 1987), mentre come argomentato nel testo, gli effetti negativi della caduta di prezzi sui consumi e sugli investimenti possono essere molto rilevanti.
[10] Ebbene sì, perché nei modelli di ciclo economico reale, a partire dai quali ci si vuole insegnare come interpretare l’economia, si afferma che le variazioni cicliche dei livelli di occupazione sono dovute alle scelte dei lavoratori di lavorare di più quando i salari sono un pò più alti del solito e lavorare di meno quando sono un pò più bassi del normale (nell’attesa che risalgano), in modo da massimizzare il proprio reddito minimizzando lo sforzo nell’arco della vita lavorativa…!

Referencias:

Ackley G., 1978, Macroeconomics: Theory and Policy, Londra, Collier e Macmillan.
Blinder A., 1997, Is There a Core of Practical Macroeconomics That We Should all Believe?, American Economic Review, 1997, n. 2.
Chirinko, R.S. (1993) Business Fixed Investment Spending: Modeling Srategies, Empirical Results and Policy Implications, Journal of Economic Literature, vol 31.
Garegnani P., 1970, Heterogeneous Capital, the Production Function and the Theory of Distribution, Review of Economic Studies, vol 37.
IMF, 2007a, World Economic Outlook, April, Washington.
IMF, 2007a, World Economic Outlook, October, Washington.
OECD, 2008, Growing Unequal? Income Distribution and Poverty in OECD Countries, Paris.
Patinkin, 1987, Real Balances, in J;Eatwell, M.Milgate, P.Newman (eds) New Palgrave, a Dictionary of Economics, London, Macmillan.
Petri F. 2004, General Equilibrium, Capital and Macroeconomics, Cheltenham, Elgar.

Original: Economia y Politica

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