Garegnani

 



Gran confusión y debate surge en la academia y entre los economistas acerca de las diferencias entre los clásico-keynesianos y ortodoxos. El punto es que los primeros no tienen un modelo que pueda explicar todos los procesos económicos simultáneamente como los conocidos modelos de equilibrio general. Por el contrario, muchas veces se combinan diferentes teorías y/o principios (principio de la demanda efectiva, dinero endógeno, finanzas funcionales y cartalismo, entre otras), manteniendo, claro está, coherencia lógica y pertinencia empírica, para explicar la economía en su conjunto. Es decir, el enfoque clásico-keynesiano requiere un análisis exhaustivo de múltiples autores que difícilmente se encontrará combinado en un solo modelo y/o manual. En contraposición, el conocido modelo IS-LM, por citar un ejemplo sencillo, deduce a partir de un solo modelo de recomendaciones de política que logran equilibrar simultáneamente el mercado de trabajo, el mercado de dinero y el mercado de bienes.

Oferta o demanda
Esto es lo que lleva a que cuando los clásico-keynesianos discuten de un tema en particular (por ejemplo, el crecimiento liderado por la demanda) se caiga en afirmaciones del tipo “la oferta también importa”. Por eso, de las teorías de crecimiento por demanda, en contraposición a las teorías convencionales donde la oferta crea su propia demanda (fenómeno conocido como Ley de Say), muchas veces se desprende erróneamente que “la demanda” es lo único relevante en el largo plazo. En primer lugar, podríamos hacernos la misma pregunta desde la visión mainstream, es decir, si la oferta es lo único que importa (entendiendo la oferta en un sentido amplio, desde capacidad instalada pasando por energía hasta el “capital humano”).

Cuando se hace referencia a la teoría de la demanda efectiva, siguiendo los aportes de Garegnani (1992), Serrano (1995), Bortis (1997) y De Juan (2005), entre otros, lo que debe entenderse es que la oferta y la productividad son una consecuencia del crecimiento de la demanda efectiva. La diferencia fundamental entre un enfoque (ofertista) y de demanda es la causalidad. Es decir, la demanda efectiva es una condición necesaria, aunque no suficiente, para el crecimiento y desarrollo de la capacidad instalada, el “capital humano” y la oferta de energía. Con lo cual, cuando se dice que lo que importa es la demanda, no se está argumentando que la oferta no juega ningún rol. Por el contrario, la primera afirmación implica por definición que la oferta es relevante, pero con la particularidad de que es una consecuencia del aumento de la demanda efectiva de la economía.

En otras palabras, si imaginamos un balde que se llena de agua mediante una canilla, sólo ampliaremos la capacidad del balde (oferta) si se encuentra lleno o próximo a llenarse de agua (demanda). En caso contrario nos quedaremos con el mismo balde.
En la lógica capitalista, se produce un bien/servicio si hay mercado (demanda) o si existe la posibilidad de vender un producto/servicio. El empresario realiza estudios de mercado previos a su inversión con objeto, entre otros motivos, de conocer el tamaño del mercado y la capacidad de absorción del producto que espera vender.

Lo mismo puede aplicarse para el “capital humano”. Difícilmente producir ingenieros en masa haga nacer a posteriori una industria. Sólo una vez que se demanden ingenieros, por una industria que los necesita, surgirán los ingenieros requeridos. El hecho estilizado que explica que la economía a nivel global crece por demanda es el siguiente: si se creciese por oferta, uno debería poder observar excesos de oferta y/o uso de la capacidad instalada en períodos de crecimiento, dado que la oferta y/o productividad están aumentando.
En otras palabras, uno debería observar brechas de output positivas). Inversamente, en las recesiones se debería observar una utilización plena de la capacidad, dado que la oferta se estaría contrayendo (brechas de output negativas). Pero empíricamente se produce todo lo contrario. Se observan usos cercanos a la plena utilización de capacidad en los períodos de auge y exceso de capacidad instalada en las recesiones.
En consecuencia, se desprende un nuevo hecho estilizado: a diario encontraremos economistas neoclásicos y periodistas educados en la corriente principal sacando de contexto afirmaciones de economistas clásico- keynesianos. Afirmaciones que no pueden ser correctamente comprendidas sino es a través de la interiorización, lectura y estudio de un conjunto de principios.

original: El Economista