El viejo Almacén. BsAs

Surplus Approach

“Es necesario volver a la economía política de los Fisiócratas, Smith, Ricardo y Marx. Y uno debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y, ii) seguir y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica como se vino desarrollando desde “Petty, Cantillón, los Fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx”. Este natural y consistente flujo de ideas ha sido repentinamente interrumpido y enterrado debajo de todo, invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de una ola marina de economía marginal. Debe ser rescatada."
Luigi Pasinetti


ISSN 1853-0419

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Fabio PETRI   Esta obra, traducida por UNM Editora, ha sido originalmente editada en Italia con el título: “Teorie del valore e del...

29 nov 2013

La Argentina y Brasil: Dos casos anómalos de la Economía Global


 
Por Eduardo Crespo, economista y profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro -UFRJ-
 
La tendencia más sobresaliente de la economía mundial contemporánea es el llamado ‘desacople’ (decoupling, en inglés) de las tasas de crecimiento de las economías denominadas emergentes con relación a las observadas en los países desarrollados. Desde inicios del Siglo XXI, en forma sistemática el conjunto de las primeras crece entre 3 y 6 puntos porcentuales más que los segundos. Aunque las fluctuaciones cíclicas experimentadas por ambos grupos guardan un estrecho paralelismo entre sí, en el cual emergentes y desarrollados crecen o se desaceleran en simultáneo, las tasas a las que esto ocurre difieren en forma continua a favor de los primeros.
Esta tendencia a la convergencia en los niveles de ingreso per capita, en tanto fenómeno general, constituye un hecho relativamente inédito en la historia del capitalismo, sistema donde la divergencia suele ser la norma. Entre los motivos que se suelen apuntar para interpretar esta novedad se destacan las bajas tasas de interés internacionales y fundamentalmente el proceso de industrialización asiático –y chino en especial– que tiende a abaratar los productos industriales modificando los términos de intercambio a favor de los productores de commodities.
 
En este propicio escenario, la mayoría de los emergentes mejoró sus indicadores de fragilidad financiera, acumuló reservas internacionales, redujo su endeudamiento externo, aumentó sus niveles de empleo y elevó sus salarios. En resumidas cuentas, esta es la tendencia que algunos analistas llaman ‘viento de cola ’–expresión que en la Argentina se utiliza principalmente para ningunear los éxitos del Gobierno–. Aunque algunos comentaristas interpreten que esta bonanza está llegando a su fin (1), entendemos que no existen motivos estructurales para suponer que se trata apenas de una condición pasajera y que todo volverá, en breve, a la normalidad.
La industrialización asiática llego para quedarse y el propio proceso de crecimiento diferenciado está acelerando el comercio “sur-sur” y los flujos financieros al interior del bloque de los emergentes. La acumulación generalizada de reservas y el creciente protagonismo chino, tanto en el comercio como en la Inversión Extranjera Directa mundiales, redujeron la dependencia de éstos con relación al mundo desarrollado.
La mayoría de los emergentes salió con comodidad de la crisis internacional y algunos hasta se animan a visualizar la tradicional restricción externa como una terrible enfermedad del pasado, hoy fácilmente atendible con las nuevas medicinas de la economía mundial. Una eventual suba de las tasas de interés en EE.UU. o Europa podrá moderar los pronósticos más optimistas, pero difícilmente revertirá la tendencia. Si la crisis mundial pasó con facilidad para los emergentes, es dudoso que una suba de tasas de dos o tres puntos porcentuales pueda ocasionar un daño mayor (2).
Cuando se observa con detalle al interior de estos grandes bloques, sin embargo, surgen diferencias notables. El grupo de países de América Latina y el Caribe, por ejemplo, exhibe una performance bastante pobre en comparación con las otras regiones que conforman el bloque de los emergentes. En forma persistente nuestra región crece a tasas más bajas que las observadas en el Africa Subsahariana y los países asiáticos en desarrollo.

Brasil
Brasil es el principal sospechoso de empujar el promedio de crecimiento regional hacia abajo. Excluyendo algunos años puntuales, el país crece en forma sistemática por debajo de la media mundial, regional y, desde luego, de los emergentes. Los motivos son domésticos y, más precisamente, políticos. La mayoría de los países del mundo envidiaría las condiciones financieras de Brasil. Cuenta con más de US$ 370.000 millones en reservas internacionales, es acreedor neto en moneda extranjera, coloca deuda en títulos nominados en su propia moneda y los términos de intercambio de sus exportaciones se estabilizaron en niveles elevados, pese a la moderaba reducción reciente.
Sin embargo, sus élites económicas y políticas optan por la ortodoxia fiscal, el combate religioso a la inflación y se contentan con crecer a tasas mediocres para no promover subas salariales o indeseables conflictos distributivos.
La Argentina
Otro caso anómalo es la Argentina. En parte debido a su traumático pasado financiero y al default de 2001, el país hasta el momento no pudo aprovechar las favorables condiciones financieras internacionales. Una vez reducido su superávit de cuenta corriente –como consecuencia del crecimiento 2003-2011– comenzó a sufrir una renovada penuria en materia de divisas debido a su persistente déficit en la cuenta capital.
Si bien en esta historia existe una incuestionable herencia recibida, también es obligado apuntar errores recientes. Desde ámbitos cercanos al Gobierno se evalúa la salida de capitales como una ‘fuga’ que debe ser punida en términos policiales y morales, y que se intenta explicar apelando a una curiosa adhesión cultural de los argentinos por el dólar o a una perversidad intrínseca de los empresarios locales. Mientras tanto, el país mantuvo un persistente diferencial negativo en términos de tasas de interés ajustadas por el riesgo país y las expectativas de devaluación, como lo señalan en un trabajo reciente Juan Matías de Lucchi, Nahuel Guaita y Silvio Guaita (3).
Como salida a esta situación, el Gobierno optó por el denominado ‘cepo’, mecanismo que apunta a frenar la salida de divisas impidiendo la entrada. Con este instrumento el Banco Central le cedió a los especuladores la fijación de un tipo de cambio paralelo, que tiende a arrastrar al oficial, al tiempo que estimula la subfacturación de exportaciones y la sobrefacturación de importaciones. Hoy sufrimos una inédita escasez de divisas en un mundo donde los dólares abundan. Los recientes cambios en el Gabinete –en especial en el Ministerio de Economía– representan una oportunidad irrepetible para corregir el rumbo, retomar el crecimiento a tasas elevadas y volver a ser un ejemplo destacado de la trayectoria de desacople de las economías en desarrollo.
(1) Por ejemplo, Eduardo Levy Yeyati http://www.lanacion.com.ar/1631955- crisis-que-crisis
(2) Le debo esta observación al profesor Franklin Serrano, de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
(3) http://grupolujan-circus.blogspot. com.br/2013/11/una-explicacion-alternativa- la.html
 
Original: ACA

28 nov 2013

Keynesianismo sin límites Falta una orientación comercial estratégica

Por Silvio Guaita*
Aceptadas la teorías de crecimiento lideradas por la demanda, no es esperable un aumento de la inversión (o de re-inversión de utilidades obtenidas en períodos anteriores) sin un aumento de la demanda efectiva. Ahora bien, garantizado dicho incremento, el límite al crecimiento de la expansión de la capacidad productiva se encuentra dado por la disponibilidad de divisas, es decir, la restricción externa. Esto se debe a que más del 80% de los bienes que se adquieren en el extranjero pertenecen a la categoría de bienes intermedios y de capital. Es decir, los incrementos en la inversión interna implican aumentos considerables de las importaciones, las cuales deben ser pagadas con divisas.
Focalizar
Para relajar esta restricción, se debe reducir el multiplicador de bienes importados. En otras palabras, se debe reducir la cantidad de bienes extranjeros que se demandan cuando se incrementa la producción interna. Dos sectores en los que podría empezarse a encarar un proceso sustitutivo (dado los elevados déficits en sus balanzas comerciales), buscando qué bienes o insumos pueden ser producidos internamente a un costo en divisas inferior al costo de compra en el exterior son el sector energético y la industria de autopartes.
Por otro lado, en un segundo escalón, figuran la industria ferroviaria y la industria militar, particularmente la naval, no por sus déficit comerciales sino debido a su capacidad de generar eslabonamientos productivos, hacia adelante y hacia atrás, cuando se expanden.
En primer lugar, el desarrollo de un sistema de ferrocarriles nacional o interprovincial permitirá reducir los costos de transporte de mercancías, mejorando la competitividad de la economía. Es entendible, dado el estado actual de los ferrocarriles, que se priorice la compra de material ferroviario importado (chino) a corto plazo. Pero dicha política de importación debe ser abandonada a mediano y largo plazos, simplemente porque no contribuye al crecimiento y desarrollo de la producción nacional ni a relajar la restricción externa.
En segundo lugar, la industria naval, dada la extensión del mar de la Argentina y la necesidad de contar con buques que patrullen el mismo, puede ser aprovechada para desarrollar eslabonamientos productivos hacia adelante y hacia atrás.
Recientemente, tres buques de guerra chinos, de los más avanzados con los que cuenta dicho país hasta la fecha, visitaron la Argentina. La versión oficial del motivo de la visita es “incrementar el conocimiento mutuo, fomentar la amistad y profundizar la cooperación”. En un sistema global, de competencia interestatal (tanto económica, como tecnológica y militar), es difícil creer que dichos buques estuvieron de paseo o sin ningún interés adicional además de la exhibición del creciente poder militar chino. Ahora bien, en un mundo donde los océanos siguen dominados por una única superpotencia, particularmente por los portaaviones de Estados Unidos, la hipótesis de intimidación queda descartada.
Pero la hipótesis comercial cobra importancia. Cuatro razones existen para no comprar “buques de guerra a China” e intentar fabricar propios. En primer lugar, la no disponibilidad de divisas para realizar este tipo de adquisiciones en el extranjero. Segundo, la importación de este tipo de bienes no sólo consume divisas sino que también aborta la posibilidad de desarrollar la industria nacional y de aumentar la productividad de la economía. Tercero, la no necesidad de contar con buques tan avanzados dadas la imposibilidad e improbabilidad de ocurrencia de un conflicto bélico en el que la Argentina se vea involucrada. Finalmente, dado que tuve la oportunidad de visitar el destructor y la fragata china, a pesar de que son de última generación, los marineros chinos apelaban para explicar todo su sistema de armas a los sistemas creados por los norteamericanos.
Por lo tanto, antes de comprar “tecnología china” o material bélico chino no probado en conflictos, es preferible adquirir tecnología original directamente de los mejores fabricantes de armas a nivel mundial, es decir, Estados Unidos.
En resumen, la expansión de la demanda es una condición necesaria pero no suficiente para garantizar el crecimiento y desarrollo. La sustitución de importaciones y la integración económica con otros países también es relevante. Pero las posibilidades de expansión productiva no serán las mismas si se promueve una integración con China a que si se busca una integración estratégica con Brasil. El primero, es una locomotora de demanda de alimento para cerdos y un oferente de todos aquellos bienes que los dólares obtenidos con dicha venta pueden comprar. Mientras que el segundo, si se construyen cadenas de valor adecuadamente, puede ser el centro de demanda de bienes intermedios y de capital, que necesitan y deben ser producidos en nuestro país, y paralelamente ser un oferente de productos finales para el resto del mundo.
El futuro de la estructura productiva argentina también dependerá de esta decisión.
*Lic. en Economía (U.B.A)
Nota original aquí.

Comercio estratégico ¿Cómo insertarse en el mundo?


Por Nahuel Guaita*
A nivel internacional, la última década se ha caracterizado por términos de intercambio elevados para las materias primas, gran demanda de las mismas por parte de China y la India y tasas de crecimiento de los países emergentes desacopladas de la de los países avanzados. A nivel nacional, la demanda externa de productos primarios y el alto precio de las commodities ha favorecido la exportación de los principales productos argentinos y permitió una acumulación de reservas récord.
Dadas las características de la estructura productiva argentina, donde el consumo de divisas (principalmente para pagar servicios de la deuda y mantener las importaciones de bienes de capital e insumos necesarios para la producción) es mayor a la oferta de divisas, no profundizar la sustitución de importaciones, implica chocar con la restricción externa y, por lo tanto, el proceso de crecimiento, entendido este como condición necesaria para el desarrollo, puede verse interrumpido. La pregunta que surge entonces es cómo recuperar el crecimiento en un contexto internacional de creciente demanda de productos primarios y elevados términos de intercambio que inducen una primarización de la economía y un contexto nacional marcado por una “política de fomento industrial” muy limitada a un pequeño grupo de sectores.
La respuesta puede encontrarse en el Mercosur y en el comercio intrazona. Brasil, el principal socio argentino, enfrenta una reprimarización de su economía dado el contexto internacional. Al mismo tiempo, los actuales patrones de comercio de la región no favorecen el proceso industrial sustitutivo. Es decir, Brasil vende mayormente al mercado del sur productos finales y demanda productos intermedios e insumos del resto del mundo. Esto impide que los países de la región puedan desarrollar eslabonamientos industriales hacia delante y hacia atrás y, por lo tanto, desarrollar todo su entramado productivo. En otras palabras, Brasil actualmente no funciona como locomotora, dado que presenta superávit comercial con la mayoría de los países de la región.
Esto no quiere decir que la Argentina está subordinada al accionar comercial brasileño. Todo lo contrario. La política comercial puede ser vista como una herramienta para favorecer la industrialización y, por lo tanto, se podría tomar la iniciativa y redireccionar los flujos de comercio intra y extrazona para conseguir patrones que demanden al interior del Mercosur tecnificación, insumos industriales, bienes de capital y sean los bienes finales los ofrecidos al resto del mundo.
La falta de políticas de desarrollo y/o pasividad han llevado en toda la región a formar un proceso productivo y comercial que ha profundizado más el problema de la restricción externa. La idea prevaleciente de las ventajas comparativas que ha regido la política económica y comercial no se sostiene en una economía globalizada, con movilidad de los factores productivos (capital y trabajo) e improductivos (capital financiero) a nivel global y donde países, como Estados Unidos, con mayor intensidad de capital exportan bienes intensivos en trabajo, como pregona la paradoja de Leontief. Sólo sin movilidad factorial, las ventajas comparativas pueden ser supuestas en el comercio. De otra manera, el capital y el trabajo fluyen hacia las zonas con mayor productividad.
Otra estrategia
La competitividad nacional es la alternativa a tener en cuenta en lugar de las ventajas comparativas. Dicha competitividad depende del crecimiento del PIB de la región y de los flujos de comercio que prevalecen dentro de la misma.
Países que constantemente aumentan sus exportaciones al mercado común por encima de las importaciones precedentes del mismo generan un freno a la industrialización y crecimiento de la productividad de la economía, como sostenía Raúl Prebisch a fines de los ’50. Es necesario tener en cuenta lo señalado a la hora de formular políticas comerciales, dado que el desarrollo nacional se encuentra totalmente afectado al crecimiento del país con mayor PIB de la región, como expresa el economista Alejandro Fiorito, y los flujos de comercio que de él se derivan.
Al mismo tiempo, Brasil, con una elevada acumulación de reservas internacionales y sin la restricción externa actualmente operando, debería asumir su rol de centro neurálgico de demanda de insumos sudamericanos, convirtiéndose en la locomotora de la región.
*Lic. en Economía (U.B.A)
Nota original aquí.

19 nov 2013

Una explicación alternativa a la “Formación de Activos Externos” en Argentina



   Formación de activos externos y diferencial 2006:1-2011:9

Por Matías De Lucchi (1)
       Silvio Guaita (2)
        Nahuel Guaita (3)

1.      Introducción

Desde agosto de 2007 hasta septiembre-octubre de 2011, la Formación de Activos Externos (FAE) del sector privado no financiero adquirió en promedio un nivel significativo que se fue mostrando cada vez más preocupante con los decrecimientos de los superávits de cuenta corriente y la caída en las reservas internacionales.  Desde entonces, la cuestión de la “fuga de capitales” ha sido debatida intensamente en Argentina, (ver ACA)  o dicho de otro modo, ha vuelto nuevamente a ser un fenómeno de discusión. Sin embargo, a pesar de la experiencia que Argentina tiene en esta materia, todavía no se vislumbra ningún tipo de consenso sobre las causas de la FAE, ni siquiera entre los economistas argentinos heterodoxos.

En general, predominan dos tipos de explicaciones con implicancias políticas opuestas. En primer lugar, se encuentra la explicación que hace hincapié en la apreciación del tipo de cambio real. Según esta visión, la apreciación cambiaria habría ingresado a un umbral de incompatibilidad con la estabilidad del sector externo. Las altas tasas de crecimiento económico que se experimentaron en la última década habrían creado un exceso de demanda que el Gobierno nunca quiso corregir. El “populismo” fiscal habría generado inflación, y por ende apreciación cambiaria. Además, la tasa de interés real negativa agravaría la “escasez de ahorro” y por lo tanto la “falta de inversión”. En otras palabras, la FAE estaría expresando las expectativas racionales de los agentes que, a partir del supuesto de la PPP, estarían convencidos de que la maxi devaluación es inevitable. Dicho de otro modo, el dólar estaría “barato” con respecto a un tipo de cambio de “equilibrio”.  De esta manera, la solución a la salida de capitales pasaría por un ajuste fiscal y una fuerte devaluación que corrija los “desequilibrios macroeconómicos”.

En la vereda de enfrente se encuentran las explicaciones sociológicas y políticas. Por alguna razón histórica desconocida, los argentinos tenedores de riqueza líquida habrían desarrollado un compromiso cultural con la moneda y la economía norteamericana en detrimento del desarrollo argentino. En este sentido, como sería natural que resistan a la política cambiaria de un Gobierno nacional y popular, la salida pasaría por el reforzamiento de los controles cambiarios y la punición económica.  

2.      Un enfoque alternativo
Sin embargo, desde un enfoque clásico-keynesiano ambas explicaciones generan varios interrogantes. En primer lugar, aún en un contexto de economía abierta y con movilidad de capitales no hay motivos para suponer que el Gobierno pueda perder el control de la política monetaria (y cambiaria) mientras cuente con márgenes de maniobra externa. Por lo tanto, la negación de la “trinidad imposible” sugiere que los agentes no forman expectativas racionales ni la economía tiende a un tipo de cambio natural o de equilibrio.

En realidad, el largo plazo responde a la “sucesión de cortos plazos” donde los agentes forman expectativas largamente adaptativas. A su vez, en condiciones de solvencia externa, el Banco Central posee los mecanismos para influenciar dichas expectativas si interviniese persistentemente para fijar la tasa de interés y el tipo de cambio nominales.  Asimismo, aún en un contexto de gran incertidumbre sobre la evolución del tipo de cambio spot, el Banco Central puede determinar las expectativas de devaluación a través de su intervención directa en el mercado forward.

Por otro lado, es difícil pensar que los tenedores de riqueza liquida actúen persistentemente y colectivamente en función de intereses directamente políticos y no financieros. Por supuesto, en determinadas situaciones de debilidad cambiaria, grandes agentes financieros podrían apostar conspirativamente a una devaluación. Pero esta situación no podría prosperar por mucho tiempo sino se consuma la devaluación misma, pues las pérdidas por apostar persistentemente en el sentido errado imponen ciertos límites asociados a la rentabilidad normal.

Por estos motivos, es necesario desarrollar una línea de investigación alternativa para entender la determinación de los flujos de capitales de corto plazo en una economía abierta y que no emite moneda internacional. En este sentido, la FAE puede ser largamente explicada por el diferencial negativo entre los rendimientos nominales financieros locales y los internacionales en un marco donde la movilidad de capitales no es perfecta y no existen activos de sustitución perfecta. Por este motivo, mientras los activos “internacionales” (eufemismo para el dólar o títulos públicos norteamericanos) son “libres de riesgo”, a los activos locales se le imponen una prima de “riesgo país” (eufemismo para riesgo de default)  

Para nuestros fines analíticos macroeconómicos, el diferencial de rendimientos se puede construir restándole a la tasa básica de interés local (i) la sumatoria de la tasa básica de interés internacional (i*), la prima de riesgo país (ρ) y la tasa de devaluación esperada en el mercado spot (Sе).

Esto significa que cuando el diferencial es negativo (positivo) se esperará una salida (entrada) neta de capitales. De este diferencial, quizás, lo más importante es comprender los determinantes de las expectativas de devaluación. Desde nuestro enfoque, asumimos que las expectativas sobre el tipo de cambio spot están determinadas por la trayectoria pasada del tipo de cambio. Por lo tanto, con márgenes suficientes de maniobra externa, el Banco Central puede determinar las expectativas del sector privado simplemente interviniendo persistentemente en el mercado spot. Sin embargo, en economías de alta volatilidad como la Argentina es posible que el periodo de ajuste de las expectativas privadas a la política cambiaria en el mercado spot pueda no ser el deseado por el Banco Central. En este sentido, el Banco Central puede reforzar su política cambiaria interviniendo también en el mercado forward, o sea fijando no solo tipo de cambio spot sino también el futuro. De esta manera, la tasa implícita en el mercado de futuros es un proxy de las expectativas de devaluación de todo el sector privado. Así, el diferencial queda determinado de la siguiente manera:

Por supuesto que existen otras variables a tomar en cuenta como impuestos a los flujos de capitales entre otros costos de transacción. Pero como nuestro objetivo no apunta al análisis del diferencial entre dos activos en particular, evitamos hacer supuestos que, para nuestros fines, no alteran sustancialmente el fenómeno macroeconómico analizado. 
Conclusión

La corroboración empírica de este enfoque para una explicación alternativa a la fuga de capitales en Argentina plantea desafíos concretos en torno a la política monetaria y cambiaria. En otras palabras, en un contexto donde el saldo de cuenta corriente no es lo suficiente para cubrir la salida de capitales, sin al mismo tiempo perder reservas internacionales, de lo que se trata es de corregir el diferencial de rendimientos. A su vez, en un contexto de desdoblamiento cambiario de hecho, los desafíos son mayores.

En este contexto, una alternativa razonable pasaría por formalizar el desdoblamiento cambiario creando un mercado legal spot y forward de divisas para fines financieros y turísticos. De esta manera, el Banco Central podría intervenir directamente fijando el tipo de cambio financiero y al mismo tiempo liberar las controles cuantitativos de divisas. Es importante entender que no habría motivos para esperar un “overshooting” en el mercado del dólar financiero por el simple hecho de legalizarlo. Pero aun esperándose un escenario así, el Banco Central tendría las reservas internacionales  (y eventualmente el financiamiento contingente) para fijar el tipo de cambio financiero y contener su devaluación (y por ende las expectativas de devaluación). Siguiendo este razonamiento, es posible una reunificación cambiaria al cabo de determinado periodo si el tipo de cambio financiero nominal se mantiene elevado y estable mientras el dólar comercial avanza a través de mini devaluaciones para intentar corregir la apreciación.
Asimismo, dependiendo de la composición en la corrección del diferencial, la tasa de interés también podría ser alterada con compensaciones de políticas financieras si su impacto sobre el crédito al consumo (y crédito hipotecario, casi inexistente) fuese significativo. 


En fin, más allá de las combinaciones de política monetaria, de lo que se trata es de avanzar hacia un diagnóstico que no tenga que ver con supuestos neoclásicos ni con conspiraciones infundadas, sino con el entendimiento de las determinaciones de los flujos de capital de corto plazo en una economía periférica.   


Para seguir leyendo el resto del trabajo y corroboración empírica, ver ACA



[1] MS en Economía (IE-UFRJ), investigador, docente de la Maestría en Desarrollo Económico (UNSAM)
[2] Lic. en Economía (UBA) e investigador.
[3] Lic. en Economía (UBA) e investigador

15 nov 2013

Krugman y Vianello sobre la deflación





                                                                 Ferdinando Vianello

Paul Krugman ha publicado un excelente post en el que argumenta que el movimiento anti-deflación de los precios de Draghi  es la mejor prueba de que la supuesta recuperación es un invento de tontos y que el miedo es la deflación (gracias a mi amigo Bergamini por la indicación). Por supuesto, sin una política fiscal expansiva a nivel europeo y, en particular en Alemania las armas de Draghi están desafiladas.
Un maravilloso artículo de Fernando Vianello (con Anna Simonazzi) de 2003 en el Manifesto aparece de extraordinaria actualidad. Escrito en una época en que la palabra deflación se asomaba, Vianello explica por qué es un desastre. ¿Por qué, se pregunta, los economistas conformistas (incluyendo, por desgracia, también a Krugman) se esfuerzan en predicar en las universidades que la disminución de los precios es una cosa muy buena y justa? Y que con poca memoria, pensaron a la deflación como cosa de antaño. En el sitio web dedicado a Nando hay escritos maravillosos. Desde el clásico "manifiesto " de la escuela Sraffiana-keynesiana.

“El discreto encanto de la teoría económica” (con A. Ginzburg ) sigue siendo crítica para entender Keynes, y el tenaz reformismo radical de “
Bloccare il masso è già una conquista” de 2007 . Es importante que mis jóvenes amigos MMT y Economías M5S lean estas cosas con el fin de apreciar cómo la economía no ortodoxa tiene una orgullosa historia en nuestro país. Vianello, por ejemplo, fue uno de los fundadores de la Facultad de Economía de Modena nacida (entonces) en estrecha relación con las luchas de los trabajadores, las 150 horas (horas de estudio arrancados por los trabajadores) y la investigación de Sraffa y Garegnani - con una finura intelectual de la que hoy estamos lejos, pero que se deben hacer esfuerzos recuperarlas. Lo que significa menos web, menos televisión, menos protagonismo, menos narcisismo y más duro trabajo conjunto de estudio. Perdimos la fina inteligencia de Vianello en el 2009.

Para su comodidad copio a Krugman después de Vianello.


El Manifiesto 31 de mayo 2003

Nostalgia de la inflación
Annamaria Simonazzi, Fernando Vianello

 Los economistas tienen una memoria corta. Pero cuando dos bancos centrales están listos para crear inflación y el miedo a la deflación corren más rápido que la SARS (Severe Acute Respiratory Syndrome), es el momento de refrescar las ideas y de llevar la teoría económica al sentido común. Después de años del "Pensamiento" que se enseña en las universidades y se traduce por los bancos, se ha visto en la reducción de los precios la panacea para todos los males.
Cerrado el paréntesis bélico, el temor de que la enfermedad que afecta a los precios de Japón (el "Nipponite", como se le ha llamado) podría infectar a los Estados Unidos y a Europa ha vuelto a surgir con prepotencia. Una muestra de signos de inquietud no es parte sólo la Reserva Federal, sino también el Banco Central Europeo. El primero ha tratado de tranquilizar a la población (con el riesgo alarmarla, revelando sus preocupaciones) a la gran variedad de herramientas, ortodoxas y menos ortodoxas, a su alcance para evitar la deflación. El segundo recientemente ha redefinido el objetivo de la estabilidad de los precios de tal manera que deja en claro su intención de evitar que no sólo la tasa de inflación se eleve por encima de 2 por ciento, sino que  también caiga significativamente por debajo de este umbral.

Que dos bancos centrales estén listos, si es necesario, para la fabricación inflación es un hecho extraordinario. Pero ¿qué pasa con un banco central, el japonés, que trata de impedir, sin éxito, la baja de los precios? Si, sin embargo, a la caída de los precios se le ve un mal que hay que evitar, y no un bien que se promueve, deben dudar de sí mismos no sólo los banqueros centrales, sino también los economistas. Y en particular los que participan en las universidades. Porque lo que ellos enseñan a sus estudiantes es que la disminución de los salarios nominales y los precios siempre son capaces de garantizar el pleno empleo.

Los argumentos utilizados son por lo general dos. El primero, muy en boga hoy en día, se basa en el ''efecto Pigou" o "saldos de efecto real”. El sector privado reclama contra el gobierno (que se incorpora en los bonos del gobierno) y el Banco Central (incorporados en su mayoría en las notas bancarias), cuyo valor se expresa en términos nominales. Al disminuir el nivel general de precios, el valor real de estas cuentas por cobrar aumentan. Al hacerse más ricos, por lo tanto tienen menos razones para acumular nueva riqueza a través del ahorro, y los hogares aumentan su consumo. Del “efecto Pigou” no se incluyen los préstamos que algunos miembros del sector privado tienen en relación con otros miembros del mismo sector. En este caso el beneficio que la deflación lleva a acreedores se compensa, se cree, del daño que genera a los deudores.

El segundo argumento se basa en lo que se llama el "efecto Keynes " (pero con Keynes tiene, como veremos, muy poco que ver): la reducción de los precios, aumentando el valor real de cantidad de dinero en circulación, da lugar, a algo no distinto de un aumento en la  última cantidad y equivale a una caída en las tasas de interés, lo que a su vez tiene una influencia positiva en inversión (y el consumo, en la medida en que también se financian a través de la deuda). A propósito del "efecto Pigou " se debe antes que todo, observar que la tendencia de la teoría económica contemporánea para tratar el comportamiento del sector privado como si fuera atribuible a un solo sujeto (el "agente representativo") oculta una profunda diversidad que existe entre los comportamientos y el papel económico de los deudores y los acreedores. Según una feliz formulación de J. Tobin, si alguien toma por lo general una buena razón para ello. Lo bueno la razón es, obviamente, representado por una alta propensión a gastar, más alta que la de los que prefieren prestar su propio dinero en lugar de gastarlo. Para aquellos que quieren tomar prestado es consumir más de lo que ganan y los que quieren arriesgar el dinero de otras personas (así como, posiblemente, el suyo propio) en negocios.
Las deudas y los intereses son pagados por los consumidores con los ingresos monetarios de los años siguientes. Y si los precios de los productos, y por lo tanto los ingresos monetarios de los que participan en la producción, disminuyen en tiempo, el servicio de la deuda absorbe una parte creciente de los ingresos de los consumidores. A esto hay que agregar que los consumidores no sólo tienen bonos y obligaciones, cuyo valor nominal se mantiene sin cambios, sino también casas y acciones, cuyos precios, en condiciones de deflación, tenderán también a disminuir (los de las casas por lo general con un cierto retardo). Y es bien sabido que los precios de las casas y las acciones pueden disminuir mucho más rápido y más pronunciadamente que los precios de los productos. Así, la deflación, si enriquece a parte de los tenedores de notas bancarias y títulos del estado, por el otro empobrece a los propietarios de casas y acciones. En un "efecto riqueza" positivo (El "efecto Pigou") que se refleja así en un más poderoso "efecto riqueza" negativo: vendiendo empobrecidos, los propietarios de las casas y las acciones reducen el consumo. Además, dado que las casas y las acciones frecuentemente  son la garantía de los créditos al consumo, la caída de sus precios determina la contracción de este tipo de crédito. Las empresas, por su parte, pagan las deudas y los intereses con las ganancias de la venta de los bienes que producen. Y si los precios de los productos básicos disminuyen con el tiempo, el servicio de la deuda absorbe una parte cada vez mayor de la producción.
Empobreciendo a las empresas, la deflación afecta al motor de la economía de mercado –los sujetos de cuyas decisiones depende en gran medida del nivel de la producción y el empleo. Y es de poco consuelo la idea de que la riqueza real de las empresas restadas es transferida a sus acreedores. Por lo que agrava, además, el riesgo que las empresas que no son capaces de cumplir con sus compromisos.

Este riesgo toma un rol totalmente particular cuando las empresas están en deuda con los bancos, y no directamente con los privados. Las dificultades con las que las empresas están luchando alarmarán, de hecho a los bancos, que trataran de reducir la proporción de sus activos consistente en deuda corporativa y, para el resto, tenderán a preferir utilizar un uso lo más líquido posible y libre de riesgos. Y si el banco central ampliara la base monetaria en un intento por reactivar la economía, se dará la paradoja de una crisis crediticia que tiene lugar justo cuando los bancos nadan en liquidez.
En cuanto al efecto Keynes, hay que señalar que el desembolso monetario requiere inversión que precede bastante a los ingresos en efectivo que se esperan de él. Resulta que la expectativa de la caída de los precios deprimen las tasas esperadas de retorno (“eficiencia marginal del capital"). Se abandonarán algunos proyectos de inversión, otros se reenviarán para beneficiarse de la reducción de los precios de bienes de capital (también podrán ser objeto de lo mismo la compra de algunos bienes de consumo). La conclusión que Keynes recibe por el efecto negativo de la caída de los precios en las expectativas se une a la carga real de la deuda en el ejercicio de una influencia depresiva sobre la demanda agregada que como mínimo compensa, y probablemente excede a la influencia expansiva de la disminución de las tasas de interés. En términos de los modernos libros de texto, la posición de Keynes puede ser descrita por una " curva de demanda agregada ' (en contraposición al nivel de precios) vertical, si no de pendiente positiva. Otra que "efecto Keynes”!

Quien cree (a diferencia de Keynes) en el ''efecto Keynes”, también es consciente de los fallos causados por la deflación ha tratado de reconciliar la teoría con la realidad, con la reactivación del antiguo concepto de "trampa de liquidez", que se refería a la existencia de un mínimo (ahora identificado, sobre la base de la experiencia japonesa, con cero) debajo de la cual la tasa interés nominal no puede ser empujada o por la caída de los precios, o por la política monetaria. Aunque el hecho de la deflación no requiere en absoluto, el manifestar que se produzca una "trampa de liquidez " (ni Keynes la ponía en modo alguno en relación con ella), el argumento tiene el mérito de llamar la atención sobre un problema real: la ineficacia de la política monetaria para reimpulsar la inversión. Ineficacia, sin embargo, que tiene su raíz última en el hecho que la política monetaria, como sabían los economistas del pasado, juega un rol puramente permisivo: permite que puedan invertir  los que tienen razón para hacerlo, pero no obliga a nadie a invertir si no están las razones para hacerlo porque carecen de la demanda y los precios caen. Así que la política monetaria sigue siendo ineficaz incluso si las tasas de interés pudieran bajar (y los bancos no fuesen reacios a expandir el crédito).

Pero si es así, un poco de alivio sólo puede venir de una política fiscal expansiva - a pesar de una política de este tipo se describe comúnmente como buena sólo para crear inflación (imaginando una economía que se encuentra perpetuamente pegada al producto potencial), y prefieren cantar alabanzas de las políticas restrictivas, que no depriman la demanda agregada pero que no alteran la composición (a favor, en particular, la inversión).
Queda por mencionar otra forma en la que se dice que la caída de los precios podría ejercer una influencia positiva sobre la demanda agregada y el nivel de producción: el aumento de la competitividad de los productos nacionales, tanto en los mercados nacionales como extranjeros. La dificultad práctica de meterse en la depreciación del tipo de cambio real como herramienta de apoyo a la demanda interna a expensas de los competidores, sin embargo, esto es evidente en el intento desesperado del Japón para resistir la apreciación nominal del yen frente al dólar. Y parece concreto, más en general, el riesgo de que una línea de conducta similar termina por exportar la deflación de un país a otro y de provocar una cadena de devaluaciones competitivas.
Si la caída de los precios es una fuente de malas consecuencias, que son cada vez más ampliamente reconocidas, y cada vez más preocupante para el sueño de los banqueros centrales, ¿Cómo la teoría económica la describe más bien como la panacea de todos los males? ¿Cómo se llegó a una brecha tan fuerte entre la teoría económica y el sentido común? 

En un editorial sobre los riesgos de deflación, The Economist se justifica porque en su momento apoyó firmemente el objetivo de una tasa de inflación entre cero y 2 por ciento, con el argumento de que "la cosa tenía sentido en aquellos tiempos, cuando la prioridad era reducir las expectativas de inflación y la deflación se confinaba a los polvorientos libros de texto”. Libros de texto polvorientos, aquí está el punto. ¡Qué corta la memoria de economistas! Lo que todos sabíamos muy bien en los años 20 y 30, cuando los precios estaban cayendo, y mucho, fue rápidamente olvidado tan pronto como los precios han dejado de caer. (Vamos a hablar de por supuesto, el nivel de precios observado en los países centrales, ya que en los países periféricos, exportadores de productos primarios, los precios no han dejado de caer ruinosamente cada vez que en los países centrales se adoptaron políticas monetarias restrictivas).
Pero se olvidan de que en la historia de la economía política como en la vida, se olvida lo que uno tiene razones para olvidar. En la base del extraño olvido que nos ocupa hay una línea de pensamiento que, promociona a la teoría keynesiana como una "teoría de la depresión", y que ha circunscripto la relevancia a un caso limitado: "el caso keynesiano", de hecho. Más allá de que a su juicio siguen siendo válidos, aunque basado en partes nuevas, los principios de la teoría económica pre-keynesiana.

November 9, 2013,

Mario and the Austerians

Paul Krugman
Just an obvious point that I’m not sure enough people have been making: Mario Draghi’s surprise rate cut is, in effect, a repudiation of the nascent triumphalism of Europe’s austerians.Those who follow these things probably noticed that just a few weeks ago the austerians — Olli Rehn in particular, but many others too — were hailing signs of a bit of economic growth this quarter as vindication of their policies for the past four years. Yes, it was silly — I mean, I could keep hitting myself in the head, then slow the pace of the punishment,and I would start to feel better. Does this mean that hitting myself in the head was good for me?
Still, there it was. But then the ECB took a look at more relevant indicators:
unemployment still rising, core inflation dropping below 1 percent (Japan here we come).
And it seems to have gotten very worried.
Put it this way: the ECB wouldn’t be slashing rates if it thought Europe had turned the corner.





Original Aca