El viejo Almacén. BsAs

Surplus Approach

“Es necesario volver a la economía política de los Fisiócratas, Smith, Ricardo y Marx. Y uno debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y, ii) seguir y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica como se vino desarrollando desde “Petty, Cantillón, los Fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx”. Este natural y consistente flujo de ideas ha sido repentinamente interrumpido y enterrado debajo de todo, invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de una ola marina de economía marginal. Debe ser rescatada."
Luigi Pasinetti


ISSN 1853-0419

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26 abr 2009

No hay yuan que por dólar no venga


Por Alejandro Fiorito *







Con la crisis económica actual se ha instalado el debate sobre la posibilidad de que el dólar pierda su posición de moneda mundial, en la “sencilla” idea de su reemplazo por otra moneda como el euro o el yuan en virtud de supuestas “debilidades económicas” de Estados Unidos. El dólar es desde hace más de tres décadas dinero mundial, no convertible sin respaldo en mercancía metálica alguna. Su vigencia como tal no reside principalmente en un intuitivo “éter económico” que mejor facilite las transacciones mundiales, sino en un conjunto de condiciones referidas al poder del Estado norteamericano ampliamente considerado. Referencias a desarrollo tecnológico, cultural, comercial y militar son datos imposibles de soslayar sin caer en un economicismo redundante en una limitada teoría cuantitativa del dinero. Pero aun considerando sólo aspectos meramente comerciales, Estados Unidos sigue siendo el principal importador del mundo, con un volumen de comercio de aproximadamente el 20 por ciento del total mundial.
Estados Unidos emite sus dólares y, como un “gran estómago” mundial, financia la producción del resto del mundo. China, no siendo una excepción, aprovechó esto como ningún otro país, creciendo a tasas del 10 por ciento y ampliando su mercado interno con políticas expansivas de su gasto público. Su crecimiento acelerado le permitió la acumulación de reservas en dólares vía exportaciones e inversiones externas directas de las multinacionales norteamericanas y administrando un tipo de cambio afín a ese objetivo. Dicha estrategia de crecimiento de China cambiaría mucho si hipotéticamente se viera en la responsabilidad de reconocer al yuan con un status similar al dólar. No parece ser lo que sucede. Aunque todo lo anterior no obsta para que existan “tires y aflojes” entre China y Estados Unidos, donde a la salida de esta crisis probablemente China verá incrementado su poder de negociación con la primera potencia.
Los swaps de monedas corresponden a la misma estrategia de defensa de su inserción comercial, donde China fortalece su posición exportadora, financiando con su moneda las importaciones de origen chino del otro país. El arreglo entre los bancos centrales de la Argentina y China, por 10.000 millones de dólares y otros acuerdos en la región como con Brasil, permitirá aliviar la restricción externa de nuestro país, dando así señal de que no se devaluará de manera abrupta en punto a defender la balanza comercial –que en dos meses cayó un 10 por ciento respecto de 2008– como piden los industriales. Cabe recordar que históricamente las devaluaciones vinieron de la mano de gobiernos conservadores y militares y no en gobiernos populares. Sin embargo, el anticipo de las elecciones abre interrogantes y diversas posibilidades no excluyentes sobre el curso futuro de la economía.
1) Si se sigue el actual camino de facto del Banco Central “goteando” el tipo de cambio, que no convence ni a “tirios ni a troyanos” puesto que no logra reconstituir un tipo de cambio competitivo, sino que acentúa la tendencia especulativa contra el peso y sin modificar el tipo de cambio real, si el dólar llega a 4 pesos a fin de año junto con una inflación del 15 por ciento, no habría cambio real. Por esta vía el Banco Central parece desandar parcialmente la vía de “ahorrar” dólares con swaps, no cuidando las divisas en medio de una depresión.
2) Si se acuerda con el Fondo Monetario Internacional, no está claro que los 2500 millones de dólares por los DEG que nos corresponden vengan sin condicionamientos neoclásicos recesivos e inviables, con ajustes que amplían saldos en dólares para pagar la deuda y que terminan “matando al paciente” que los recibe.
3) Si, en cambio, se devaluara, es muy probable que también se dé un resultado contractivo, puesto que las devaluaciones en la Argentina deprimen el consumo y con éste, las inversiones. Para evitarlo se debería compensar la pérdida de los sectores que tienen ingresos en pesos, lo que implica subas y no bajas de los derechos de exportación a la renta del agro, a contramano de lo que se hizo en los últimos meses.
El modelo iniciado en el 2003 fue “deslizándose” hacia otro distinto en el que, con tipo de cambio “retrasado” (¡y nadie sabe cuánto!) junto a la “obsesión del superávit fiscal”, la producción interna y el empleo sólo pueden mermar: en dos meses de 2009, cayeron un 38 por ciento las importaciones. La restricción externa fue y es un límite histórico específico a nuestro crecimiento, pero no quita que la restricción por falta de demanda “keynesiana” se vuelva igual o más importante en esta coyuntura.
Si se mira afuera, el comercio mundial cayó en nueve meses más que en la crisis del ‘29. Es necesaria entonces una política que oriente el gasto expansivamente hacia la sustitución de importaciones, subvención de exportaciones y control de capitales para minimizar los efectos de la depresión económica mundial. Por acá los escollos siguen siendo políticos y muchos “bailan en la cubierta”.
* Grupo Luján – UNLU - UBA.

Original: Pagina 12